Hoy apareció en el diario El Comercio un pronunciamiento de "solidaridad" con el Cardenal Juan Luis Cipriani. El comunicado hacía alusión a las revelaciones de los plagios cometidos por este líder religioso. Sobre estos graves hechos, no condenaba ni lamentaba. Por el contrario, los políticos y empresarios que lo suscribieron afirman que todo esto se trata de una campaña "innoble".

¿Y la ética, el derecho a la propiedad intelectual, la honestidad, la verdad? Poco o nada importan para estos personajes, entre los cuales destacan el Presidente del Congreso Luis Iberico, el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, y el empresario Dionisio Romero; entre fujimoristas, apristas y otros conservadores.

"¿Así es cómo pretendemos construir este país, sobre la mentira, el encubrimiento y el falseamiento de la verdad? ", se pregunta el historiador Jorge Moreno Matos. En su blog, El Reportero de la Historia publica:

Pesar por el país


Escribe: Jorge Moreno Matos / El Reportero de la Historia


Como lamento y me apena terriblemente este documento.

¿Así es cómo pretendemos construir este país, sobre la mentira, el encubrimiento y el falseamiento de la verdad?

¿Así es como intentamos inculcar valores a los jóvenes cuando, por un lado, defendemos la deshonestidad intelectual que condenamos si la cometen otros con menos poder y, por otro, para hacerlo recurrimos a la mentira?

¿Así es como esperan que personas como yo, por ejemplo, que tienen muy poco apego por la Iglesia y sus representantes actuales, sientan respeto por una institución que se desprestigia a sí misma y con el mayor desparpajo por el principal representante de ella?

¿Así es como el Vaticano, que pretendidamente daba muestra de modernidad y reformismo, trata el asunto: escondiendo la cabeza en la tierra mientras su representante en el país, luego de cometer probadamente una fechoría intelectual en vez de reconocer su falta y hacerse a un lado, polariza al país y alienta documentos como este que le hacen un flaco favor al objetivo de mejorar la imagen de la Iglesia en el mundo?

Es este documento el que debemos tener presente el próximo año cuando se instale el nuevo gobierno y las fuerzas que pugnan para derogar la Nueva Ley Universitaria inicien su labor de demolición. Para aquellos que quieren hacer de la universidad un lugar de acopio de dinero sin importar el cómo, este documento les servirá para desterrar la idea de que la universidad es un centro de construcción del saber y que un plagio es una cuestión nimia y sin importancia siempre y cuando se pague la pensión a tiempo o se vista sotana.

Pero si he de ser sincero, lo que a mí más me apena de este comunicado es ver el nombre de un historiador al que yo quiero y aprecio mucho, mezclado entre tanto nombre sinónimo de desprestigio e infamia.

Este historiador, al que siempre he considerado (y lo sigo haciendo, por eso lo lamento más todavía) muy culto y enterado bastante bien de todos los asuntos públicos y políticos, con decenas de libros a su espalda, ¿por qué sanciona con su firma un caso de innegable plagio? ¿Pesa tanto su fe católica como para imponerse a su honestidad intelectual? Tal parece ser que sí.

Hace poco más de un año enterramos a Miguel Maticorena Estrada, un profesor de la universidad que fue como un padre para mí y para muchos. Tenía todos los defectos del mundo y, para ser sinceros, fue uno de los profesores más caóticos que tuve en San marcos. Pero el verdadero magisterio de Maticorena fue otro. El de su honestidad intelectual, por ejemplo.

La honestidad de Maticorena era a prueba de balas. Era aprista (o apristón, como se les dice a los no carnetizados o que no hacen carrera partidaria), pero jamás lo oí llamar blanco a lo negro y dulce a lo amargo cuando hablábamos del primer gobierno de Alan García. Como hoy no llamaría, decididamente, una ‘campaña de silenciamiento’ a la denuncia de un ostensible e irrefutable plagio. Especialmente él, que lo detestaba tanto.

En un día funesto como hoy es que lo extraño a raudales. Él hubiera sido el primero, como católico que era, en disculpar a Cipriani y tratar de 'entender por qué hizo lo que hizo', pero jamás hubiera firmado un documento como este. Tenía la suficiente dignidad y conciencia de la historia para no hacerlo.

Creo que después de leer este documento, el asunto de los plagios del cardenal Juan Luis Cipriani está cerrado para mí. Qué públicamente gente inteligente y honorable esté dispuesta a mezclar su nombre con personas que, como se suele decir, ni iríamos con ellas ni a misa, prueba que este país convirtió la política en lo que los acarreadores de estiércol siempre han deseado que sea: el lugar donde lavar honras y figurar entre la gente decente.

Hoy lo han logrado. Su triunfo es absoluto.


(Foto de portada: EFE)


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