Born in the Echoes, el octavo disco de estudio del dúo inglés The Chemical Brothers, es un recodatorio de los hits bailables que instalaron en la memoria noventera y una insistencia por demostrar sus aspiraciones más experimentales. La mayor prueba son los dos primeros singles elegidos para la promoción del álbum. El lanzamiento en mayo del tema Go, con un video centrado únicamente en una coreografía, funcionó como un recordatorio para los que se conectaron con la banda en los primeros años dosmiles, de que, después de cinco años de silencio, aquellos tipos de Let Forever Be, habían vuelto. El constante y breve ir y venir del bajo, las rimas apuradas y los coros, hicieron del retorno una celebración.
Pero la aparición del segundo single, Sometimes I Feel So Deserted, la primera canción del disco, revelaba que estaban con ganas de adquirir un poco más de densidad en su música. El baile se transforma en un trance de beats que parecen resistirse a vibrar del todo, como si el sonido, por más que se le alce el volúmen, no abandonara los parlantes y solo escucháramos el eco del ritmo contenido.
El núcleo del disco está concentrado en el cuarto y quinto track que conforman los diez minutos más intensos. EML Ritual es netamente un viaje electrónico ascendente que se advierte una y otra vez: “I don't know what to do / I'm going to lose my mind”. Iniciado el segundo minuto dan paso a una serie de in crescendos que se contienen antes del clímax una y otra vez. La falta de esa explosión, por el contrario, da paso al silencio. Cuando todo parece haber terminado, desde ese agujero surge algo más parecido a un puñetazo remojado en adrenalina.
I’ll See You There, a continuación, arrastra la misma energía pero la transforma en un rock poderoso en el que los sintetizadores se disfrazan de guitarras eléctricas. La protagonista es una batería que parece tener toda la libertad para expresar su juego de tarola y tambores. Puede quedar la duda, incluso, de si se trata de un solo acompañado de una pista musical. Es un guiño obvio a Giorgio by Moroder de Daft Punk. Al igual que en el tema anterior, al segundo minuto llega una pausa que da paso a un resurgimiento hasta la cima.
En el tercer cuarto del disco Tom Rowlands y Ed Simons concentran sus momentos de experimentación. Después de Just Bang, que parece un paréntesis que pasa de un ritmo a otro sin un armonía aparente, Reflexion amerita ser escuchada con audífonos. Se trata de más de seis minutos de pulsiones y sirenas que se balancean constantemente de lo agudo a lo grave y de un parlante a otro. Taste of Honey tiene como telón de fondo una melodía lenta al estilo Faithless, con una suave voz femenina a la que se sobreponen el zumbido de una abeja, el golpe de metales, violines acelerados y otros detalles que parecen extraídos de un cuento infantil. Pero si insertar el sonido de una abeja parecía disparatado, el juego agudo de los sintetizadores en Born In The Echoes, el tema más minimalista del disco, nos recuerda que, al fin y al cabo, no hay mucha diferencia entre los sonidos de la naturaleza y la música electrónica.
Al cierre las revoluciones caen, sobre todo en Radiate que pareciera ser el verdadero final. Es la clásica melodía que crea más una atmósfera que un ritmo. La suavidad y delicadeza de esos minutos, a pesar de estar matizados con algunas distorsiones, son notables. Pero lo que parecía una despedida no es otra cosa que una alfombra elegante para Wide Open y la colaboración del Beck más relajado que se pueda escuchar. El coro melodioso y los loops pegajosos se pueden llegar a confundir con una de las canciones indies más comerciales de hoy en día. Resulta una extraña despedida. Por más que la canción por sí sola tiene la belleza necesaria para acompañar una puesta de sol o un viaje por la carretera a velocidad moderada, pareciera más el primer tema que se pone cuando se acaba un concierto y se encienden las luces.
Los 52 minutos de Born in the Echoes parecen contener cuatro versiones de The Chemical Brothers. Más que un largo viaje armónico, exige una constante readaptación del oyente para cada etapa. Tom Rowlands y Ed Simons no parecen saber lo que quieren, pero aún así sus indecisiones suenan bien.