La conclusión de que el humano es el mayor depredador del planeta no parece requerir mayores pruebas. ¿No las necesita o no las queremos ver? Un estudio realizado por ecólogos canadienses desentraña las cifras concretas: el humano depreda diez veces más que los grandes carnívoros. Y los mamuts, los tigres dientes de sable, el armadillo gigante, los bisontes y lo rinocerontes, por mencionar algunas especies, lo saben.  

El estudio The unique ecology of human predators, se ha basado en la información recopilada sobre 282 depredadores marinos y 117 terrestres. A partir de esos datos señalan que en la mayoría de los casos de este arrasamiento ha sido causa del deterioro de los ecosistemas y el avance humano que va tomando posesión cada vez de más zonas del planeta. Hoy en día, advierten, son la caza y la pesca humana las que representan el mayor peligro para los animales.

En el caso de la pesca el mayor peligro radica en la alta tasa de presas adultas que se capturan. Se trata del 14% de los existentes en el ecosistema anualmente. En el caso de algunas especies concretas se trata incluso del 80%. Esto representa un índice 14 veces mayor que el de cualquier otro depredador en el mar.

En el caso de los animales en tierra, si bien son similares los índices de  del humano respecto a otros depredadores, el problema se centra en que el humano es el único que convierte a otros depredadores en su objetivo. Ese es el factor que hace al humano un depredador nueve veces más radical que el león o el tigre, por ejemplo, según señala el diario El País.

“Los otros depredadores eligen como presa a los ejemplares más jóvenes y débiles. La consecuencia a corto plazo es que no reducen la tasa reproductiva de los adultos y eliminan posibles focos de infección entre los rebaños. A largo plazo, como mecanismo de selección natural, favorecen la mejora genética de sus presas”, explica el diario español. “Los humanos, en cambio, eligen las mejores piezas, adultos en su máximo esplendor, elegidos por tener la mejor cornamenta o la melena más grande. El impacto ecológico a corto es evidente, las consecuencias de esta selección artificial a largo aún están por estudiar”.

Para revertir esta situación los autores plantean que, en el caso de los animales terrestres, lo único factible es un cambio de las conductas humanas respecto al uso de animales como trofeos, para competencias, para el cuidado del ganado o experimentos científicos. En el caso de la pesca se plantea aprender del manejo de ejemplares adultos y juveniles de los depredadores marítimos: es decir, dejar de ir por adultos y enfocarse en los más pequeños.

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