El estreno en julio pasado de Dragon Ball Super, la nueva serie que marca el regreso a la televisión de uno de los personajes más icónicos del anime moderno, ha sido uno de los eventos más esperados en los últimos tiempos. 

Sin embargo, la emisión de su quinto capítulo en la televisión japonesa -y que el resto del mundo pudo presenciar gracias a Internet- no ha traído otra cosa más que críticas, debido a la mala calidad de su animación.

"¿Quién es el responsable de tamaña atrocidad?", "¿Por qué Akira Toriyama no hace algo al respecto?", son solo algunas de las interrogantes que los fanáticos de Dragon Ball se hacen a través de las redes sociales, las cuales están debidamente justificadas.

Incluso, muchos se preguntan cómo es que se pasó de esto...

...a esto:

Una respuesta a esta incertidumbre nos la trae Thomas Romain, un experto de origen francés que es uno de los pocos extranjeros que trabaja en la industria de la animación en Japón.

A través de un 'tuit' titulado "¿Por qué este episodio está tan pobremente animado?", Romain brinda algunos detalles sobre la crisis por la que atraviesa el anime en tierras niponas:

1. Algunas personas, como los productores de animación, el director, o algunos diseñadores y asistentes de producción, reciben un salario durante todo el proceso de producción, así que los horarios se mantienen cortos para limitar el coste de producción global. Pero la mayor parte del personal de animación son freelancers (independientes). El costo de tener a todos trabajando desde sus casas sería algo inconcebible. Solo un estudio fue capaz de hacer eso, Studio Ghibli.

Pero el problema no es que los estudios sean codiciosos. Los estudios de animación japonesa son pequeñas compañías que lidian con presupuestos que les permiten sus clientes. Ellos no poseen la propiedad de los derechos. Por lo general no obtienen grandes beneficios y no están en posición de invertir su propio dinero en la propiedad intelectual que crean. 
2. Los presupuestos en Japón para animación son extremedamente bajos. En los años 60, para tener éxito en su loca idea de producir shows animados semanales, Osamu Tezuka pidió a los animadores hacer muchos sacrificios. Trabajar muy duro con una paga muy baja.

Los mismos estándares siguen vigentes 50 años después.
En la producción de una serie de TV, a un animador usualmente se le paga alrededor de US$40 por corte de animación (desde el layout a los cuadros clave). Los intercaladores solo reciben US$2 por dibujo.

Para ganarse la vida con esto, los animadores necesitan trabajar rápido y no pueden darse el lujo de trabajar exclusivamente en un solo show. La mayor parte de los animadores son profesionales independientes que trabajan para varios estudios al mismo tiempo. 
3. El problema es que la industria del anime japonés está produciendo ahora demasiado contenido, y a un ritmo increíblemente rápido. No hay suficientes animadores calificados y experimentados aquí para supervisar las producciones y enseñarle a los animadores jóvenes.

Los estudios no tienen otra opción que trabajar con animadores poco capacitados, a veces amateurs que solo lo hacen como hobbie. Además no tienen otra opción que externalizar tareas en otros países, no para limitar sus costos, sino para entregar el episodio a tiempo.
4. Todos en la industria están increíblemente ocupados todo el tiempo. Especialmente el personal más capacitado. Pero incluso los animadores mediocres son solicitados de manera regular. Y es algo muy común que nadie trabaje en tu show hasta el último momento, porque ya están lidiando con sus plazos en otras producciones.

En la situación actual, es muy común oír a personas hablar de un "milagro" cuando un episodio es transmitido a tiempo. A veces, la animación apenas empezó dos semanas antes de su emisión y los episodios se completan apenas unas horas antes de que salgan en TV. La calidad puede ser pobre pero lo que más importa es tener algo qué poner en pantalla.

Sin duda, los seguidores de Dragon Ball en todo el mundo esperan que esta situación se revierta antes de la conclusión de una de las serie que marcó más de una infancia.