Hoy, Gustavo Cerati hubiera cumplido 56 años. En el primer aniversario del nacimiento del músico argentino tras su muerte, ocurrida en septiembre pasado, sus fanáticos en todo el mundo lo recuerdan a través de las redes sociales, ya sea utilizando el hashtag #FelizCumpleGustavoCerati o compartiendo el 'doodle' que le dedicó Google en su portada. 

'doodle' con el que google saluda a cerati por su cumpleaños.

Sin embargo, esta fecha ha pasado a un segundo plano, debido a la polémica que desató una biografía suya publicada por el periodista Juan Morris, que ha sido descalificada por el hijo menor del exlíder de Soda Stereo, Benito Cerati.

"¡Buenos días, amigos! Queremos informarles que tengan cuidado. La biografía de GC que anda dando vueltas carece de veracidad. Tiene muchas imprecisiones y no está autorizada por la familia. Además está escrita por alguien que nunca lo conoció ni tiene vínculo con ninguno de los miembros de la familia. Por ahora no hay nada oficial. ¡Gracias!", escribió Benito, en la cuenta oficial de su banda Zero Kill.

El último domingo, la revista Viva publicó un adelanto exclusivo de un capítulo fuerte de la biografía que relata detalladamente las últimas horas de Gustavo Cerati antes de sufrir el accidente cerebrovascular (ACV) tras su último concierto en Venezuela y que lo dejó en coma por más de cuatro años. 

Media hora antes había terminado el último show del tour de Fuerza natural por Latinoamérica y Estados Unidos. Gustavo estaba contento y agotado, empezando a relajarse después de un mes y medio de aviones, hoteles, fiestas y conciertos. Había sido una de esas noches en las que todo salía bien: el campus de la Universidad Simón Bolívar de Caracas estaba lleno y la banda había sonado como un organismo vivo y poderoso. Después de comer con el resto del equipo en una de las carpas montadas detrás del escenario, el sonidista Adrián Taverna y el guitarrista Richard Coleman acababan de entrar a su camarín para charlar un rato. Eran sus más viejos amigos, se conocían desde comienzos de los ‘80, antes de que Soda Stereo grabara su primer disco. Cuando terminaban los conciertos, Taverna solía pasar un rato por su camarín para hablar sobre cómo había salido todo. Era una especie de ritual. (...)

Hacía calor. Era una noche espesa en Caracas. En el camarín había un espejo, luces ambientales, dos sillones blancos, unas sillas de plástico y una mesa con frutas, botellitas de agua y latas de cerveza. El lugar estaba en un pequeño valle rodeado de montañas. Durante el show, varias nubes habían invadido el escenario dejando a la banda a ciegas. (...)

Afuera del camarín general estaba lleno de gente y Taverna encontró al resto de la banda organizando la foto grupal que sacaban cuando terminaban algún tramo de la gira. Fernando Samalea, el baterista, estaba trepado a una silla de plástico, acomodando la cámara arriba de un mueble para que disparara en automático. Mientras se amontonaban según las indicaciones de Samalea, se dieron cuenta de que faltaba Gustavo y alguien le gritó que fuera, que sólo faltaba él.

Gustavo apareció a último momento y se paró atrás de Taverna. El primer disparo de la cámara salió sin flash, así que Samalea pidió que nadie se moviera y se volvió a subir a la silla para reprogramarla. Taverna se dio vuelta para decirle algo a Gustavo y lo vio pálido, con los ojos desorbitados.

–¿Te sentís bien? –le preguntó.

Gustavo abrió la boca para contestarle, pero no acertó a decirle nada. Fue como si los músculos de su mandíbula no encontraran las palabras. Entonces la cámara disparó su flash y todo el equipo quedó registrado en la última foto de la gira. A su alrededor el grupo se empezó dispersar y Gustavo caminó confundido hacia su camarín.

Mientras lo veía alejarse, Taverna le pidió a Bernaudo que lo acompañara a ver qué le pasaba. Cuando entraron, Gustavo estaba tirado en el sillón, con el saco a un costado, la camisa desabrochada y la boca entreabierta. Pensaron que tenía un pico de presión o que tal vez le había dado un infarto. Bernaudo corrió a buscar a los paramédicos y al ratito volvió con dos chicos que no tendrían más de viente años y que al ver a Gustavo Cerati descompensado no supieron qué hacer. Charly Michel, el kinesiólogo que viajaba con el equipo, revisó qué remedios tenían los paramédicos en sus bolsos y les pidió que fueran a buscar la camilla. Gustavo se podía mover pero estaba como abrumado, lento, y no podía hablar. (...)

El extracto cuenta cómo el músico argentino se desmayó y fue perdiendo dominio de sus extremidades y sus primeras horas internado en una clínica, así como la decisión de los médicos de operarlo por el hematoma cerebral que sufría y el posterior aviso a su familia en Argentina por parte de los músicos que lo acompañaban.

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