La historia nos dice que el Perú siempre creció de espaldas al campo. Nuestros gobernantes prefirieron orientar el desarrollo económico, social y educativo hacia las ciudades. Como resultado, un importante sector de la ciudadanía quedó marginado. Pero, estos 'olvidados' no se quedaron con los brazos cruzados y salieron a conquistar las metrópolis, especialmente Lima. 

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La capital de país fue testigo de un cambio social que marcaría la historia del siglo XXI: los procesos de migración de los llamados -por los limeños 'ombliguistas'- provincianos. 

Armados de una voluntad que podía resistir tanto el calor como el frío, cientos de peruanos  se asentaron en los arenales para comenzar una nueva vida, aquella que su propia nación les había negado. 

Pronto los cerros y arenales, empezaron a cobrar vida. Los migrantes construyeron sus casas con esteras y formaron las primeras barriadas. Pero eso solo era el principio. Con los años, la cultura limeña cambiaría para siempre. El puente y la alameda perdieron sus privilegios. Lima se volvería chola. Y con mucho orgullo. 

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Esta historia épica fue registrada por el destacado académico José Matos Mar, quien falleció hoy a los 93 años. Luego de haber adquirido los conocimientos de la ciencia social en la Universidad San Marcos y en la  Universidad de París, Escuela Práctica de Altos Estudios, el antropólogo decidió fundar -junto a otros reconocidos intelectuales como John Murra, José María Arguedas, María Rostworowski, entre otros- el Instituto de Estudios Peruanos en 1964. Veinte años después se publicaría Desborde popular y crisis del Estado.

El libro fue un estudio minucioso de una de las transformaciones más significativas de nuestra historia. Los habitantes del campo tomaron las ciudades en busca de una vida más digna. En otras palabras, exigían ser ciudadanos plenos. Y ante la falta de puestos de trabajos, ellos mismos los crearon y se organizaron tomando, como base, dinámicas de origen andino.

Este fenómeno obligó a los gobernantes de turno a entender, por fin, que había un gran número de peruanos que necesitaban, con urgencia, ser atendidos. 

Estos peruanos, sin embargo, no vivieron a expensas del Estado, como muchos pueden pensar. César Ramos, curador de la exposición fotográfica  Desborde popular. El Perú moderno de José Matos Mar (presentada el año pasado) lo sabe muy bien:

"Uno de los mitos es que los mal llamados invasores ocuparon tierras privadas o del Estado, y que éste se los regaló. [Esto es falso porque] En muchos casos, antes de la ocupación, las asociaciones de migrantes se informaron, se prepararon, buscaron una propuesta legal, hicieron un acompañamiento económico para la compra. Los terrenos fueron pagados por los migrantes de estas urbanizaciones populares, como lo fue la construcción de los servicios. Las calles y las pistas fueron pensadas y pagadas por los pobladores".

Por ello, Desborde Popular y crisis del Estado no solo debe leerse como un documento académico; esta publicación también es un registro de la voluntad humana para convertir la adversidad en una promesa. 

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[Fotos: La imágenes utilizadas formaron parte de la exposición 'Desborde popular. El Perú moderno de José Matos']