Karina Pacheco Medrano (Cusco, 1969) es una escritora peruana que no ha olvidado sus raíces ni su país. Su narrativa, compuesta de cuentos y novelas, despliegan para el lector una variedad de temas, algunos más cercanos a la mitología andina y selvática; otros, en cambio, exploran la problemática del hombre y la mujer dentro de la ciudad.

Antropóloga de profesión, la autora cusqueña comenzó su carrera literaria con el ímpetu que muchos nóveles escritores desearían tener. En solo cuatro años publicó tres novelas: La voluntad del molle (2006), No olvides nuestros nombres (2009), y La sangre, el polvo, la nieve (2010). 

Llegado el momento, no obstante, el llamado género mayor de la literatura le quedó chico. Acostumbrada a retarse en el ejercicio de la escritura, exploró el cuento con buenos resultados. Tanto Alma Alga (2010) como El espejo de los rayos (2013) recibieron el favor del público y la crítica. El segundo volumen incluso se hizo acreedor del Premio Luces de El Comercio. Ese mismo año también lanzó la novela El bosque de tu nombre (lee una entrevista que le hizo LaMula.pe a propósito de este libro aquí).

Prueba de su capacidad de síntesis -necesaria para la escritura cuentística- Pacheco ha sido convocada para participar en diversas antologías como en Diez Cuentos peruanos (Instituto distrital de la Artes, Bogotá, 2014); El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015  (Santuario,2015) y Al fin de la Batalla (Cocodrilo ediciones, 2015). Precisamente, estas dos últimas fueron presentadas ayer en la Feria Internacional de Libro de Lima.

Ahora, la autora se prepara para presentar -el sábado 1 de agosto en el Sala Clorinda Matto de Turner (4 p.m.)- la antología Miradas, un libro que ha sido editado por el Gobierno Regional de Cusco y que le permitirá llegar a los lectores más jóvenes de esa región. LaMula.pe  tuvo la oportunidad de conversar con la narradora para comentarnos un poco sobre esta importante publicación.


La publicación de una antología es una ocasión para revisar la trayectoria de un escritor o escritora. Desde tu primer libro hasta hoy, ¿Cuáles son los cambios fundamentales que ha tenido tu narrativa?

Un primer cambio es el género literario. Empecé como novelista, con una efervescencia que me llevó a abandonar trabajos en diversos momentos y me permitió publicar mis tres primeras novelas en un lapso de cuatro años. Pensaba que por mi tendencia a construir tramas con diversos escenarios y múltiples personajes debía arraigarme en ese género; pero en un momento tenía en la cabeza tantas ideas urgiéndome por ser narradas, que decidí arriesgarme y así publiqué mi primer libro de cuentos, Alma alga, en 2010. El libro obtuvo una buena crítica y desde entonces alterno los dos géneros.

portada del libro miradas/foto: erika chávez

Otro cambio es en los tiempos de salida. La urgencia por narrar, así como el tener que combinar la escritura literaria con los trabajos que me daban para subsistir, hacía que el proceso de revisiones de los textos fuera más acelerado. A partir de mi última novela, El bosque de tu nombre, que literalmente me sacó cantidad de sangre, sudor y lágrimas, doy más revisiones y tomo largas pausas entre una y otra. También solicito más opiniones y ruego que no sean condescendientes, de modo que pueda aplicar las mejoras que me plantean (aunque no acato todo lo que me dicen).

Un tercer cambio es que ahora dedico un trabajo más paciente a las propias palabras, a pensar más en las palabras y frases que usar, evitar o eliminar al componer el texto; en el cuento esto es una exigencia mayor. La palabra es algo tan esencial y nos es dado en tanta abundancia, que muchas veces, y no solo a la hora de escribir, las tratamos como si fueran granos de arena que se pueden desperdigar sin más. Una vez un conductor me dijo que si las palabras que salen de nuestra boca nos costaran dinero, nos cuidaríamos mucho de andar diciendo tonterías (creo que esto es extensible a las palabras que salen de nuestro teclado).

Por otro lado, los temas sobre los que escribo son los mismos: en mis novelas sigo narrando desde un estilo realista y sigo atraída por abordar de manera directa o indirecta temas políticos en la trama, aplicando dosis de misterio que provoquen intriga al lector (y mucha intriga a mí misma mientras escribo). En el cuento sigo encantada por la posibilidad que me da para explorar diversos temas, ambientes, estilos y tiempos históricos. Aunque tengo muchos cuentos de tipo realista ambientados en ciudades, disfruto mucho escribiendo cuentos con toques míticos, fantásticos y oníricos en diferentes escenarios, algunos imaginarios.  

foto: erika chávez

Como Arguedas estudiaste Antropología ¿Qué herramientas te brindó esta profesión para tu vocación de escritora?

El método y hasta cierto punto la mirada. En el método antropológico es indispensable observar, escuchar, tratar de aplicar todos los sentidos para entender mejor a las sociedades y a los individuos; también nos enseña qué importante es atender a los detalles, a los mismos silencios. Esto es sumamente valioso a la hora de escribir cuentos o novelas. Otro elemento es que la Antropología nos muestra que los sujetos somos en gran medida productos de nuestra sociedad y nuestra cultura, cómo muchas cosas que creemos e incluso sentimos o tememos nos han sido enseñadas, y cuánto hay que cuidarse de la propia subjetividad a la hora de analizar comportamientos y hechos culturales-sociales. Esto también resulta muy útil cuando se está dibujando personajes literarios, que pueden ser incluso aborrecibles, pues el ponerse en los zapatos del otro y tratar de imaginarlo en el medio sociocultural que le abarca, enriquece los personajes y sus diálogos, también reduce la posibilidad de caer en estereotipos.

En Miradas encontramos textos de distintas temáticas. ¿Sueles planificar con detenimiento los argumentos de tus cuentos o simplemente van tomando forma mientras los escribes?

En Miradas propuse una selección de ocho cuentos (todos ya publicados en diferentes libros) que expresaran la diversidad de temas sobre los que he escrito, aunque hay una predominancia de cuentos ambientados en los Andes y la Amazonía, con personajes o narradores jóvenes, pues aunque todos son cuentos para adultos, el libro se distribuirá principalmente entre adolescentes y jóvenes que acuden a bibliotecas, colegios y centros de enseñanza superior de las trece provincias del Cusco, y mi región tiene zona andina, selvática y urbana.

Respecto a la planificación de un libro, en la construcción de mis novelas hay más premeditación y alevosía para proyectar la historia que deseo narrar; si bien en el camino irrumpen múltiples escenas e incluso personajes que emergen de repente, como si tuvieran viva propia, y varias veces terminan siendo determinantes. A la hora de escribir cuentos, por lo general estos parten de una imagen que me inquieta, o de historias o situaciones que me conmocionan o me provocan curiosidad y un empuje que solo tendrá salida a través de la ficción. Esta intriga puede venir sencillamente de la amabilidad y el sentido más fino del humor de un boletero de mediana edad en un autobús en Lima en hora punta. Entonces te empiezas a preguntar: ¿habrá tenido un día de suerte? (y por tanto ¿cuál ha sido esa suerte?); ¿estará enamorado en el pico más alto?; ¿habrá algo más perenne que le mueve a hacer bromas tan naturales e inteligentes? (por tanto, ¿de dónde le brota eso incluso en hora punta?).

En el cuento El Sendero de los Rayos se establece una relación entre la historia reciente del país, la dinámica familiar y el saber ancestral andino. Sobre este último punto, ¿por qué crees que la mayoría de nuestros narradores, que publican en los últimos años, han optado por dejar de lado cualquier relación o referencia a la tradición literaria andina?

Veo dos motivos principales. Uno es que hoy en día un gran número de escritores reside en las ciudades de la costa (especialmente en Lima), también fuera del país, y por tanto escribe sobre los temas y ambientes que más conoce y, por tanto, donde mejor puede desplegar sus tramas. Entrar a tallar en los Andes o la Amazonía no solo les implicaría el trabajo literario que por sí solo ya es bastante arduo, sino además desplazamientos prolongados y un trabajo de investigación exhaustivo en caso de que apuesten por crear una ficción sólida, con situaciones, personajes y detalles consistentes, que no caiga en los estereotipos o la mirada superficial que en las grandes ciudades predomina sobre lo andino y amazónico. Por otro lado, creo que los escritores no son inmunes a la visión (machaconamente repetida en los medios y en los discursos hegemónicos) de que si uno desea expresar una literatura “moderna” y “cosmopolita”, que trascienda las fronteras nacionales, los temas andinos y periféricos no son útiles. Esto me parece absurdo, porque lo que denominamos “moderno” es obviamente una categoría temporal, algo pasa de moda según pasan los años (solo las obras maestras permanecen rompedoras y fresquitas, aunque sean del siglo VIII a.C.). Además seguimos subordinados a la idea de que para ser modernos y cosmopolitas tenemos que impregnarnos de los temas, estilos y escenarios que está abordando la gran literatura norteamericana, argentina o europea, como si el cosmopolitismo fuera solo mirar, dialogar y aprender de lo que viene de afuera, cuando la propia diversidad cultural de nuestro país nos brinda una posibilidad de cosmopolitismo fabulosa; pero los prejuicios de los que nos es tan difícil despegarnos nos asfixian, nos limitan.

¿Cuán difícil es ser una escritora en una sociedad conservadora como la peruana? ¿Cómo se expresa el machismo en la escena literaria nacional?

Al vivir en una sociedad sumamente patriarcal, la figura de la mujer, cotidianamente y desde diversos ángulos, manifiestos y sutiles, se muestra en roles pasivos, receptivos, destinados a labores subalternas y a la procreación, pero poco o nada dotados para la acción creadora. Así las cosas, prevalece la idea, o si no la percepción (esta es más peligrosa, pues cuando es idea hay una posibilidad de reflexionar sobre ella y cuestionarla), de que los libros escritos por mujeres no tienen la potencia, la profundidad o la calidad de los que producen los hombres. Esto hace que a la hora de comprar libros, tantos lectores hombres como mujeres se ven más llamados a comprar los que llevan el nombre de un autor varón en la tapa. Ese machismo también se expresa en las noticias de cultura, así como en antologías, portales y revistas y blogs literarios: aunque actualmente la cantidad de mujeres escritoras es casi la misma que la de varones, su representación en antologías a veces es cero, en el mejor de los casos llega al 25%, mientras su aparición en los medios de prensa es aún menor. 

Karina PACHECO ha publicado 5 novelas y 2 cuentarios/Foto: erika chávez

Desde hace algunos años, en diversas regiones del país, se están desarrollando Ferias de Libro (como en Arequipa y Huancayo, por citar solo dos ejemplos), así como festivales culturales. ¿Cómo observa la situación en la región Cusco?

Cusco siempre ha tenido una vida cultural interesante, pero hay tiempos de declive y otros de crecimiento e incluso ebullición. Este no llega a ser como el Cusco cuna de importantes movimientos culturales y políticos de hace un siglo; pero sin duda estamos viviendo un gran momento, con numerosos grupos de danza, teatro, narración de cuentos; interés creciente por la producción literaria y musical; con muchos artistas plásticos desplegando sus obras en espacios públicos y privados. No todo es de calidad, pero hay producciones soberbias y la pulsión creativa está en alza, a la par que en los últimos años tanto la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura del Cusco, así como los gobiernos regional y municipal están levantando iniciativas muy originales y más espacios para la promoción de artistas y creadores de la región, muchas de ellas con un enfoque intercultural y descentralizado que sin duda es fundamental en una región y en un país como el nuestro. Muchas de estas experiencias y proyectos podrían replicarse o servir como referencia en otras regiones del Perú. Como cusqueña, esto me enorgullece y me da esperanzas. Ojalá sea sostenible y fructífero.

¿Podrías comentarnos un poco sobre tus próximos proyectos?

En marzo concluí la primera versión de una novela (salió prácticamente de un tirón, prolongado, pero tirón delirante al fin y al cabo). Luego he recibido tres opiniones distintas y le he dado un par de revisiones. Ahora está hibernando. Cuando encuentre la calma necesaria, le daré las revisiones que sienta necesarias antes de proponerla a publicación.

Por otro lado, para el año que viene está germinando el proyecto de un libro de entrevistas a “Héroes y heroínas discretas” que tantas veces, de manera anónima, hacen un trabajo importantísimo, en diferentes ámbitos, por hacer de nuestro mundo algo mejor. Allí solo me encargaré de una entrevista y otros amigos escritores harán otras. La idea es ponernos detrás del foco y que sean esos seres humanos maravillosos y poco conocidos los que hablen de sus trabajos y sus miradas.

[Foto de portada: Erika Chávez]

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