ya acabó su novela

Molina Foix: “Mi idea de la Grecia de Syriza es menos catastrófica que la de Vargas Llosa”

El prolífico escritor español es uno de los invitados de honor de la FIL 2015.

Publicado: 2015-07-19

En el panorama vigente de las letras españolas, pocos autores tan diversos y prolíficos como Vicente Molina Foix, uno de los invitados de honor de la FIL. Poeta antologado en la ya legendaria Nueve Novísimos Poetas Españoles, de José María Castellet en 1970, el joven Molina Foix se dio a conocer ese mismo año como novelista y llegó a ganar los premios Seix Barral (con Busto, 1973) y Herralde de Narrativa (con La quincena soviética, en 1988). Pero Molina Foix es además crítico de televisión, cineasta —en 2001 dirigió la película Sagitario—  y un destacado dramaturgo. De hecho su última adaptación de Medea, protagonizada por Ana Belén, fue estrenada hace unas semanas con enorme éxito en el Festival de Teatro Clásico de Mérida y está a punto de iniciar una gira por la península ibérica. Sobre su vocación oceánica dice que “lejos de ser el indicio de un genio abundante es reflejo de mi curiosidad, que es insaciable.” También dice que del Perú espera llevarse una nueva receta del chupe de camarones, su sopa favorita del mundo mundial. No esperábamos menos de un autor que asegura hacer lo mismo en cada género: “contar historias, variando sólo el formato, y no los contenidos”.  

Durante la FIL, Molina Foix participará en las mesas “Literatura española contemporánea” junto a su compatriota Javier Montes y a Alonso Cueto; y “De la palabra a la pantalla”, junto a Federico de Cárdenas.


Además de narrador, eres un reconocido poeta,  cineasta y, también desde hace décadas, autor de obras de teatro. ¿Cuál de todas esas disciplinas fue tu primer amor?
Empecé a publicar a la vez como novelista y poeta, en la antología de Castellet, pero mi primer amor fue el teatro, por la razón económica de que en mi casa había una pequeña biblioteca teatral heredada de mi bohemio abuelo paterno, y esos fueron los primeros libros que leí: Ibsen, Pirandello, Muñoz Seca. Una mezcla explosiva para un niño de catorce años. Escribí a esa edad tres piezas cortas, de inspiración católica (estudiaba en los Jesuítas), y las mandé a un concurso. Fue mi primer acto precoz fallido.
¿Te definirías entonces como dramaturgo?
Aunque yo me considero a mí mismo, más que nada, novelista, y me veo llevando hasta el fin de mis días el espejo del narrador por el camino de la realidad, nunca he dejado de soñar con el teatro, una actividad que alterno con las demás a partir de 1985, cuando la directora María Ruiz montó mi primera pieza. He traducido a Shakespeare, a Albee, a Bernard Shaw y Tennessee Williams, escribí un Don Juan para el primer montaje en castellano de Bob Wilson, he escrito varias piezas propias, alguna estrenada, y ahora estoy en “mi fase griega”: una Electra en 2012 y este mismo mes de julio Medea, que después de verse en el Teatro Romano de Mérida tendrá una gira por España a partir de octubre.
Una obra en la que se luce Ana Belén, por cierto...

Sí, tanto en Electra como en Medea ambos papeles protagonistas los ha encarnado Ana Belén. Ana se muestra, a mi juicio, como una de las grandes trágicas de la escena. La Electra y la Medea no son traducciones de los clásicos sino recreaciones de formato libre e inventado de los personajes antiguos, escritas por mí en un lenguaje moderno pero no coloquial, y en las que la medida de la tragedia la dan las mujeres (emparejadas con discordancia: Electra y su madre Clitemnestra, Medea y su sirvienta y confidente).

ana belén en 'medea' (foto: rtve)

Precisamente, ¿qué importancia tiene para tí una obra como Medea en estos tiempos en que parece que campean aún la desigualdad y la violencia de género, pero crece también el empoderamiento femenino?
No soy feminista, un rango que les corresponde a las mujeres, y así lo han ejercido y ejercen. Intento ser compañero de viaje del viaje que las mujeres hacen a su pasado, a su historia, a su identidad, y yo, en la medida de mi capacidad, aporto la mirada masculina de un cómplice.
Oye, y hablando de tragedias griegas, ¿qué opinión te merece la columna de Mario Vargas Llosa en la que para hablar de Tsipras empieza hablando de Hitler o Mussolini?
Admiro mucho la personalidad y la obra de Mario Vargas Llosa, que es otro gran “teatrero” por cierto; he visto, creo, y con placer, todas las representaciones de sus obras hechas en España, y en las que Mario, actuando a veces él mismo, llega a algo inaudito desde el tiempo en que Dickens escenificaba él solo para los públicos anglosajones sus novelas más populares: a decir dramáticamente lo que antes ha escrito. Sostuve polémicas con él en El País, hace años, llevadas con cortesía en la discrepancia, sobre Azorín novelista, una, y sobre la cultura subvencionada, la otra, y lo que escribe en la prensa nunca me deja indiferente. Mi idea de la Grecia de Syriza es menos catastrófica, y coincide más con la que la izquierda radical española defiende ahora, y tendrá que substanciar si llega al poder a escala nacional en las elecciones generales de final de este año 2015. La idea que yo tengo es que la vida real de la mayoría de las personas no puede dejarse en manos de una realidad bancaria.
Para seguir con posiciones polémicas… Hace un par de semanas un editor tan reconocido como Chus Visor dio una  entrevista en la que aseguraba que la poesía española escrita por mujeres no estaba a la altura de la escrita por hombres. ¿Qué piensas de afirmaciones como esa?

Me parecen desconcertantes las declaraciones de Visor, por quien siento un gran aprecio. Sólo una breve respuesta: si tuviera que elegir un solo libro poético para recluirme en una isla desierta me llevaría la obra completa de una recatada y algo esquiva dama, Emily Dickinson. No concibo nada mejor que sus versos.

En el Perú pocos saben que fuiste asistente de dirección de Jesús Franco. ¿Qué nos puedes contar de esa experiencia con el extravagante y prolífico director?
Jesús Franco o (entre otros alias) Jess Franck, era un gran artista y un hombre de gran cultura que tenía un prisa enorme al rodar y un ‘horror vacui’ a no hacer cine. La experiencia de ser ayudante suyo me marcó, teniendo yo dieciocho años y ninguna experiencia previa, aunque en aquel momento sólo sufrí los rigores de su vertiginoso ritmo. No he vuelto a ver esas dos películas que hice a su lado, Bésame, monstruo y El caso de las dos bellezas (que Tarantino estima magistrales), quizá por narcisismo, pues aparecía en ellas en cinco o seis intervenciones episódicas, lo que los norteamericanos llaman un ‘walk in’. Temo no reconocerme, casi cincuenta años después.
Entiendo que es tu primera visita a nuestro país… ¿qué expectativas tienes?
Es mi primer viaje a Perú, y volveré de nuevo en diciembre de este año, al Hay Festival de Arequipa. Es un viaje de iniciación, por tanto, en el que espero descubrir, aparte de paisajes y gentes y libros peruanos desconocidos por mí, algún nuevo modo de cocinar el chupe de camarones, mi sopa favorita de todos los tiempos y lugares (siendo yo un “sopista” incondicional, desde niño).
Pero no será tu primer contacto con nuestra cultura...
No. De hecho tengo un “pasado” artístico peruano. Traté bastante en mi primera juventud, cuando él vivía en Madrid, al pintor José Tola, de quien conservo obra plástica de su etapa de finales de 1960, y colaboré durante años, en mi faceta de crítico, en una inolvidable y “epoch making” revista, Hablemos de cine, única en su momento en toda América Latina. También, claro está, la literatura, pues aparte de sus novelistas de primera magnitud, soy un adicto a la corriente irracional de la poesía peruana del siglo XX, que descubrí siendo estudiante, en el extraordinario volumen de la colección barcelonesa Ocnos, gracias a la recopilación hecha por Mirko Lauer y Abelardo Oquendo de los Surrealistas & otros peruanos insulares, que así se llamaba el libro. Allí estaban César Moro y Martín Adán, entre otros, y después leí a Blanca Varela y a Westphalen; a este último le conocí, ya seriamente enfermo pero muy alerta de cabeza, en Alicante, adonde vino a recoger el premio internacional de poesía Miguel Hernández, del que yo había sido jurado. Conservo mi ejemplar de Bajo zarpas de la quimera con la dedicatoria a lápiz del maestro fechada el 30 de octubre de 1998.
¿Cuáles son tus próximos proyectos narrativos en novela y en cine? ¿Algún nuevo proyecto teatral?
A finales de este año aparecen mis ensayos literarios recogidos, un volumen de más de 500 páginas que lleva el título de Enemigos de lo real. Pero estoy de nuevo metido de lleno en la narrativa: un cuento de inspiración shakesperiana y una novela, la tercera de un ciclo, que hube de interrumpir hace más de dos años, cuando tenía escritas unas sesenta páginas, y ahora redescubro como a un hijo pródigo que vuelve al hogar y ya nada  es lo mismo.

Escrito por

Gabriela Wiener

Es escritora y periodista. Colabora en El País Semanal, La República y en La Mula. Su último libro es "Llamada perdida".


Publicado en

Redacción mulera

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