Tremendo escándalo se armó la semana pasada cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales, le regaló un crucifijo con la forma de la hoz y el martillo al Papa Francisco. "¡Hereje!", "¡Rojo!", "¡No mezcle la religión con el comunismo!", le gritaron a diestra y siniestra (pero sobre todo por la diestra).

Y aunque esa cruz tiene toda una historia detrás (fue hecha originalmente por el mártir español Luis Espinal, un defensor de los derechos sociales asesinado en La Paz) que aquí explicamos bien, muchos siguieron insistiendo en que el regalo era un ofensa contra el Papa.

Ni siquiera las declaraciones del portavoz del Vaticano, quien dijo que no había ninguna ideología en el regalo, fueron suficientes. Incluso dijeron que el Papa, ofendido, había dejado el regalo en Bolivia. Pues bueno, les explicamos: por costumbre, Francisco no recibe ninguno de los regalos en sus viajes; siempre termina donándolos.

Otro ejemplo es el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, quien dijo que fue un "desatino" de Evo.

"No es correcto que esté usando símbolos de lo que fue el marxismo, un materialismo ateo y que ahí ponga la cruz. Esos contrastes son de mal gusto".

¡ENTIENDE DE UNA VEZ!

Pero como el alboroto continúa y la tozudez es difícil de torcer, el propio Papa Francisco ha tenido que aclarar todo con sus propias palabras.

¿Y qué dijo? Pues lo lógico: "Yo entiendo esta obra, para mí no fue una ofensa".

Francisco agregó que hay que contextualizarla con el momento en el que vivió Espinal, torturado y asesinado. Por eso calificó el objeto como "arte de protesta".

Además, explicó que el padre Espinal era uno de los exponentes de la Teología de la Liberación -como el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez-, en la que una de sus muchas ramas "proponía el análisis marxista de la realidad".

¿Habrá quedado claro ahora?


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