Estados Unidos y la Unión Europea sospechan que Irán lleva a cabo un programa secreto con el cual planea fabricar una bomba atómica. Sí, una bomba atómica como las que en 1945 mataron a más de 250 mil personas en Hiroshima y Nagasaki.
Pero puede que la palabra clave sea, en realidad, la “sospecha”. Irán niega tener esos fines y alega que la energía nuclear que produce es para generar electricidad y para fines médicos. Pero a E.E.U.U. y compañía, el que Irán cuente con uranio, plutonio y 19 mil centrifugadoras para enriquecer el uranio, le pone los pelos de punta.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha adoptado seis resoluciones contra los programas nuclear y balístico de Irán entre 2006 y 2010 por incumplimiento de sus obligaciones internacionales. A esto se suma la sanciones impuestas por E.E.U.U. desde 1979 debido a la toma de la embajada en Teherán. También la Unión Europea dio su cuota de castigo en 2007. Y esas son las armas de negociación que manejan ahora para limitar el supuesto programa iraní.
El documento que se negocia estos días en Viena ofrece levantar las sanciones que ahogan al país a cambio de que el número de centrifugadoras se reduzcan a 6.104, que estas sean del tipo IR-1 -“un modelo antiguo y rudimentario”, según El País-, que enriquezca el uranio no a 90% como requiere un arma atómica sino a un máximo de 3,67%. Además que su stock de uranio pase de 10 mil kilogramos a 300 durante 15 años.
Uno de las interrogantes es cómo comprobar que lo haga realmente. Irán se resiste a que el Organismo Internacional de la Energía Atómica ingrese a sus bases militares e interrogue a sus científicos, pero Francia insiste que el acceso debe ser total.
El plazo de las negociaciones se acaba hoy, después de varias prórrogas. Dependiendo de si el Congreso de E.E..U.U. recibe hoy o mañana el acuerdo, tendrán entre 30 y 60 días para dar un veredicto.