El bloguero  Alessandro Caviglia publicó el 28 de junio un post (y otro más sobre el mismo tema en el que explica su opinión) en el que señalaba que habría un intento de censura contra un artículo de opinión del catedrático y economista Germán Alarco, en torno a la inversión minera.

El defensor del lector de Perú21, Carlos Basombrío, respondió a esta acusación y publicamos íntegramente su respuesta. Que el lector saque sus propias conclusiones:


Carlos Basombrío: Un problema con tres patas

Esta columna se origina en un pedido de opinión al señor Germán Alarco, para incluirla en un especial del diario basado en un informe del Instituto Peruano de Economía que, en resumen, señala que miles de millones de dólares no se pudieron invertir en minería en los últimos años, debido a conflictos sociales, exceso de permisos, o una combinación de ambos. 

PRIMERA PATA: UN MUY DESAFORTUNADO CORREO ELECTRÓNICO

Alarco envió su columna el viernes 26. Como respuesta recibió un correo electrónico de una periodista de la sección Economía señalando lo siguiente: “…te escribo por encargo de Juan José que por favor reenfoques tu columna en que estos proyectos fueron paralizados ajenas a la empresa (conflictos sociales, trabas burocráticas, etc.) y por tanto te rogaríamos que destaques tu opinión en torno a esta situación”.

Se me ha explicado en el diario que el problema no era su posición, que fue invitado a escribirla porque la conocían de anteriores ocasiones y lo que buscaban era justamente un punto de vista diferente; que el pedido de focalizar estaba referido a que no abordaba el tema. Es decir, opinaba sobre el problema de otros proyectos mineros que se han detenido por razones vinculadas a costos de los minerales y reducción de los márgenes de ganancia. Y que el informe especial se refería a aquellos proyectos que, según el IPE sostiene, se habrían postergado, o incluso detenido, por los conflictos sociales y los trámites. En resumen, que lo que le pedían era que opinara específicamente sobre el tema del especial y no se trataba de censurar su punto de vista.

El problema es que eso no queda claro, para nada, en la comunicación enviada y, más bien, queda la ambigüedad de que en realidad se le pide que cambie su opinión. Eso motiva la respuesta de Alarco, diciendo, “por favor dile a Juan José que lo que me piden es inaceptable y antidemocrático (a las minorías se les escucha). Para la próxima no me hagan perder el tiempo. Tienen muchos “analistas y economistas útiles para el coro”.

Hasta acá el primer capítulo de este problema y mi conclusión es que el diario erró en los procedimientos, trasmitió mal lo que quería y generó una ambigüedad que hizo suponer a Alarco que se trataba de una censura. Perú21 tenía la responsabilidad de dejar meridianamente claro a qué se refería con el concepto de “reenfocar” y si el invitado consideraba que aun así era lo que quería decir, publicar la colaboración sin más trámite. Después de todo fue idea de Perú21 que Alarco escribiese en sus páginas y no viceversa.

SEGUNDA PATA: ¿CONTROL DE DAÑOS?

Entramos al segundo capítulo de esta historia. La columna fue publicada tal cual fue escrita y en el marco del especial para el que fue solicitada. Siendo así, el argumento de la censura se debilita. ¿O alguien en su sano juicio piensa que el director esperaba que Alarco sostuviese una posición en esa columna que nunca antes había sostenido?

Aun así, queda pendiente saber si se publicó la versión original solamente para hacer un control de daños y evitar un problema mayor. Hecha la consulta a Alarco y a Garrido tengo dos versiones que se contradicen.

Alarco me señala que su hipótesis es que “no iban a publicar mi columna, pero se dieron cuenta o alguien les informó de mi envío a redes y adelantaron la publicación para evitar acusaciones. Si iban a publicar debieron enviarme un mensaje el mismo viernes en la tarde-noche para decirme que a pesar de las diferencias lo iban a publicar. ¿Qué les costaba decirle a Jimena que me vuelva a escribir otro correo?”

Garrido me señala que en ningún momento estuvo para él en cuestión si publicaría la columna de Alarco; que lo invitó sabiendo como pensaba, que nadie fue invitado en su reemplazo y que su decisión de publicarla, tal cual, fue respuesta al malentendido suscitado por la confusa redacción del correo. Enfatiza el hecho que la publicación en La Mula del post sobre lo ocurrido apareció a las 00.40 del domingo cuando el diario ya estaba en imprenta. Agrega, además, que él conoció de este post el domingo por la noche y que el lunes se publicó en la web una aclaración en los términos antes indicados.

Juzgará el lector sobre cada una de las versiones de los hechos. Por mi parte, sí considero que debió haber una nueva comunicación a Alarco haciéndole explícito que la columna se publicaría de todos modos. En su respuesta escrita a mi consulta del porqué no se le avisó a Alarco, Juan José Garrido me dice: “Tenía entendido que sí se hizo; si no se hizo, creo que fue un error, pero ni remotamente cercano a lo de que se nos acusa”.

En resumen, creo que Alarco debió ser debidamente informado de que su columna iba a ser publicada en los términos en que él la mandó. Al no hacerlo nos topamos con otra falla importante en los procedimientos del diario, que no debe repetirse, a riesgo de mermar su credibilidad.

TERCERA PATA: DISCREPAR PERO NO MENTIR

La Mula publicó el ya mencionado post sobre el tema del señor Alessandro Caviglia con el título de ¿MEDIOS DEMOCRÁTICOS? CÓMO EL INTERÉS DE LAS EMPRESAS CORROMPE EL DEBATE DEMOCRÁTICO. El señor Caviglia tiene todo el derecho de tener el punto de vista que quiera y yo también de discrepar con él; para empezar porque si no, no hubiera aceptado el cargo que ejerzo. Hasta allí un debate ideas que me parece saludable.

Lo que sí no creo es que tenga derecho a mentir. Y lo hace cuando dice: “Indignado, con justa razón, el economista no accedió a la exigencia, y el artículo no fue ni modificado ni publicado [el subrayado es mío]”. La verdad es otra: fue publicado en el mismo informe especial para el que fue solicitado, por lo demás como me ha dicho el señor Alarco, fue incluso publicado antes de la fecha originalmente prevista.

Para que no quede duda de la desinformación, Caviglia añade: “Y me siento honrado de que el profesor Alarco me haya confiado el material para difundirlo por este medio. Así que procedo a presentar el artículo y, seguidamente, las reacciones que generó” [el subrayado es mío].

Mi conclusión sobre estos primeros tres puntos: Perú21 cometió dos errores de procedimiento graves y ojalá nunca se repitan. Luego, en la denuncia de los hechos, se ha faltado intencionalmente a la verdad con propósitos que, quien lo hizo, debiera explicar.

CUARTA PATA: APROVECHANDO LAS CIRCUNSTANCIAS, METO UN TEMA NO RELACIONADO

Desde que empezó mi gestión como Defensor del Lector el aspecto más polémico y reclamado por los lectores ha sido que me pronuncie sobre las columnas de opinión. Una parte de ellos no ha podido (o querido) comprender que mi encargo es sobre lo que el diario “firma”.

Desde que ejerzo esta función ha habido ya tres ocasiones en que el director ha escrito sobre reclamos de los lectores en relación a columnas. Y, antes de que yo llegara, hubo un caso en el que tuvo incluso que tomar medidas muy radicales.

Hay lectores que no se conforman con la situación y que quisieran que yo también participe. Y están en todo su derecho. Pero hay algunos, pocos pero activos, que se dedican sistemáticamente a insultarme por esa situación. Son de la extrema izquierda y de la extrema derecha católica (Ojo, no digo que todos los conservadores o todos los izquierdistas insulten o lo avalen).

Bueno, ya que quieren saber cómo quisiera yo que fuesen las columnas se los digo. Me apoyo en un extracto del Manual de uso y estilo de The New York Times (que encabeza el decálogo de Perú21): “…la meta está definida: una prosa clara, precisa, educada, que exprese de una manera efectiva la información relevante para unos lectores atareados. Esos lectores no deben ser mal informados, ni verse distraídos por el desorden ni incomodados por la pedantería, la búsqueda de polémica, la jerga o argot, la negligencia o la descortesía. De hecho, el lector solo debe detenerse en nuestra prosa para, ocasionalmente, hacer una pausa y admirarla.”

Sé perfectamente que se refieren a las informaciones y no a las columnas. Pero en mi caso, soñaría que para las columnas de opinión de Perú21 (y de todos los diarios) la meta que visualiza The New York Times se vaya consiguiendo, también, en el debate de opinión en el Perú. Un sueño que sé lejano, o quizás imposible.