Ivan (Cillian Murphy) es un halconero cuya calma se ve interrumpida cuando una periodista (Mélanie Laurent) le empieza a hacer preguntas sobre su madre, una artista con supuestas habilidades de curación a través de la naturaleza. La artista, Nana Kunning (Jennifer Connelly), ha abandonado a su hijo veinte años atrás, cuando él tenía apenas diez, para perseguir su nueva vocación y tras un incidente trágico que involucra al hermano menor de Ivan. Gracias a la intervención de la periodista, Jannia, Ivan inicia un viaje para reencontrarse con su madre y confrontarla. 

La más reciente película de Claudia Llosa representa el primer intento de la directora y guionista peruana por sacar una de sus historias del contexto peruano. Rodada en inglés, en Canadá, Aloft consigue –tras algunos silencios incómodos durante la primera media hora– narrar una historia coherente y cerrada sobre el drama del amor filial y los límites de la responsabilidad de la madre –o la falta de ellos–. Llosa mantiene su interrogación por lo esotérico en el mundo contemporáneo, pero esta vez lo hace desde el punto de vista estrictamente contrario de Ivan, restringiendo el misticismo de Nana a un rol casi instrumental en la trama.

mélanie laurent en aloft


Los personajes

Desde el principio queda claro que el punto de partida de la creencia de Nana en la curación por medio de una especie de arte integrado con la naturaleza es la desesperación. Desesperada por salvar a su hijo menor de la enfermedad, Nana acude al psicomago –por llamarlo de alguna manera– como último recurso. Como madre soltera, además, deriva muchas de las responsabilidades al hijo mayor, Ivan, cuya carga termina por ser demasiado pesada, llevándolo a formar un resentimiento que Nana se niega a enfrentar. 

jennifer connelly en aloft

En Aloft, Llosa vuelve a construir, tanto en Nana como en el Ivan adulto, unos personajes de decisiones tan unilaterales que es difícil aceptar la ceguera con la que actúan. La directora ya había propuesto este tipo de caracteres en los personajes representados por Magaly Solier en Madeinusa y en La teta asustada, pero en este caso lleva esta actitud aun más lejos al crear lo que uno no puede sino calificar como una mala madre. Esto no solo genera un personaje que intriga al espectador, sino que lo hace preguntarse por el equilibrio entre maternidad e identidad -y si seríamos igual de duros con un padre que abandona a su hijo por seguir un sueño-.

Quizá lo más interesante de la relación madre–hijo en este drama es que la madre no tiene ninguna intención de redimirse con su hijo abandonado. Es Ivan quien, tras veinte años, se anima a buscar a su madre, y en el camino descubrimos un personaje con una vida y unos recuerdos llenos de culpa disfrazada de ira. El desarrollo de su amistad con Jannia –que se da al más puro estilo de una película roadtrip hace salir a la superficie unas emociones más bien violentas que Llosa utiliza como preparación para el encuentro final.


el ambiente

Nana tiene una relación con la naturaleza que pretende ser orgánica –es una especie de arquitecta de nidos–, creando unas obras de arte que sirven como lugares de curación mística. Sin embargo, la mayor parte de la película transcurre desde el punto de vista escéptico de Ivan, y Aloft se sirve del paisaje congelado del norte de Canadá para establecer una relación con una naturaleza que es a la vez de increíble belleza y de insoportable hostilidad

Cillian murphy en aloft

Quizá Llosa peca aquí –como en La teta asustada– de abusar del uso del paisaje como generador de ambiente, de forma que, especialmente en la primera parte, la extrema tristeza que se transmite visualmente parece desproporcionada respecto al relato. En última instancia, ese relato admite un poco de esperanza, pero el ambiente opresivo de Aloft nunca llega a abrirle al espectador esa puerta. Tomando en cuenta, además, que ‘aloft’ significa ‘en el aire’ o ‘en vuelo’, y que el título castellano es No llores, vuela, Llosa podría haberse permitido algo de optimismo tanto en la fotografía como en la expresión de emociones de sus personajes.

Estos, por el contrario, no parecen tener ningún acceso directo a la libertad que representa volar: Nana se libera por medio de su arte, pero a un costo altísimo; Ivan vuela a través de sus halcones, pero eternamente amarrado al suelo. Sobre todo en el caso de Ivan, esta parece una caracterización injusta, ya que él mismo tiene una familia y una carrera exitosa.

jennifer connelly en aloft


el estilo

A pesar de ofrecer cierta resistencia para comprometer al espectador durante su primera parte –gracias al ambiente opresivo y una narración fragmentada–, vale la pena darle a Aloft el beneficio de la duda, que termina por merecer al atar los cabos y resanar sus fracturas durante la segunda mitad de la película. Llosa genera extrañeza en vez de aversión hacia las acciones de la moralmente ambigua –por decir lo menos– Nana y abre con un excelente uso de herramientas narrativas el trasfondo de Ivan, dejando juzgar al espectador en vez de decirle qué pensar. 

Auxiliada por unos actores mucho más profesionales que cualquiera con quien haya trabajado antes –especialmente Murphy hace una interpretación poderosa taciturno pero altamente sensible Ivan–, Llosa ha conseguido llevar su estilo a un ambiente completamente distinto al que le es propio. Aunque, hasta el momento, ese estilo es aun bastante burdo –acercándose por momentos peligrosamente a ser una caricatura de sí mismo– la directora demuestra con Aloft una versatilidad cuya evolución podría ubicarla entre las grandes autoras de cine.



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