El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha acusado a los acreedores de Grecia de saquear su país. Por su parte, el presidente del Banco de Grecia, Yanis Sturnaras, aseguró hoy que el fracaso de las negociaciones entre el gobierno griego y la troika puede provocar el "Grexit", es decir, la salida del país de la eurozona.

Y aunque Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha dicho que aún es posible conseguir un acuerdo, no son pocos los que esperan que esta novela finalice aun cuando ello signifique el Grexit. 

"Cualquiera que sea el juego que los griegos piensan que están jugando, su gobierno probablemente ahora sólo desea ver el fin de las humillaciones. Del mismo modo, cualquier juego que el Eurogrupo piense que ha estado jugando, seguramente ahora sólo piensa en finalizar la frustración. Si es así, el default de Grecia, la salida y la devaluación podrían quedar bastante cerca", dice el analista Martin Wolf en una columna del Financial Times.

Los europeos aún tendrían que admitir que no recuperarán buena parte de su dinero; y tendrían que ayudar a evitar un colapso griego. Podría ser un alivio divorciarse de un socio difícil. Pero el socio seguirá existiendo, aun cuando este matrimonio monetario haya terminado. Grecia seguirá ubicada estratégicamente e incluso dentro de la Unión Europea.

Si Grecia sale de la zona euro, la unión monetaria dejaría de ser irrevocable. "Nuevas crisis llegarán. Cuando lleguen, la confianza en la unión sería menos que total después de una salida de Grecia. El programa de Transacciones Monetarias no Reintegrables, anunciado por el Banco Central Europeo en el 2012, podría tener que ser implementado para calmar los nervios. Pero podría fallar. La especulación autocumplida podría forzar aún más 'divorcios'", señala Wolf.

Algunos argumentan que Grecia al menos podría mejorar después de caer en default y salir del euro. De hecho, es teóricamente posible que el impago a sus acreedores públicos, combinado con la introducción de una nueva moneda, una gran devaluación (acompañada de políticas monetarias y fiscales sólidas), el mantenimiento de una economía abierta, las reformas estructurales y mejoras institucionales, puedan marcar un giro para mejor. Pero mucho más probable es un período de caos y, en el peor caso, un Estado fallido. Una Grecia que podría gestionar bien la salida también habría evitado la situación de hoy en día.

Grecia ha hecho ya reformas importantes, incluyendo sus planes de pensiones y el entorno empresarial. Pero dar marcha atrás en este tipo de reformas sería un gran error, como argumenta el Eurogrupo y el FMI.

Ninguna de las partes debe subestimar los riesgos. También es crucial evitar el desprecio tan característico de los ataques de nervios causados por las negociaciones fallidas.

"De hecho, la gran mayoría de los préstamos oficiales a Grecia no se hicieron en su beneficio en absoluto, sino en el de los irresponsables acreedores privados. Los acreedores también tienen el deber de tener cuidado. Si son descuidados, corren el riesgo de tener grandes pérdidas. Si los gobiernos quieren salvarlos, sus propios contribuyentes deberán pagar", añade el especialista.

Dado todo esto –dice el analista– es trágico que el quiebre ocurriera ahora, después de que ya se ha sufrido tanto dolor. "No es muy tarde para alcanzar acuerdos que promuevan reformas, minimizando la austeridad adicional y haciendo que la deuda sea más manejable. Eso también sería bueno para todos al largo plazo", anota. 

Así las cosas, el objetivo debe ser asegurar un acuerdo. Y para ello hay que enfriar los ánimos, de lo contrario, todo seguirá complicándose. Eso sí –resalta Wolf–, de ocurrir el Grexit, ni los griegos ni sus socios deberían imaginar un quiebre limpio. La relación continuará. Sólo que se volverá tóxica. 



(lustración portada: Ingram Pinn, Financial Times)



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