Creo que ya todos sabíamos que la política peruana puede ser impúdica y obscena. Pero las declaraciones que el congresista Juan Carlos Eguren ha lanzado en menos de 24 horas -con el frenesí de un grito orgásmico- realmente violan cualquier horario de protección al menor (y no un simple beso gay, como algunos pacatos piensan).
Y es que, no satisfecho con decir que las mujeres violadas "difícilmente quedan embarazadas" debido a que no lubrican por el estado de shock que las afecta en esa situación, el legislador del PPC volvió a arremeter con más declaraciones para el olvido.
Hoy, por ejemplo, dijo que "el 40% de violadores no eyaculan y por eso no hay posibilidad de embarazo". Una perla más y aún nadie que le calle la boca.
¿Qué está pasando con Eguren? ¿Tendrá algún problema psicoanálitico digno de estudio? ¿O se trata solo de raptos coprolálicos y pornófilos?
Lo peor de todo es que, aunque puedan sonar a broma todas esas referencias a secreciones, hay un sesgo demasiado perverso en su persistencia por tratar de desligar la dolorosa experiencia de la violación, del sufrimiento de una mujer que, aparte del vejamen, deba llevar en su vientre un hijo que no desea (sin contar toda la presión social en un entorno ya de por sí bastante prejuicioso y conservador).
Aunque Eguren ha dicho que tiene las "pruebas científicas" de sus afirmaciones, hasta ahora no las muestra. Lo cierto es que las que sí existen son las pruebas científicas que lo refutan. Y aun así, convertir el número de embarazos por violación en una mera estadística sigue siendo cruel y frívolo.
En este punto, poco interesa si son más o menos las mujeres -muchas de ellas menores de edad- que terminan embarazadas tras una violación. Así sean una ínfima minoría o una excepción a la regla, deberían tener todo el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, sobre su propio sufrimiento, sobre su propia vida.
Pero eso es lo que Eguren no entiende ni entenderá. Y seguirá refugiándose en sus falsas estadísticas, sus ausentes investigaciones científicas y sus (estos sí) sólidos dogmas religiosos para seguir imponiéndose con la prepotencia del peor de los inquisidores.
Y ojalá le den sin lubricante. Ojalá le den una lección moral, digo, porque de verdad la necesita.
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