No es el TLC con EEUU ni el TPP, en el cual también participa ese país. Este acuerdo no afecta directamente al Perú, pero quién sabe si a la larga, por algunos de nuestros servicios o recursos podamos estar involucrados. Es el Tratado de Libre Comercio e Inversión (Transatlantic Trade and Investment Partnership, TTIP), que negocian EEUU y la Unión Europea (UE), que hoy debía debatir y votar el Parlamento Europeo. Uno de sus temas más controvertidos en su agenda de esta semana. 

Sin embargo, el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, decidió posponer la votación luego de que el informe a ser votado recibiese durante las últimas horas más de 200 enmiendas.

El TTIP es un tratado que se está negociando en la actualidad entre EEUU y la UE para incrementar el comercio y la inversión bilateral. La versión oficial es que se explotaría un auténtico mercado transatlántico y habría nuevas oportunidades económicas de creación de empleo y crecimiento mediante un mejor acceso al mercado y una mayor compatibilidad reglamentaria y marcando una pauta en materia de normas mundiales.

Uno de los puntos más polémicos para los eurodiputados, el establecimiento de un sistema de arbitraje para la solución de controversias inversor-Estado (ISDS), ha enrarecido las posturas en los grandes grupos, especialmente entre los socialistas y demócratas. Por su parte, la patronal europea Business Europe, ardiente defensora del TTIP, ha asegurado que el informe es "equilibrado" y advierte que las enmiendas ponen en riesgo la negociación del tratado.

Pero ¿por qué genera tanta polémica y rechazo este acuerdo comercial? 


No se lo digas a nadie

La Comisión Europea, por un tratado de 1992, puede negociar acuerdos bilaterales en nombre de los estados. De hecho, Bruselas y Washington acordaron que “todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al público durante 30 años”.  Incluso, cuando empezaron las negociaciones la Comisión apenas daba explicaciones sobre los encuentros, y han sido las movilizaciones ciudadanas y las presiones políticas las que han obligado a Bruselas a hablar sobre el acuerdo. Es más, lo poco que se publica oficialmente es desactualizado, y no se informa sobre la posición estadounidense en las negociaciones. Lo parlamentario que deseen leer algunos de estos documentos deben sacar cita especial y cumplir con ciertas condiciones (sin cámara, sin preguntas ni poder comunicar a terceros lo que leen).


Con el padrinazgo del Tío Sam

El Observatorio Corporativo Europeo (CEO) estima que el 92% de las reuniones de la Comisión han sentado al otro lado de la mesa a las grandes empresas, quedando los representantes de la sociedad civil relegados a un segundo plano. Son las firmas las que quieren este tratado. Los críticos del TTIP advierten que perjudicará a pymes y a trabajadores independientes, y realtan que el acuerdo es un instrumento construido para afianzar aún más el poder de las multinacionales.


El inversionista tiene la razón

Uno de los apartados más polémicos del TTIP es la cláusula de protección de inversiones denominada ISDS (Investor-State Dispute Settlement), que permitirá a las multinacionales demandar por cifras millonarias a los estados en los que inviertan. Lo harán ante paneles arbitrales, y no ante las justicias nacionales, y siempre que consideren perjudicadas sus inversiones por los cambios normativos que decidan introducir los gobiernos. Sólo pueden demandar las empresas, nunca los estados, y los laudos son irrevocables. Para el Estado hay dos riesgos esenciales: por un lado el de la difuminación absoluta en el marco del TTIP y la eventual imposibilidad de aplicar políticas distintas a los enunciados neoliberales que laten en el TTIP. Las características de un tratado como éste, dependiente además de la Unión Europea, harían materialmente imposible su modificación en el caso de que nuevas mayorías pidieran su modificación.


El cliente no tiene la razón 

Los ciudadanos europeos correrían el riesgo de perder sus derechos laborales (EEUU sólo ha suscrito dos de los ocho convenios fundamentales de la OIT); sus derechos de representación colectiva estarían limitados; además los servicios públicos serían privatizados. Por su parte, los ciudadanos estadounidenses tendrían mayor dependencia del petróleo si se consuma la restricción a la utilización de los carburantes menos contaminantes; no tendrían acceso al etiquetado de productos modificados transgénicamente; entre otros aspectos.

 

A romper suelos y comer chanchitos 

Los detractores del TTIP advierten que el acuerdo permitirá el empleo del fracking y facilitará la entrada de arenas bituminosas en Europa. También señalan que permitirá comercializar alimentos que hoy están prohibidos en Europa.  Dos ejemplos: los pollos clorados, que hoy no pueden venderse en el Viejo Continente, y los cerdos alimentados con Ractopamina, sustancia prohibida en la UE hace casi 20 años y que está vetada en cerca de otros 150 países, pero el 80% de los cerdos criados en EEUU se nutren de esa hormona.