Lo que ocurre en el Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima (a.k.a Maranguita) es preocupante. No solo porque cientos de jóvenes se rebelaron ayer por el traslado de 32 de ellos al penal de Piedras Gordas II en Ancón, sino por la violencia que se vive en el reformatorio.
Ayer por la tarde un incendio alertó a los vecinos de la zona, en la avenida Costanera. Los bomberos llegaron, encontraron una situación grave: un edificio que emanaba humo por un incendio interior. Sin embargo, según reportan algunos medios, los bomberos no pudieron ingresar debido a los protocolos de seguridad que exige el reformatorio para menores. El incendio empezó aproximadamente a las 5 de la tarde, día y hora con más afluencia de visitas a reclusos.
¿Entonces? ¿Qué ocurre en 'Maranguita'? Los vecinos de San Miguel han salido hoy en la mañana a protestar pacíficamente con pancartas y piden que trasladen el reformatorio a otra zona porque no se sienten seguros, que siempre hay desorden, que los domingos se forma un caos terrible por la cantidad de gente que se aglomera en las puertas.
Los padres de los jóvenes recluidos, a su vez, reclaman que sus hijos tienen derechos que los amparan y que a veces les cuentan que son atacados, que los guardias los tratan mal, que se comen su comida, que dejan desnudos a los que se portan mal.
El problema surge desde todos los frentes: El reformatorio no cumple su función para regenerar a los complicados adolescentes, quienes con el tiempo se vuelven más violentos en su interior. El último motín pone en el debate nuevamente la precariedad de la seguridad de 'Maranguita' y las pocas medidas de solución que hay ante una situación como la de ayer.
No se ven soluciones a la vista. No hay debate en cuanto a las políticas de mejora del reformatorio. No hay nada.
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