Los últimos presidentes de la República, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala dijeron que lucharían frontalmente contra la corrupción. Dijeron. Tan solo un ejemplo -de muchos- de que eso quedó solo en palabras -típico caballito de batalla cuando les toca declarar frente a cámaras- es la fragilización de los cimientos de la Procuraduría Anticorrupción, promovida durante los gobiernos de cada uno de ellos, como luego detallaremos.

Este órgano que forma parte del Ministerio de Justicia ha tenido y sigue teniendo muchas limitaciones. Suele recibir el respaldo circunstancial del gobierno central, y es además un órgano que tiende a recibir críticas desde todos los frentes posibles. Agregarle a ello, las presiones y manipulaciones que pueden llegar, a nivel interno, de instituciones públicas cercanas a ellas.

Ayer en el programa Rumbo Económico, el exprocurador anticorrupción, Julio Arbizu mencionó algunos puntos centrales para comprender el devenir de la lucha anticorrupción en el Perú, al nivel de las instituciones responsables; además del por qué ésta no ha sido constante ni sostenible en todo este tiempo.

Estas son algunas de las ideas que sostuvo el letrado peruano en la entrevista:

1) Percepción versus realidad. Existe una "desproporción abismal entre la percepción y la frecuencia de algunos tipos penales de algunas instituciones que se ven en el imaginario colectivo como las más corruptas". Esta afirmación nace de la experiencia de trabajo de Arbizu en recopilar datos concretos en materia de corrupción, para luego contrastarlos con la percepción generalizada.

2) La desarticulada alta jerarquía bicéfala. "El decenio fujimorista ha sido probablemente el más aciago de la etapa republicana en términos de corrupción". Junto con el reo y exasesor Vladimiro Montesinos, hubo "una captura del estado desde adentro", de la que ellos son esencialmente los responsables. Fue un periodo en el que hubo una corrupción, en términos de Arbizu, unívoca, bicéfala, piramidal, que obedecía hacia arriba, "eso no lo tenemos ahora".

3) La fragmentación. "Esta corrupción de hoy es mucho más complicada porque lo que hace es establecer núcleos segmentados de corrupción en las instituciones, y que se van comunicando entre sí".

4) Efectos de la pérdida de propósito. La "desinstitucionalización galopante" que experimenta el Estado permite que se perpetúen conceptos nocivos como aquella que sostiene que la corrupción es el "aceite para la economía".

5) Desmoronamiento con la luz de una estrella. En el segundo gobierno de Alan García "se desmontó prácticamente la procuraduría hasta reducirla a su mínima expresión".

6) Palabras. La lucha anticorrupción "ha caído en saco roto en los últimos meses, que no ha apostado por construir un nuevo sistema, o reforzarlo".

7) Sin calibrar las armas. La corrupción de núcleos segmentados (ejemplo: la red de Orellana, y su capacidad para expropiar terrenos privados y del estado) "sí responden a un sistema: hay interoperabilidad entre sus operadores. El Estado no afronta la lucha contra esa corrupción sistémica de una manera sistémica: las instituciones públicas nunca se comunican, hay peleas por competencias".

8) Necesidad de reforma. Para Arbizu, proyectos de ley como el de la imprescriptibilidad de delitos por corrupción, o la discusión sobre la responsabilidad penal de personas jurídicas, han quedado relegadas "porque no hay  voluntad".

Mira la entrevista aquí:

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