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Edición de colección. portada  de Fernando de Szyszlo

Carlos Germán Belli, el primer poeta del cuerpo

Una lectura a ¡Oh Hada Cibernética! 

Publicado: 2015-05-23

¿Por qué me han mudado del claustro materno, al claustro terreno? se pregunta la voz poética en el primer poema de Oh Hada Cibernética de Carlos Germán Belli y pronto nos descubrimos ante la palabra desovar (cuando los peces hembras sueltan los huevos en las aguas). ¿Por qué? He ahí el reclamo. Cito “En vez de desorvarme en agua o aire o fuego?  

Si bien para los peces solo existe la posibilidad de desovarse en el agua, para sobrevivir –in latu senso— designa también el aire y el fuego, no así a la tierra. Esta misma voz poética se convierte en un lacerante perpetuo del elemento tierra, donde mora el propio cuerpo de quien lo porta: el poeta.

Carlos German Belli es un poeta del cuerpo, acaso el primer poeta del cuerpo quien desde el primer poema de este libro realiza una de las más exactas disecciones de los reinos (espacios iluminados por su visión de mundo) la naturaleza y la humanidad. Al caer en ésta última no queda más que el cuerpo para responderse cada pregunta, para hacérsela, para increpar y desear que aparezca la luz bajo la carne, bajo las lonjas, y la piel con qué poder examinarla: verla de cerca, reducida a un solo sujeto que la lleva como en una caja de luz y levanta la tela con la que la cubre por placer, un placer nacido del conocimiento acerca de su naturaleza y saberla propia. Pero esta tela es la misma piel.

La cibernética no es en el año 60 más que una palabra que se atribuye al ordenamiento de información sobre el hombre, pero es en la escritura del poeta la perfecta disección por la que va a atravesar su cuerpo-carne-especie para encontrar al hada y con ella un nuevo orden, la luz, y quizá el destino. Él creerá lo que el hada le permita, esta diosa cibernética que todos los cuerpos portamos pero que de manera tan secretamente guardamos como ignorantes de nuestros propios dioses. Es decir, ellos están dentro.

El cuerpo conserva con discreción tal conocimiento. Ante nuestra ignorancia, Belli abre las carnes y los verbos sin más violencia que su rito con el lenguaje y nos muestra no solo al hada, sino a los elementos más importantes de su poética del cuerpo: como el bolo alimenticio, la enfermedad, la salud, el seso y el horrido mortero, este último como metáfora del vientre y el tiempo. Estos espacios son no natos porque se mantienen dentro de su propio cuerpo, y son sus manos en alguna extraña e irreconocible metáfora las que entran en su carne para hallar todos los elementos nombrados. Por qué me han mudado del claustro materno, he ahí el primer reclamo del espacio. La tierra es finalmente hostil pero es lo que rodeará al cuerpo para siempre, al cuerpo, su lenguaje y su capacidad de diseccionarse a sí mismo y estrecharlo con las palabras, capacidad que en este caso solo posee Carlos Germán Belli tras un largo acto de reconocimiento y metamorfosis con su cuerpo.

Todos los espacios de su poética al parecer son no natos y por lo mismo implosionan para volver a unirse, para restaurar sobre el espacio el mismo lamento. El espacio familiar no escapa a esta descripción donde la madre y la tierra son contradictorias porque no conviven sino alimentándose una de la otra, destruyéndose y en medio de este escenario, el hada es a pesar de estar dentro del cuerpo, un elemento de la naturaleza, una deidad propia en comunión con el cuerpo y el exterior. La madre es el tiempo cual horrido mortero cuyo vientre pare hijos que se contradicen también en salud y enfermedad y se enfrentan de la misma manera. “En tanto que en su horrido mortero el tiempo me va ciscando” cito. Entonces desovado, podemos seguir una línea narrativa en esta misma poética en la que cada parte de su cuerpo es pormenorizada desde la soledad y dentro de otros espacios que podría bien ser la casa que consume todo o el mismo cráneo, que termina por ser la rama que contiene no solo al cerebro sino toda la información que adquiere como la misma cibernética se concebía en los años 60. Cito

Cuando el seso tiene la altura

de un grano de arena

De los libros el luminoso plectro

Diríase que pasa

A ser lía del recto,

Pues después de tanto leer sin tasa

Nada ha quedado en casa


Este luminoso plectro (culto inspiración o estilo de un poeta o varilla que sirve para tocar instrumentos) no es más que la soledad del que apoya los pies sobre la mayólica. Todo lo excreta, incluso las lecturas que son la luz que consume ésta hada secreta.

“Concebí el hada como medio liberador contra lo agobiante, contra el trabajo por ejemplo, como un medio liberador que nos aparta de una vida de ocio” comenta Belli, contradiciendo lo expuesto. Y lo cito porque es importante poder contrastar la propia visión del poeta contra la interpretación de sus lectores.

“Yo creo que eres el primer poeta del cuerpo y que al hacer una disección en vida, aparentemente sin dolor físico es que encuentras al hada como una propia deidad que solo puede provenir de la carne, porque la ahí está la renuncia a lo demás por medio de las lecturas, la abstracción. Haz abierto tu propio cuerpo y a pesar de que lo hayas llamado de las maneras más ásperas lo que quedó de ese corte tan personal y solitario fue el hada, la luz de los cuerpos, el lenguaje”; le comento a Carlos Germán Belli.

El poeta no usa palabras liricas para referirse al cuerpo. Él es tajante, y concede lo que una lija a la piel de un lector. El amor también pasa por el cuerpo, por el valle de heces, donde cada vez es mayor el deseo de estar menos atado a la humanidad y más al hada cibernética, en comunión con la naturaleza. Cito:

En vez de humanos dulces,

Por que mis mayores no existieron

Cual piedra, cual olmo, cual ciervo,

Que aparentemente no disciernen

Y jamás a uno dicen

“no dejes este soto

En donde ya conoces

De dó viene el cierzo, a dó el noto”

Después de reconocer el espacio no nato, el poeta reclama cada parte del cuerpo como su propio lenguaje, como su propia biología, la cual reconoce como único recurso de verdad. El hada aparece por primera vez en el poema abajo las lonjas donde y pide, implora, una presencia irreal, entonces el hada aparece deshumanizante. Pronto estamos ante el recorrido del cuerpo y el famoso bolo alimenticio no es más que el acto de mascar la niebla o la nada entre la muerte y el huracán. El final de este bolo es solo el polvo apocalíptico: termina como los cuerpos, siendo parte del valle de heces y, por lo mismo, de la naturaleza. Sin embargo, en el segundo poema al bolo alimenticio cito “qué bolo alimenticio horadará mi vientre o cual bola letal desprenderá sus brasas y asolaré mi nave? El cuerpo después de estos versos está ya conversando directamente con la muerte, es decir la pregunta que puede leerse es ¿cuándo entrará la naturaleza por mi boca a matarme?

Y ante la imminencia del horror porque este es un libro que no concede un segundo de calma, Belli opera el cuerpo con una minuciosidad de cirujano que se examina a sí mismo para ver lo que hay no solo dentro de él, sino para comprender el cuerpo y el dolor de los demás. La presencia del hada, es decir a una deidad propia hace que aparezca también el hado, y este es el destino de su propio cuerpo, la esperanza del que espera la dulzura de un reino ignoto. Cito: “¡Oh Hado! ¿harás que no sea vomitado/ por tu agua, tu aire, tu fuego”

No evita mostrar el cuerpo en todos sus estados. Del nacimiento al recto, con la agonía fecal, con el seso y la gárgara, el hada es tan real como el cuerpo e independiente a él, ya con forma propia, como luz y lenguaje. En medio de todo esto el yo poético opta por una deshumanización de su propia deidad, el hada y abre el diálogo mayor en la que se dicen que nacer es ya una catástrofe que nos enfrenta al cuerpo áspero y abierto del lenguaje, la enfermedad y la búsqueda del destino. ¡Oh Hada Cibernética!


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Redacción mulera

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