"Sacerdote corazonista y líder social y religioso suficientemente conocido tanto en Perú como en España, Gastón Garatea, es una referencia eclesial. Sin embargo, el cardenal [Juan Luis] Cipriani no le renovó la licencia para ejercer el ministerio fuera de su congregación. Profesor de la PUCP, cree que el arzobispo quiere controlarla, pero se muestra optimista y espera que el Vaticano termine dando la razón a la Pontificia Universidad Católica de Perú", así se expresa José Manuel Vidal, director de Religión Digital, un portal español con noticias relacionadas con lo que ocurre con la iglesia Católica en todo el mundo, quien recientemente estuvo en el Perú para entrevistar al sacerdote peruano.

Entre 'corazonistas', Vidal y Garatea tocan temas que no le deben agradar a Ciprani, pero tampoco al sector más conservador de la iglesia peruana. Aquí algunos pasajes de la entrevista.


Padre Garatea, ya que estamos en la Católica, como aquí la llaman, vamos a empezar por ella: ¿Cómo está el conflicto entre la Universidad y la jerarquía?

En estos momentos está detenido, desde la salida del anterior secretario de Estado. Lo que pretendía la parte del arzobispado -quitarle el título de Universidad Pontificia, Católica- se ha quedado en nada. Queda el problema jurídico, que tampoco se mueve mucho...


El jurídico tengo entendido que es a nivel civil.

Sí. Y tanto por civil como por canónico está en stand by. Estamos esperando que se diga algo, pero han cambiado ahora al prefecto de la Congregación por la Educación y nadie dice nada. Teníamos muy buena relación con él, por suerte, pero él dependía de la Secretaría de Estado. Veremos qué pasa con el nuevo prefecto. Nosotros somos optimistas, en el sentido de que lo que se ha hecho acá es algo indebido: tenemos la certeza de que se nos ha acusado de cosas que no son ciertas. No es cierto en absoluto que no aceptemos, como se dice, las normas que nos impone la Santa Sede. Simplemente hay un conflicto de intereses: trabajamos con la legislación reglada, pero sería necesaria por parte de Roma una concesión de hecho. ¡Nos han quitado la clase de Teología, que era una de las mejores cosas pastorales que tenía la Universidad! Hasta los muchachos ateos iban a la cátedra de Teología. Les interesaba conocer la especial mirada al mundo que hace la Iglesia...


¿En el fondo sufrís un problema de control por parte de la jerarquía eclesiástica? En concreto, el cardenal Cipriani quiere controlar la Universidad Católica.

Es un problema de control, de querer controlarlo todo, en lugar de haber una buena voluntad desde la que la gente se quiere entender.


¿Cómo son sus relaciones?

Pésimas. El cardenal no me ha renovado mis licencias: no es una suspensión canónica, no tengo censura, pero él en su diócesis da las licencias a quien quiere, y a mí no quiso. Me dijo que puedo ejercer libremente en todo lo que es el ámbito de mi congregación, pero no en otros lugares más "públicos". Tengo que pedir permiso para celebrar una misa fuera de la congregación.


O sea que en la Católica tampoco puede.

Acá tampoco, si no tengo permiso. Y eso que la universidad fue fundada por mi congregación...


¿Esta distinción hace que se sienta señalado?

Totalmente. Y duele; a mí me duele mucho. Siempre he tenido muy buena relación con los sacerdotes de Lima y necesitaría tenerla con el arzobispo. No encuentro motivo para que no se me renueve la licencia. Pero él es el que manda...


¿Qué motivos tiene? ¿Le dio a usted alguna explicación?

No, nada. Yo trabajo aquí y él está en contra de la Universidad. Aquí la Teología no era una teoría, sólo una enseñanza, sino una forma de vida, una labor pastoral. Eso era muy bueno... Aquí están, además, los mejores teólogos de Perú. Pero nos han mirado mal... Yo, por ejemplo, no enseñaba Teología, doy Responsabilidad Social.


Es usted también muy conocido por su participación en la Comisión de la Verdad y en la última Comisión de Lucha contra la Pobreza.

La Comisión de la Verdad fue una experiencia realmente terrible. Nunca imaginé que me iban a "golpear" tanto. El pisoteo de las fuerzas armadas a los campesinos, totalmente desamparados... es terrible. Reflexionamos sobre el Perú, sobre esta dura situación, que no apareció de la noche a la mañana, sino que se fue incubando. Que una persona domine y deprima todo un país es algo muy chocante, más allá de ideologías.

 

¿Hay una cuestión social sin resolver?

Las cifras cambian, pero todavía hay pobreza en este país. Las cifras no dan cuenta de la pobreza marginal. El pobre es aquel que no tiene acceso a la vida normal del país, no sólo el que no tiene comida.


Y la cuestión indígena, ¿también está sin resolver?

Por supuesto. Estoy trabajando, con una ONG, por la primera infancia -hasta los cinco años-, y en materia indígena ¡no hay nada! El ministerio no la abarca. Además, los niños en el Perú no existen hasta que entran en la escuela. Legalmente no se les toma en cuenta. Cuando van a la escuela ya tienen DNI, pero antes no tienen lugar en la sociedad: el mundo del campo es terrible para ellos, los niños son cosificados por la familia y eso es un problema gordo.

En la Comisión de la Verdad, tratamos muy claramente esa exclusión, que llamó la atención a Sendero Luminoso cuando entró en Lima, en el año 92. Cuando moría la gente en el campo no era tan importante que morir en provincia... Terrible.

 

El hecho de que le llamen a usted para esas comisiones, ¿significa que la Iglesia está prestigiada en Perú?

Está prestigiada en general, pero también funciona mucho el conocimiento de las personas. En el régimen del presidente Paniagua tuve muchas amistades que pensaron en mí y en los programas evangelizadores en los que había trabajado.


Y eso que la jerarquía ha perdido capacidad de denuncia profética...

La jerarquía ha perdido más que el resto de la Iglesia. A mí me dijeron que tenía que pedirle permiso a la jerarquía también para ese proyecto, y dije que no. Se pusieron nerviosos, pero yo les dije que era una cuestión de la sociedad civil. La Iglesia tiene que entrar en la sociedad para trabajar como un civil.


Desde esa época a la actual, la Iglesia fue cambiando. Incluso se habló de que se quería convertir a la Iglesia peruana en una especie de laboratorio de un modelo conservador de Iglesia...

Puede ser. Nosotros tuvimos durante muchos años un gran arzobispo, Monseñor Larraín, que era un conservador de costumbres, de familia aristocrática. Pero, pese a las formalidades, era un hombre muy inteligente y un pastor de muy buenas maneras: humilde, como los buenos franciscanos. Él venía del Concilio, pero el Concilio no había significado gran cosa entre nosotros. Cuentan que la gente no supo cómo explicarle esos documentos al pueblo latinoamericano... Se juntaron tres amigos: Monseñor Larraín, Pablo VI y Helder Cámara. Y entre los tres imaginaron hacer la Conferencia de Medellín, que fue la que cambió todo, la que tradujo a nuestro modo lo que se había dicho en el Vaticano II.


¿Entonces Medellín no fue la continuación de Concilio, sino su aparición?

Es que los que comprendimos el Concilio sólo fuimos un número muy reducido de curas.


¿Por qué se echó el freno? ¿Por miedo a lo que pudiera pasar?

Hubo miedo porque la Iglesia, en la Conferencia de Medellín, hizo una profesión de fe y preferencia por los pobres. Y la aparición de los pobres significaba menos poder... Yo he ido a la Asamblea Episcopal como delegado de las iglesias locales, y se me cerró la puerta acusándome de marxista.


¿Fue una excusa para frenar a la Teología de la Liberación?

Fue falta de cultura: quienes acusaron de marxista a la Teología de la Liberación no habían leído a Marx nunca en su vida. Todo lo que era social, parecía comunista... Me indigna: le he preguntado a obispos que si han leído a Marx, y me han contestado que no van a perder el tiempo leyendo cosas que están condenadas. ¿Condenadas por quién? Por ellos mismos. Ese tipo de cosas son insoportables: aquí hay muchos más mártires de lo que se dice. Gente que ha sido expulsada de su congregación, gente a la que se ha desacreditado...


...O que por lo menos ha estado bajo sospecha, como el propio Gustavo Gutiérrez, al que usted llamaba antes de ayer GG, porque tiene sus mismas iniciales...

Sí. Es una pena, porque eso dividió a la Iglesia: que haya gente pro pobres y gente pro poder.


¿Esa división sigue en la actualidad?

Sigue en la Iglesia Católica entera. Pero hay una cosa aquí de la que no se dieron cuenta: la adoración a Juan Pablo II viene de una adoración a una Iglesia polaca profundamente conservadora. No juzgo que lo sea, porque entiendo que ha mantenido la fe, pero era una Iglesia que miraba a Occidente como al lugar del pecado...

En el año 79, fue la Conferencia de Puebla, y el discurso inaugural del Papa Juan Pablo II fue una acusación a Puebla de pecados que no tenía. Fue muy duro con la Iglesia latinoamericana. Se nos acusó de no creer en la divinidad de Jesuscristo. ¡Pero si de eso no duda nadie! Eso se hará en Francia o Alemania, pero no en América, que es tan piadosa. Ahí hubo un equívoco: este señor, que era un Papa muy simpático, con un gran poder mediático, realmente no nos entendió nada a los latinos. Después dijo cosas más o menos acomodaticias... lo de que la Teología de la Liberación era necesaria para toda la Iglesia... pero destruyó, por ejemplo, el episcopado brasileño, que era un episcopado de avanzada.


¿Fue una estrategia, en ese sentido, la destrucción del episcopado más profético?

Claro, y se hizo en todas partes. También ha pasado en España. Después de Tarancón, vuestra Iglesia fue un desastre evidente, salvo algún personaje como Carlos Amigo, excepción dentro de la normalidad de una Iglesia mandona.


¿Esperaba usted que esa dinámica se rompiese? Porque la elección de Francisco es la del rechazo del poder...

Ratzinger hizo unos documentos espantosos, pero entabló un diálogo que fue permitiendo la soltura que nos hizo soñar con Francisco.


¿Por qué esperaba usted, entonces, que la Iglesia cambiara?

Porque Benedicto XVI renunció, y me maravilló que dijera que no podía más, que hacía falta una persona con más fuerza que él en el papado. Y, apenas entró, Francisco ya me gustó: es una luz bonita para la Iglesia.

 

En el fondo, ¿el programa del Papa es recuperar el Concilio que ha estado congelado todos estos años?

Yo creo que el Concilio se perdió con Juan Pablo II, pero una de las primeras cosas que dijo Ratzinger cuando se hizo Benedicto fue que había que recuperar el Concilio. Dijo que habíamos dejado de lado un avance muy importante.


¿Le pediría al Papa que rehabilitase, de alguna forma pública, a Boff, Gutiérrez, Sobrino...?

Lo está haciendo en estos momentos. A Gustavo le ha hecho cariños delante de todo el mundo y dicen que también va a llamar a Boff. La relación con Hans Kung no ha sido fácil, por el contrario. Kung hizo una buena relación con Ratzinger, pero ahora ya está viejo. Pero yo creo que este papa sí que va a ir distinguiendo personas, dándoles importancia, hasta que le dé por nombrar cardenal a algunos de los más revolucionarios.


Si a Cipriani le contaron de esta última respuesta muchos suponemos que habrá tenido retorcijones.


Aquí puedes leer la entrevista completa.


Y aquí está el video de la conversa:

 Yapa track:

"Así que digámoslo fuerte y claro de una vez: somos muchos, muchísimos, los que queremos recibir una misa del padre Gastón Garatea. Si el cardenal Cipriani no le da permiso, pues no se amilane, padre, y déjenos hacer una convocatoria. Déjenos poner hora y lugar y ahí estaremos para escucharlo. Para dejar en claro que la fe y el servicio a Dios no necesitan intermediarios. Ni permisos". Patricia del Río: Una misa por Gastón