Mariela Dreyfus (Lima, 1960) es una de las voces más poderosas de la poesía peruana. Fundadora y miembro del Movimiento Kloaka, la escritora ha elaborado un itinerario poético donde el cuerpo, el erotismo y la pulsión de la muerte desarman al lector para luego encarcelarlo en el laberinto de sus propios miedos, frustraciones y esperanzas.
Morir es un arte -título tomado de un verso de Sylvia Plath-, su quinto poemario, fue publicado en el 2010. Hoy, gracias a la editorial Máquina Purísima, contamos con una nueva edición de uno de los poemarios más originales de la primera década del siglo XXI.
En él, la autora entabla una batalla con la muerte a través de los actos cotidianos. El lenguaje poético se constituye en una trinchera desde donde se resiste a la derrota definitiva del ser humano. El libro está dividido en tres partes. Veamos cada una de ellas.
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El erotismo que anida en el cuerpo es un punto de apoyo para el primer bloque de poemas. La lectura de ellos nos deja la sensación de que tanto el deseo carnal como el sexo son formas de defendernos de la muerte (el fin del disfrute erótico). En Escena, por ejemplo, se busca que la unión de los cuerpos sea una experiencia que perdure en el tiempo:
"Exuda y se desnuda es puro pliegue
pura carne enlazada a otra carne
epitalamo horizontal y tálamo
y sábanas revueltas y fluido.
Ya conoces mi onda de demiurga: lo que aquí
acontece es solo mío, solo tuyo y de a dos los dos".
Asimismo, hay referencias a la soledad y a la precariedad del cuerpo (frente al paso del tiempo). Sobre el primer tópico podemos mencionar el poema Lied Negra:
"cuando llego al vértice de la melacolía
y estoy cansada de gritar
de pedir que ya basta ya no más
la tensa cuerda de los miedos me circunda"
En cuanto a la dimensión corporal, no podemos dejar de mencionar la relación entre las artes plásticas y el envejecimiento, al estilo de "El retrato de Dorian Grey", en el poema La Dama y el Opio: "Atesora en el cuadro la belleza/ que de mis ojos huye/ y de alabrastro pinta mis mejillas". Así, la voz poética traza poderosas imágenes con la decadencia de la vida: "Lánguidos ojos posan la mirada/ en la nota olvidada del laúd".
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Dreyfus ha abordado anteriormente el tópico de la maternidad. En su libro Pez establece un diálogo entre el proceso mismo de la gestación con el atentado contra las Torres Gemelas (World Trade Center) ocurrido el 11 de setiembre del 2001.
En Morir es un arte vuelve a tocar el tema, a partir del instinto protector maternal. Así, en Sorber la vida, el cuerpo de la madre es la 'fuente de vida' del recién nacido. Además, el encuentro entre ella y el hijo está lejos de una metaforización excesivamente dulce. Al contrario, los versos traslucen una relación salvaje (algunos dirían animal):
"Mi pecho te desnudo este pezón
te doy la leche impura el botón negro
lame en mi piel la sal que cicatriza
con tu labio disuelve la amenaza"
Pero dar vida también implica enseñar al otro- al hijo- el funcionamiento de su propia materialidad. Así, en el texto Mirar el cuerpo humano, la voz poética explica a su vástago las peculiaridades de su cuerpo. Un recuento pedagógico -con detalle- de la 'máquina humana', así como sus debilidades: "La sangre es ese líquido rojo que sale del corazón/ y a él vuelve. Si dejara de fluir terminará /del todo nuestro cuento".
Ahora bien, el deseo de custodiar alcanza, además, a la pareja. En Basta Señora de las Bellas Imágenes, se expresa el deseo de perder tanto al ser amado como al hijo, dentro de un espacio íntimo como la alcoba matrimonial. La preocupación de la cercanía de la muerte "que a diario nos visita y sobrevuela/ nuestro lecho de amantes desvelados".
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En la última parte, la escritora despliega un conjunto de imágenes muy concretas acerca de la muerte. Los poemas de esta sección no se enmarcan dentro de una idea filosófica sobre el fin de la vida, sino que expone el efecto real que produce la pérdida de un ser querido. En otras palabras, ubica a la muerte dentro de nuestra contemporaneidad. No sorprende, entonces, la referencias a hospitales, espacios donde la vida puede extinguirse lentamente. Un ejemplo de ello es el texto Sangre Roja Vena Azul donde relata el doloroso proceso médico de una diálisis, el cual elimina las toxinas de la sangre cuando los riñones no pueden hacerlo:
"abre canal donde la sangre viaja
y el riñon que salvaron -solo ése-
se purifica entonces, se hace rito
oscila entre origen y extramaunción"
Pero la muerte también se inocula en nuestro espacio más íntimo. La casa, la habitación y las fotografías son elementos que guardan la memoria de los muertos y que activan la nostalgia. Tal como lo expresan los versos del poema Ya no hay vaho:
"Los que hemos contemplado la muerte
también oímos su respiración
[...]
pero el pequeño espejo sigue igual:
falto ya de ese vaho que equivale
a la vida que es un respirar" .
En suma, estamos ante un libro cuya fuerza radica en la exploración poética de la fragilidad del cuerpo a partir de su cercanía y enfrentamiento con la muerte. Un poemario que ratifica la enorme capacidad creadora de su autora.