Testimonios de su hijo Hugo Bustíos Patiño que responden las recientes declaraciones de Víctor La Vera Hernández
Las muchas muertes de HUGO BUSTÍOS



Por Cecilia Podestá 


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Hugo Bustíos Patiño, hoy un hombre de treinta y cinco años, hijo del periodista asesinado Hugo Bustíos Saavedra en 1988 en Huanta Ayacucho, nos recibe para hablar de su padre y confesar algo sorprendente “Yo lo acompañaba en sus comisiones periodísticas. Vamos Jori, decía”. Y el niño pegado a él como su sombra con amor y admiración, iba y veía todo, guardando lo que esa cámara fotográfica tomaba. Con los ojos muy abiertos, un niño, primero de seis, luego de siete años y más, veía ya con poca sorpresa cómo el lente de su padre le otorgaba una ciudad llena de muertos y asesinos volviéndolos cotidianos. Hoy lo recuerda y cierra los ojos para imaginar no a los tantos muertos que vio , sino a su padre antes de las muertes que tuvo que atravesar cuando fue secuestrado y torturado por la Marina, hasta que finalmente, en 1988, dinamitaran su cuerpo y todas sus muertes se convirtieran en una sola, pero definitiva. Hugo Bustíos Saavedra llovió con todo su cuerpo sobre Eduardo Rojas Arce –quien lo acompañaba y corría por su vida- y sobre quienes lo mataron. Una granada lo hizo volar en pedazos, alcanzar un cielo bajo para caer al suelo y ser recogido por partes. Cuando entregaron el cuerpo a su viuda, tuvieron que coserle la mano a su propio saco.

El día que mataron al periodista también lo acompañaba su hijo. El niño tenía ocho años y suficiente memoria. Hoy su testimonio echa por la borda la desesperada y reciente declaración de Víctor La Vera Hernández, a quien se le dio sentencia por el homicidio y quien era director de inteligencia en Huanta. Ahora el militar en retiro se refiere a Bustíos como un héroe por denunciar a los senderistas con sus fotografías y artículos, pero insulta a su viuda acusándola de querer atribuir el asesinato al Ejército por una reparación económica. Bustíos Saavedra guardaba un álbum de las fotos de las que su hijo fue testigo. En muchas de ellas, escribió no solo que la autoría de los crímenes eran de Sendero Luminoso y a máquina, sino que debajo de otras fotografías y a mano, con lápiz, y más cuidado escribió, se atribuye a la Marina, al Ejército. Esto lo sabemos porque Bustíos Patiño me muestra ese álbum y lo sostiene como si fueran los muchos cuerpos de su padre y en cada foto horrorosa encontrara el sentido de su muerte.


22 DE AGOSTO DE 1894.  50 CUERPOS FUERON HALLADOS EN 4 FOSAS. FUE ATRIBUIDO A LA MARINA. ARCHIVO BUSTIOS

SE ATRIBUYE A LA MARINA DICE LA LEYENDA DE  LA FOTO ESCRITA A MANO

del albun personal de hugos bustios saavedra, hoy en poder de su familia

 

ATRUBIDO A LA MARINA, SIGUE DENUNCIANDO BUSTÍOS SAAVEDRA

Declarado culpable en el año 2007 junto a Amador Vidal Sanbento, Víctor La Vera Hernández solo pasó cuatro años en prisión a pesar de que a su condena le faltaran aun trece largos años más. La Vera Hernández no opina sobre Daniel Urresti pero aparece frente a las cámaras para defender al Ejército, a sí mismo y a quien pudiera haberle pedido esas declaraciones   prometiéndole quizá el amparo que le da la política a los asesinos cuando pasados los años exhiben el cabello blanco y pretenden olvidar lo que hicieron. Hoy, Víctor La Vera Hernández se asume como víctima por defender a su patria para lograr un proceso democrático, dice que los militares tuvieron que resolver problemas como si fueran políticos.

 

Está probado el abuso de muchos oficiales del Ejército sobre la población, pero hoy, ya viejos, cansados e imaginando la política como una ubre, y con lo que pareciera ser un síndrome de abstinencia por el poder absoluto que tuvieron, los vemos defenderse como pueden, intentando entrar como sea en política para mamar de la ubre mayor y lograr la impunidad que se les dio de a pocos y que ahora necesitan de manera absoluta. "Lo mató Sendero" dice Víctor La Vera Hernández luciendo el cabello blanco, casi treinta años después, con una seguridad que debió ensayar frente al espejo recordando como un cuerpo es capaz de volar en pedazos por el aire.


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Sin embargo Hugo Bustíos Patiño narra de manera muy simple por qué quienes mataron a su padre fueron hombres del Ejército peruano.

“De Huanta a Erapata habían quince minutos de distancia. Mi padre hizo tres viajes al lugar del crimen. Dos los hizo conmigo, porque el señor Rojas vino a la casa y dijo docto dice que mataron a la mama de Primitiva, una vecina nuestra. Ahí es donde mi papá pide a uno de los empleados -porque teníamos un negocio de tara, cochinilla y más- que le preparen la camioneta pero mi madre manda desinflar los neumáticos. Había orden de inamovilidad por Sendero además. Era peligroso. Pero mi padre era terco y pidió prestada una moto. Prepara las cámaras, me llama y me dice Jori, vamos. Llegando a la zona vimos que la patrullaba el Ejército y claro, los dos cuerpos estaban ahí: madre e hijo, destruidos dentro de una sala rústica. La madre tenía la cabeza destrozada. Eran como las ocho de la mañana. Y a mi padre lo amenazan. Si tomas te volamos la cámara, gritaron y casi se van a los golpes. Con ellos no tenía contacto sino con Víctor La Vera Hernández. En el segundo viaje al lugar del crimen, mi padre llega a abrazar a la hija de la señora Primitiva que estaba en un estado…te imaginas ¿no? Pero ya estaba la Guardía Civil ahí. Tampoco permitieron fotos y por radio comunican a mi padre con el cuartel. La Vera Hernández le dice Hugo ven quiero conversar contigo/ ya pero dame el permiso le responde él. Antes de ir a encontrarse con La Vera Hernández mi padre me deja en el parque cerca de mi casa a insistencia de una vecina que lo increpa. Cómo vas a llevar a tu hijo allá, oye. Y yo me quedo, estaba cansado. Él se fue con Rojas y con mi madre que llega a ver el portatropas que saldría después. Víctor La Vera Hernández lo hace cruzar la pista mientras mi madre y Rojas comentan que habían visto tipos rondando en el parque. Son del servicio de inteligencia, hasta mujeres había, se repiten. Mi padre dice si no llego en media hora llamas a Caretas. Mi madre asiente. La Vera Hernández le dice a mi madre en tono cercano Maquita, (por llamarse Margarita) ¿no vas a ir también? Anda Maquita, ya tienen mi permiso. Pero ella no fue. Y como sabemos en el tercer viaje a la casa de la señora Primitiva Jorge Sulca, los matan. Todos conocían a mi papá. El testigo, el señor Ortíz vino y dijo lo han matado, han matado al señor Bustíos. Y le dice a mi madre Vaya, vaya Maquita vaya rápido porque le van a desaparecer el cuerpo. Al Ejército le cae de sorpresa la Guardia Civil pero dicen no saber qué ha pasado y estando a 200 metrosde los dos cadáveres aseguran que fue Sendero Luminoso. Pero Eduardo Rojas sobrevive y lo pasean por Huanta horas de horas esperando a que muera. Pero no lo lograron. Ya era muy obvio. Era un sobreviviente y después un testigo”.

La famosa foto que toma Óscar Medrano -fotógrafo de Caretas- no solo demuestra que Vidal Sanbento estuvo ese día en Huanta y no en Lima recuperándose de una lesión como declaró, sino que se convierte en prueba por la que él y La Vera Hernández fueron condenados. Es además el retrato de preocupación y desesperación que tienen ya que en el segundo exacto en el que Medrano toma la foto, los dos oficiales veían cómo Eduardo Rojas Arce era llevado en un helicóptero a Lima, vivo. Sabían que testificaría. 

 

TOMADA POR ÓSCAR MEDRANO. ARCHIVO DE LA REVISTA CARETAS 

Hugo Bustíos Patiño continúa “Sabían bien quién era Bustíos en Huanta y Víctor La Vera Hernández dijo que nunca lo conoció, ahora se desmiente. Él era jefe político militar de la base contra subversiva "Los Cabitos N 51" de Castropampa en  Huanta. Sendero no mató a mi padre. ¿Cómo podríamos explicarnos que en el primer viaje en moto, en el que acompañé a mi padre a fotografiar el asesinato de la señora Primitiva y su hijo Gregorio, el Ejercito estuviera solo a 200 metros de donde lo asesinaron después? Le dicen “vaya avanzando”. Entonces de manera muy clara ese era un punto donde circulaba el ejército, la PIP y la Guardia Civil. Era de día, lo recuerdo. Ocho de la mañana ¿Cómo podría haber sido Sendero? Ellos no se iban a aparecer ahí. Sendero no iba a matar a un periodista en medio del Ejército y la Guardia Civil… por favor. No tenían además cómo saber que andábamos dando vueltas, en cambio los militares sí. Se avisaban por la radio. Tres viajes hizo mi padre a Erapata y en el tercero es que lo matan.

- ¿Pero ustedes tenían una relación cercana La Vera Hernández?

“Con él sí, no con ojo de gato (Amador Vidal Sanbento). Mis hermanas y yo le decíamos tío Carlos a Víctor La Vera Hernández. Iba a mi casa, se sentaba a la mesa. Era por el negocio que teníamos: una tiendita. Pero se daban mini campeonatos del Ejército, de la PIP, íbamos a ver partidos de fútbol amistosos, y mi padre tenía su equipo con amistades del barrio y el ejército también. Compartíamos las cintas de Betamax antes del VHS. Hacían patrullas uno veía a los alférez y capitanes entrando y saliendo. La Vera Hernández habrá ido a mi casa por lo menos dos o tres veces y yo compartía con sus hijos cuando nuestros padres estaban juntos. Él era jefe de inteligencia. Fernandez La Vera era jefe político militar de la base contrasubversiva los cabitos N 51. El pertenecía al grupo del Estado Mayor ahí en Huanta. A pesar de lo que le había pasado a mi padre en el Estadio él tenía relaciones cordiales porque las necesitaba para seguir trabajando como periodista. Pero ya se estaba volviendo incómodo, cada vez más y más. Mi madre culpa al Ejército, ella estaba ahí. ¿Cómo no iban a saber quién era mi padre? ¿Cómo explicar la cercanía de tantas autoridades armadas el día de su muerte?”

La última vez que Bustíos Patiño vio a Víctor La Vera Hernández, su esposa le acomodaba el terno y la corbata en medio de los pasadizos de la galería Lima que es una sala anexa al poder judicial por la calle Uruguay en el Centro de Lima el año 2007. Después de que murió Bustíos Saavedra, La Vera Hernández desapareció por completo de la vida de la familia Bustíos Patiño. No los frecuentó más y finalmente “estaba ahí frente a mí, yo había crecido, ya nadie me decía Jori como cuando era niño”.

Margarita Patiño lo mira a los ojos como solo puede hacerlo una mujer que ha buscado a su marido entre otros muertos y personas destruidas por la tortura. La Vera Hernández baja la vista, luego la cabeza para que su mujer le siga acomodando la ropa. “Fue automático. Mi madre lo mira y él se escabulle dentro de su ropa acomodada por su mujer. De Sanbento solo sabemos que era un tipo muy violento que golpeaba a sus mujeres y por lo mismo tenía serios problemas familiares.

“Ellos hablan de reparación. Nunca nos interesó la reparación que pudieran darnos sino solo cerrar esto. A mi padre le cosen la mano al saco, ¿cómo van a reparar eso? es imposible, además de acuerdo a algún término jurídico los inculpados dan dinero solo si tienen la voluntad de hacerlo, me refiero a la reparación civil. Y pueden dar 100 soles al mes, quizá 200. La ley no les puso monto fijo, es decir, solo si ellos tienen la voluntad de dar, pueden depositar hasta 5 soles si quieren y volver a insultarnos. Lo importante es que exista la boleta que puedan mostrar al juez. Como reparaciones individuales sí, ha habido una cantidad que nos han otorgado y es de diez mil soles”.


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1984

¿Pero por qué Bustíos Saavedra le pedía a a su hijo que lo acompañara a sus comisiones?

“Mi padre después de ser llevado al estadio de Huanta en 1984 y pasar once días desaparecido, regresó mal y con un delirio de persecución. No podía estar solo y sí, me pedía acompañarlo, también a mis hermanas. Nosotros estamos detrás de muchas de las fotos que él tomó. Si estaba bien o mal, a estas alturas no sé si importe mucho. Recuerdo la noche que se lo llevaron. La Marina ingresa a la casa y de frente le dan un tiro a mi perro. Todos los varones a la pared, incluso yo que era un niño y veía todo desde la altura de sus cinturas. ¿Qué se les podía reclamar? Se llevaban todo. Pero cuando le dieron con la culata a mi madre, mi padre reacciona, se vuelve loco y golpea a uno de ellos y claro, se lo llevan. Lo iban a matar. Pero él era empresario, llevaba y traía productos de la región quería ser exportador, por eso mismo conocía mucha gente y hubo personas importantes que nos ayudaron. Durante su encierro mi padre tenía puesto un pasamontañas negro en la cabeza, eso nos los diría después. Significaba que estabas muerto. La marina los seleccionaba así, con pasamontañas, verde para posiblemente sospechosos, roja para comprometidos a los que había que hacer hablar como sea”


Revivan, revivan a este huevón de mierda que hay mucha chilla conchasumadre, escuchó Bustíos Saavedra inconsciente y poco después alguna clase de médico le suministra el suero con el que le salvan la vida para soltarlo.

“Cuando esa noche vi el cuerpo de mi padre… es decir cuando regresó… tenía cicatrices en la espalda, en las nalgas y porque le pusieron monedas calientes para marcarlo. Estaba lleno de excremento, de picaduras. Decía que los tiraban al campo envueltos en la mierda de los demás para que los insectos se encargaran de acabar con ellos, para que los carcoman”


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“Todos encapuchados. Serian ocho o diez” Me comenta Margarita Patiño, viuda de Bustíos Saavedra después de que conversara con su hijo dentro de su casa de Carabayllo alrededor de las fotografías de su familia y de su nieta que da vueltas por la sala y escucha detrás del muro todo lo que va a decir su abuela.

“Se lo llevaron a las 2 o 3 de la mañana. Tenían botas y las de la Marina no eran como las de la Policía. Tenían lona. Eran pues de la Marina. Pero cuando empecé a buscar lo hice por la Guardia Civil. Hasta le llevé el desayuno a Hugo, pensé que lo habrían llevado ahí porque no debía ser grave. En nada estaba metido. Vi los calabozos. Nada. Me fui a la PIP. Estaba repleto de gente en condiciones infrahumanas. Recuerdo el olor tan fuerte a orina. Hubo sitios que no me dejaron ver porque era donde guardaban a la gente en peor estado. Mejor que no vea, señora, vaya a la Guardia Republicana. Y ahí me dijeron aquí cuidamos las cárceles, aquí no hay nadie. De eso se encarga la policía o será pues la Marina

Sin embargo una vecina le dice a Margarita Patiño que se lo habían llevado unos hombres rubios, gigantes y colorados, "los que entrenan, Maquita" le dice "y esos andan solo con los de la Marina, busca a Hugo en el Estadio". La vecina los reconoció por el jeep. Margarita Patiño habló con políticos, autoridades y con quien fue necesario.

Finalmente el 11 de marzo de 1984, día del cumpleaños de la madre de Hugo Bustíos Saavedra, éste aparece en medio de la lluvia. Su mujer lo había buscado en los lugares en los que tiraban cadáveres, sentándose más de una vez alrededor de los cuerpos, desesperada porque ninguno era el de su marido. Lo buscó entre matorrales, la basura y sus propios rezos en los que le decía

“Si te han matado, dime dónde está tu cuerpo, suéñame, o yo te sueño pero señálame, Hugo, dime ¿dónde estás?”

Huanta ya no era la ciudad de antes. Margarita recuerda que desde las seis de la tarde solo los de la Marina caminaban por las calles. La gente se encerraba en sus casas con el temor de convertirse en fantasmas de carne y hueso que podrían terminar en esos lugares rodeados de tantos otros cuerpos, abiertos y sin nombre.

“De repente tenía una falsita, señora y con ella se ha ido. Si quiere vamos en helicóptero para que vea que en el Estadio no lo tenemos” y Margarita Patiño, mujer de carácter y con fuerza aun pero ya tan harta y cansada de buscar, le responde a uno de los últimos sujetos que le hablara de su marido: “¿Helicóptero? ¿Cree que yo me voy a subir a un helicóptero con ustedes? ¡Si desde el cielo ustedes tiran a la gente!” Lo siguiente es que la mandan sacar.


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“Yo no vi a mi marido, vi un espectro y corrí hacia él la noche cuando apareció”. Hugo Bustíos Saavedra lloraba arrodillado y repetía que había rogado que lo maten, que no era de cobardes pedir la muerte. Tenía las manos desolladas, los tobillos rasgados y golpes en el vientre que arrojaban los colores intensos de los hematomas. Increíblemente había regresado con otro muchacho que fue pronto a su casa, el yerno de la señora Primitiva, mujer a quien cuatro años más tarde asesinarían rompiéndole la cabeza con un batán tal como lo recuerda Bustíos Patiño. “Estaba cubierto de excremento y lloraba como un niño” dice Margarita Patiño y se coge la cabeza.  La imagen regresa con fuerza. En un acto de fe había comprado muchas yerbas para cuando apareciera su esposo y tuviera ella misma que bañarlo y quitarle la mugre, los restos de los otros, la muerte, el excremento y el llanto. Y fue lo que hizo. Lo más importante es que su esposo estaba vivo, le comento. Ella asiente y llora en una escena distinta. Lo habían marcado con fierros, con voces que nunca olvidaría. La familia viajó por unos meses a Lima para que Bustíos Saavedra pudiera tomar terapia.


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- Margarita, esto sucede cuatro años antes de que lo maten, ustedes eran empresarios, ¿por qué no se fueron?

- ¡Cuánto le pedí! ¡Cuánto le rogué! Mira lo que me han hecho, me decía Hugo. No sabes lo que le hacen a la gente dentro. Les preguntan, pero ni hablan bien el castellano. A tu lado violan varón o mujer, igualito mientras a otro lo están matando. Tengo que defender. Esto se tiene que saber, me decía. Hugo, nuestros hijos, yo le rogaba, le suplicaba, pero él nada. Quería quedarse entre ellos y denunciar.

- ¿El sabía que lo iban a matar?

- ¡Sabía! Me decía que reclame, que pregone a los cuatro vientos el abuso en Huanta cuando él ya no esté. El sabía que lo estaban siguiendo. Ay cómo grita su sangre.

- Es difícil para mí hacerte esta pregunta pero él se queda sabiendo que estaba pedido por el Ejército. Lo iban a matar, ustedes dos lo sabían. Era una sentencia ¿Crees que se quedó por eso mismo? Porque no supero lo que le hicieron en el Estadio, e iba, seguía tomando fotos, esperando… esperando, Margarita, a que lo mataran porque la agonía de sus recuerdos dentro del Estadio era más fuerte que su deseo de seguir?

- Sí


Después de que Margarita Patiño afirma que su marido podría haber esperado a que lo mataran, me mira y pone el rostro duro y con mucha rabia vuelve a afirmar con la cabeza antes del llanto. Y Agrega sin hablar conmigo sino con él “Vámonos Hugo, nuestros hijos” y luego regresa a mí para ver cómo he bajado yo los ojos y la cabeza por haber preguntado lo que nunca debí preguntar y me dice “Recuerdo que Hugo decía que ambas eran luchas erradas, el gobierno cree que matando va a eliminar ambos lados, están equivocados, Maquita y yo iba sacando las espinas de la cochinilla-porque a eso nos dedicábamos- llorando con las manos llenas de espinas, con tanta rabia, esperando que nos fuéramos. Rabia tenía, pero nos quedamos”


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Abilio Arroyo quien le otorga la corresponsalía de Caretas a Bustíos Saavedra en una larga llamada y desde Ayacucho llega a comentarme lo siguiente:

“Yo estaba amenazado de muerte y repartí mis corresponsalías. Sendero me iba a matar. A Bustíos Saavedra le dejé la de Caretas en el año 86. Era un gran apoyo. Tenía una línea telefónica en Huanta y a través de ella se hacían muchos reportes. Que salga ahora Víctor La Vera Hernández decir que fue Sendero…es otra cosa. El caso está abierto pero la justicia comprobó que fueron ellos en un primer fuero común, ¿por qué? porque Sendero nunca recogía los casquillos de bala después de sus ataques y así quedó plenamente demostrado que no fue Sendero. No había un solo casquillo. Se los llevaron todos. Ya en el segundo proceso ante el poder judicial las cosas cambian y sale el nombre de Daniel Urresti. Hablan los compañeros de armas y empieza todo de nuevo”.


Arroyo comenta además que a Bustíos le interesaba como empresario tener buenas relaciones con el ejército y la Marina, pero sobre todo como periodista Así podía estar cerca de ellos y es como llegó a tomar la foto del comandante Camión.

Pero Abilio Arroyo también sostiene dos tesis sobre por qué la cabeza de Bustíos estaba pedida. Él tenía una empleada que fue involucrada en el asesinato de una autoridad de Huanta y la hija de este hombre habría sido no solo amante de La Vera Hernández sino una mujer que al parecer era exhibida como alguien incluso más importante que su esposa y es ella quien habría pedido la muerte de Bustios en venganza por el asesinato a su padre, asumiendo que el periodista tendría la culpa. Otra hipótesis es que el fiscal Carlos Enrique Escobar empezó a investigar la desaparición de 68 personas, caso en el que Víctor La Vera Hernández estaba involucrado. Por lo mismo recurre a Bustíos Saavedra y le pide una fotografía de quien investiga. Ya cuando Escobar intenta acercarse a Fernández La Vera con un folder es que la foto que tomara Bustíos Saavedra se exhibe y con ella su muerte. 

“La Vera Hernandez sabía quién le había tomado la foto, cómo, cuándo y dónde, entonces ya sabemos lo que pasó”


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“Sí, a mi padre se lo había advertido todo el mundo. Incluso una prima que tenía una relación con un oficial del Ejército llega a decirnos que él tenía que salir de Huanta porque lo iban a matar. ” comenta Bustíos Patiño cuando le pregunto a él sobre la decisión de Bustíos Saavedra –su padre- de quedarse en Huanta.


HUGO BUSTIOS SAAVEDRA

¿Cuántas veces puede morir una persona? A Hugo Bustíos Saavedra lo mataron por primera vez en el Estadio de Huanta cuando lo sometieron a torturas innombrables. La persona que baño Margarita Patiño entre hierbas, el dolor y el amor iba a convertirse en otra, en alguien que esperaba la muerte sin paciencia, y que se dispararía así mismo y muchas veces con una cámara fotográfica que lo haría volar por los aires en 1988 cuando arrojaran sobre él una granada. La ley terminará de demostrarlo, a él lo mató el Ejército.