Entre 1626 y 1959, cuando fue clausurada por el gobierno, Tokio tuvo una zona rosa llamada Yoshiwara. El barrio fue, durante más de tres siglos, básicamente un Disney World para hombres ricos y lujuriosos. Para las mujeres que trabajaban ahí, como podrás imaginar, era una prisión de la que no podían huir.

Estas son algunas de las cosas más extrañas que podías comprar en Yoshiwara y los usos que se les daban, según la bloguera de listverse.com Nene Adams.


1. Shunga

Empecemos por la pornografía. Los 'shunga', o 'pinturas de primavera', son coloridas impresiones sobre madera que ilustran actos eróticos. Los shunga también servían como instrucciones para esposas jóvenes, y los samuráis los llevaban como amuletos a la batalla. 

Si sabes algo sobre el anime japonés, probablemente te has cruzado con el término hentai, un género de animación sexualmente explícita. ¿La palabra 'tentáculos' te trae algunas imágenes inusuales a la mente? Todo ese asunto con los tentáculos probablemente esté inspirado en El sueño de la mujer del pescador, un shunga por Hokusai protagonizado por una atractiva dama y un par de pulpos amorosos.


2. Novelas, canciones y poemas eróticos

Como los shunga, el erotismo de los poemas, canciones y novelas japonesas era bastante picante. Como es de esperarse de una cultura que enfatiza la belleza, abundan las metáforas para las partes íntimas femeninas y masculinas, y para los actos sexuales. En Yoshiwara, un patrón podía contratar a un artista -como una versión masculina de una geisha- para tocar música y recitar canciones e historias eróticas hasta que llegase la cortesana. O podía comprar una novela erótica para compartir con su amante.

Nota: las cortesanas de clase alta no se contrataban, sino que tenían que ser seducidas con regalos y gestos románticos. Un caballero poco creativo podía comprar cartas de amor bellamente escritas para impresionarla.


3. Incienso

El tiempo era importante en Yoshiwara. Una cortesana solo podía dedicar cierta cantidad de su tiempo a un cliente. Su  horario tenía que ser manejado cuidadosamente, y aquí entran a tallar los inciensos. A falta de relojes mecánicos, el mejor reemplazo era un palito de incienso que se quemaba por un tiempo específico. Cuando se acababa el incienso, el cliente tenía que irse.

Nota: el incienso perfumado caro, utilizado para aromatizar la ropa y el cabello más que las habitaciones, se consideraba un regalo muy generoso para una cortesana. La mayoría de las damas vendían esos regalos, ya que el dinero que recibían a cambio era mucho más útil.


4. Yamato (Yamaimo)

Este vegetal largo, grueso y algo nudoso similar a un camote era comprado por amas de casa para las cenas familiares. Pero tenía otro uso: también se venía a los visitantes de Yoshiwara. Mientras en los burdeles de clase baja el cliente conseguía su placer y se iba, en los establecimientos de clase alta se esperaba que el hombre también satisfaga a la cortesana. No hacerlo era grosero. Esto debería bastar para imaginar en qué se usaba el yamato.


5. Hueso de monje en polvo

Lo que probablemente era un hueso o cuerno de animal en polvo se vendía como el hueso de un humano. Específicamente, se decía que era el 'hueso del pene' de un monje legendario. Los humanos en realidad no tienen un hueso en el pene, pero ¿cuándo eso impidió a un emprendedor pedirle dinero a sus clientes? Los hombres compraban una dosis de hueso de polvo, lo mezclaban con sake (cerveza de arroz) y se tragaban la poción como afrodisíaco.


6. Konnyaku

Este vegetal también es una raíz, y se vendía a los hombres que o no podían costear una visita a un burdel o no tenían ganas de realizar la elaborada seducción que se necesitaba para conseguir a una cortesana de clase. ¿Cómo funcionaba? Tras cocinarlo, parecía una gelatina muy firme. Luego, una tajada se enrollaba en una tela y se calentaba en agua tibia. El resto es fácil de imaginar, y sus otros usos -para placer de las damas- también.


7. Dedos y cabello de cadáveres

Este ítem se vendía más bien a las damas que vivían y trabajaban en Yoshiwara. El mayor símbolo de amor que le podía dar una dama a su amante era un rizo de su pelo, una uña o un dedo meñique amputado. Sí, leíste bien. La auto mutilación era equivalente a completa devoción. No es necesario decir que una cortesana podía tener varios amantes bajo su encanto, y no tenía tanto pelo -y mucho menos tantos dedos- para dar. 

Los monjes que administraban los cadáveres en los templos alrededor de Yoshiwara ofrecieron una solución viable: algunos de ellos cortaban las uñas, dedos meñiques y cabello de mujeres muertas y se los vendían a las cortesanas de Yoshiwara, que se garantizaban un regalo de lujo cuando les mostraban  sus amantes una mano vendada y mojada en sangre de pollo, algunas lágrimas y un meñique en una caja.


8. Retratos

A diferencia de los shunga, estos retratos no eran necesariamente eróticos. Había impresiones en madera de actrices o cortesanas en sus más fabulosas ropas, ocasionalmente con sus partes íntimas expuestas. Algo parecido a Playboy o Playgirl, ya que tanto hombres como mujeres compraban estas ilustraciones, y no solo para admirar los brazos de sus caprichos.


9. Azumagata

Una 'forma de esposa' era una versión histórica de las  modernas muñecas kokeshi. Una azumagata estaba hecha de uno de los retratos de los que ya hablamos atados a un 'cuerpo' creado a partir de telas enrolladas y una bolsa llena de algún tipo de puré o el también ya mencionado y multiusos konnyaku, que parece funcionar como la navaja suiza del sexo japonés. La forma de mujer resultante era llevada a la cama por un hombre con romance en la mente. No se diga más.


[Via Listvere.com]


Notas relacionadas en lamula.pe:

Los videos de gatos son más antiguos de lo que creías

Se disparan ventas de juguetes sexuales

Japón empieza a decirle sí a la igualdad de derechos

El rock nunca muere (en Japón tampoco)