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La 'Gata' Sabina: "Donde veía una guitarra y cajón, ahí estaba yo"

Este jueves y viernes, apoya a la cantante criolla la 'Gata' Sabina asistiendo a las proyecciones solidarias de 'Sigo Siendo' en el CCPUCP.

Publicado: 2015-03-26

El Centro Cultural PUCP y La Mula Producciones presentan dos funciones especiales de Sigo Siendo

La cita es este jueves 26 y viernes 27 de marzo, a las 7:30 p.m

La función del jueves 26 iniciará con un homenaje a la Gata Sabina, que contará con la presencia del director de Sigo Siendo, Javier Corcuera, y la presentación especial de los músicos Rosita Guzmán y Alfredo Zelada, entre otros que participaron en la película.

El dinero recaudado será donado íntegramente a Sabina La Gata Febres, importante exponente de nuestra música criolla y personaje de Sigo Siendo, que se encuentra delicada de salud.

Mira en este link un fragmento de Sigo Siendo en el que participa la Gata Sabina.

La popular Gata Sabina pertenece a una de las familias tradicionales que cultivaron la marinera limeña y la música criolla en general en el Callejón del Buque de la cuadra tres de Luna Pizarro.

Cantó con la popular Valentina Barrionuevo, y su dúo fue apodado Sol y Sombra.

Costo de la entrada solidaria: s/.30 (pago solo en efectivo)

Para mayores Informes y reservas, contactarse con Ana Corcuera: anadaniela_c@yahoo.com

PRE-VENTA en la Tiendita del CCPUCP (2do piso del Centro Cultural PUCP), de 10am a 10pm.

A continuación, un fragmento de la entrevista que le hizo Javier Corcuera a la Gata Sabina en ocasión de Sigo Siendo.


¿Cómo fue tu infancia?

Mi infancia ha sido así, en el barrio de La Victoria, tranquila, criada entre gente criolla, me ha gustado mucho la música porque desde mis ancestros, mi abuela, mis tíos abuelos, todos han cultivado la música criolla. He visto bailar la marinera y siempre disfruté de reuniones familiares, por ejemplo, con la mamá de Valentina Barrionuevo, también en el Callejón del Buque, las jaranas que se hacían, ¡uff!, eso era interminable.  

Donde veía una guitarra y cajón, ahí estaba yo.

¿Cantaste con Valentina Barrionuevo?

Sí, hicimos un dúo, pero no profesionales, éramos espontáneas, porque nos gustaba el criollismo. Todos dicen que el dúo era buenísimo, pero yo no sé cómo sería, la cosa es que cantábamos y todos se alegraban. Valentina me hacía segunda, ahora… Cuando falleció Valentina, a mí la voz se me apagó. No volví a cantar, nunca más.

Nos han acompañado el «chino» Soto, Oscar Avilés también, Luciano Huambachano, Don Manuel Quintana, cajoneros había para escoger.

¿Cuándo empezaste a frecuentar los ambientes musicales criollos?

Empiezo a acercarme a la música desde los dieciocho, diecinueve años. Me gustaba ir al [Centro Social Musical Felipe Pinglo Alva] a escuchar y aprender, porque un tío mío era Presidente del Pinglo, Arturo Martínez. Se cultivaba mucho la música criolla, en ambiente familiar, siempre en casa de familias. Porque éramos familia y cuando había una reunión o un cumpleaños siempre se hacía música y nos hacían cantar, y así salió el dúo de Valentina con Sabina. ¡A dónde no habremos ido! Al Rímac, a todas partes, jarana que había allí estábamos, nos pusieron el dúo Sol y Sombra, porque Valentina era negrita y yo era más clarita.

Cantábamos valses y tonderos, y era una fiesta escuchar tantas canciones, porque a todo el mundo le gustaba. Valentina tenía muy buena segunda, tenía muy buena voz. Ella era la mujer del famoso Alejandro Arteaga, cantor viejo de jarana. Me he reunido con toda esa gente, toda era gente de acá, de La Victoria. Los únicos del Rímac eran los Ascuez. Y ahora, de todo ese grupo de criollos, la única que queda soy yo, de tantos que eran, la única que queda soy yo… ¿Hasta cuándo? No sé, porque ya son 91 años.

¿Por qué dejaste de cantar?
Dejé, pero automáticamente. Valentina falleció y para mí fue como si… Parecía algo mágico, se me fue la voz, no más canté, no más. «Canta», me decían. «No, no puedo, la voz no me sale, no puedo».
¿Además fuiste cocinera?

He sido cocinera, lavandera, planchadora de camisas. Yo trabajé dieciocho años planchando camisas, mi especialidad ha sido esa. Trabajaba en una lavandería en Surquillo, con una alemana, La perfecta se llamaba la lavandería.

La cocina la aprendí de mi mamá y de mi abuela, y de la mamá de Valentina, mi tía Agripina, que hacían carapulcra, por ejemplo. Estuve tiempo cocinando en el Instituto Nacional de Cultura, y más tarde en la Escuela Nacional de Folclore. Además, fui cocinera del Alianza Lima, cuando el Alianza estaba en Bolívar, ahí cocinaba para todos los futbolistas. Mi esposo atendía la cantina y yo la cocina. ¡Era muchachita! Veinte años. Estaba Alejandro Villanueva, Juan Valdivieso, todos. Les gustaba mucho, celebraban bastante mis frijoles, el seco que hacía de carnero, eso les gustaba bastante, ceviche, esas eran sus comidas tradicionales. Comían de todo. Todo lo que se hacía, todo comían.

¿Y aquellos futbolistas de entonces eran también jaraneros?
José María Lavalle, cuando él hacía un gol sacaba su pañuelo y bailaba marinera, era un jolgorio el estadio, la alegría era general. Había banda de músicos en el estadio, la banda, la republicana, la banda tocaba pues, la marinera, igual que en los toros también. En esa época, los muchachos se dedicaban a jugar y a la música. Para terminar la fiesta era la marinera, ese era el fin de la jarana. La marinera y después el huayno, siempre tocaban su marinera y después su huaynito y la gente bailaba.
¿Qué temas criollos te gustan más?

Yo me quedo con El plebeyo y Dulce agonía. Yo les he pedido a mis hijos y a mis sobrinos que el día que yo cierre mis ojos, me canten ese vals, Dulce agonía. Me acuerdo una parte que dice: «Y qué importa mañana la condena, si estuvo un rato el corazón contento… Cada mujer lleva cual mariposa, de nuestros labios la miel escondida». Igual que El plebeyo que es un himno.

No llegué a cantar con Valentina ese vals, pero toda jarana que había, cantábamos nosotras. Nosotras no hemos sido profesionales, sino espontáneas, era una cosa que nacía de nosotros, era así, jarana familiar. Íbamos a la casa de Huambachano, ahí cantábamos juntas, íbamos a la casa de los padres de «Pititi», ahí cantábamos, a donde íbamos cantábamos.



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Escrito por

Valentina Pérez Llosa

(Ex)estudiante de filosofía. Amante del cine, la fotografía fuera del estudio, el café y la comida. facebook.com/vperezll @vperezllosa


Publicado en

Redacción mulera

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