Grecia tiene problemas de liquidez y afronta vencimientos por valor de 15,500 millones de euros entre marzo y agosto de este año. Mientras tanto, lucha contra viento y marea ante el Eurogrupo, que parece que no le interesa ayudar si es que Alex Tsipras no acepta claudicar en sus medidas económicas. Pero hay más.
El Banco Central Europeo (BCE), uno de los miembros de la troika, sigue arrinconando a ese país para que cierre un acuerdo con sus acreedores y desbloquee el dinero del rescate. La institución financiera más poderosa del viejo continente ha dado instrucciones a los mayores bancos griegos para que se abstengan de incrementar su exposición a la deuda pública de Grecia.
El BCE, encargado desde noviembre del 2014 de la supervisión de los bancos europeos además de su mandato de política monetaria, cree que existe un "riesgo de que el balance de las entidades griegas se desplome por activos de mala calidad".
Este veto supone un grave problema para Tsipras. Hasta ahora, el gobierno griego había sido capaz de refinanciar sus vencimientos con la emisión de nueva deuda a corto plazo, incluso aunque la demanda extranjera ha disminuido, por lo que si los bancos griegos no pueden seguir adquiriendo esta deuda, Grecia deberá buscar una nueva vía de financiación.
Grecia coloca la mayor parte de sus bonos del tesoro, emitidos regularmente, a los bancos griegos, lo que le sirve para reembolsar los precedentes y así mantenerse a flote financieramente, ya que las arcas del Estado están prácticamente vacías.