Miren esta viñeta de Andrés Edery, publicada el sábado en Somos (y que tomamos de la página de Facebook del dibujante):

¿Qué leen en ella? Si hubiera que traducir el concepto a una frase (quitándole por cierto toda su gracia), quizá sería este: "Hay quien cree que ser blanco y tener plata es una licencia para ser prepotente y saltarse las normas", o alguna variante. Algo que difícilmente nadie que viva en Lima entenderá como divorciado de la realidad.

Pero hay, parece, quien la lee de otra manera. Por ejemplo, Aldo Mariátegui, quien escribe en su columna de hoy en Perú21 lo siguiente:

"Edery tiene todo el derecho de mostrarse como un resentido social y hasta de ser tonto (porque como que SOMOS va más a A/B…). Pero no de ser racista, porque su dibujo es un típico estereotipo racista/clasista, tan negativo como aquellos dirigidos a negros e indígenas. ¡Y este seguramente será de los que protestan por el Negro Mama o la Paisana Jacinta. ¡Jua, jua, jua!"

Es decir, para Mariátegui, lo que la caricatura de Edery dice es, más o menos, "TODAS las personas blancas/ricas son prepotentes y se saltan las normas", y esta lectura le permite insultar al dibujante ("resentido social", "racista"), y de paso desestimar a quienes se preocupan por las representaciones negativas de los indígenas, los mestizos y los negros en la televisión local.

Hay por supuesto varios problemas con esta lectura. El más saltante es la burda confusión categorial entre una crítica del racismo (la de Edery) y un discurso racista (el de los productores del Negro Mama o La Paisana Jacinta). Para que ambos términos sean equivalentes, como lo quiere Mariátegui, tendrían que suceder dos cosas. 

Uno, que las actitudes del personaje retratado en la viñeta no tengan, ni siquiera como caricatura, correlatos reales (como no los tienen ni Mama ni Jacinta). Lamentablemente, no es así: en el Perú, la afirmación de privilegios étnicos y de clase continúa siendo cosa de todos los días, y se da en situaciones idénticas a la retratada por Edery. No hace falta mucho más que salir a la calle para enterarse.

Y dos, que sus consecuencias sean también equivalentes. Claramente, no lo son. La viñeta de Edery tiene como intención generar conciencia sobre los privilegios raciales y de clase, y mostrar la forma en que dañan la convivencia social; imágenes como las de Jacinta o Mama tienen como intención reforzar esos privilegios, y su efecto es el de normalizar una visión negativa de algunos grupos sociales. Y cuando digo "visión negativa", quiero decir su subordinación (y, en última instancia, su explotación).

Esta confusión entre el racismo y su crítica no sorprende en Aldo Mariátegui, quien ya en otras ocasiones ha mostrado su adherencia a la idea de que existe un "racismo inverso", ejercido por las víctimas del racismo "normal" contra todos los miembros del grupo dominante. Mariátegui tiene, en sus propios términos, todo el derecho de creer estas cosas y expresarlas en sus columnas. 

Pero el resultado es peligroso: si cualquier mención al privilegio racial y de clase es una muestra de resentimiento y un "estereotipo racista/clasista, tan negativo como aquellos dirigidos a negros o indígenas", entonces la crítica se vuelve imposible. Quizá lo que Mariátegui cree, aunque no lo dice aquí, es que ese privilegio no existe (que no hay en el Perú quienes se estacionan en un lugar reservado para personas con discapacidad, sabiendo que por ser blancas y/o tener dinero no les sucederá nada). Si es así, la realidad lo desmiente, y casi no habría razón para ocuparnos de lo que ha escrito.

Pero quizá lo que cree es otra cosa. En su columna, llama también "tonto" a Andrés Edery por ejercer esa (moderada) crítica del racismo en una revista como Somos, que "va más a A/B". Como ha anotado Gustavo Faverón, lo que esto implica que a "A/B" no se le habla de las actitudes racistas de personas blancas y con dinero, aun si estas actitudes existen y son un problema, porque es "tonto" criticar a tus propios lectores. 

El problema ahí ya es de otra naturaleza: más allá de que se trata precisamente de lo que Mariátegui quiere cuestionar en Edery (un estereotipo sobre las personas "A/B", que supuestamente no quieren leer estas cosas), lo que propone es una visión del periodismo en la cual el lector debe recibir siempre, y únicamente, mensajes que lo reconforten y lo reafirmen, sin cuestionarlo nunca ni siquiera en sus prejuicios y sus actitudes más dañinas. 

Sobre todo el lector "A/B", porque está claro que el propio Mariátegui no tiene mayor problema en incomodar, y hasta insultar, a las muchas personas de otros sectores que lo leen a diario. Para ellos, jua, jua, jua. 


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