El frío y las largas noches sin oscuridad no necesariamente nos remontan a un paraíso para el consumo de esta hierba psicotrópica. Pero desde ayer la fría Alaska se suma oficialmente a estados como Colorado y Washington y permite el uso de marihuana entre la población adulta. Ya en noviembre pasado había votado a favor de la legalización. 

La ley permite poseer hasta seis plantones y compartir 28 gramos de la cosecha. Y claro, todo el humo que quieran los mayores de 21 años, siempre y cuando se haga en privado. En cuanto a la distribución y comercialización de cigarrillos y herbaje para rolar, recién el año entrante se regulará el mercado. 

No obstante, existen dos retos para que la legalidad funcione bien: el combate a los altos precios de la hierba en el Estado; y la competencia que generarían los proveedores ilegales.

Los altos costos –tal como refiere The Economist- se vinculan a la lejanía del gélido Estado de uno de los puntos de acopio y distribución más importantes para Estados Unidos: México.

“El precio de la hierba está estrechamente vinculado a la proximidad con México, que históricamente ha proporcionado la mayor parte de cannabis en Estados Unidos”, explica el medio.

“Una libra [453 gramos] de buena marihuana en Alaska tiene costos de entre $ 2.500 y $ 4.000, por lo que es el lugar más caro para drogarse después de Hawái. En El Paso, Texas, usted puede comprar una libra de marihuana mexicana recién importada por tan sólo $ 200, aunque probablemente no será tan potente”, agrega el reporte.

Cabe destacar que son precios “al mayoreo”. Bien pueden parecer estrepitosamente baratos, pero no lo son si se agregan los “costos de transacción” (del narcotráfico) y vendida en atados de menor peso.

Se espera en el corto plazo que la nueva estructura legal del mercado empuje los precios (ilegales por cierto) a la baja, vía una sobreoferta a través de los canales formales.

Por otro lado y en teoría, el alto costo de la hierba ilegal en Alaska respecto a la baja cotización de la droga formal podría ser el detonante para absorber a los traficantes callejeros con facilidad. El problema aparece cuando la marihuana de la calle tiene mejor calidad y potencia que la formal.

Sí, la relación de conflicto entre la calle y el proveedor legal puede generar una suerte de “competencia desleal”. Sino, veamos lo que pasó en Colorado…

“En Colorado, donde la cannabis ilegal es mucho más barata que en Alaska, dispensarios autorizados venden un producto que no puede vencer a la especie ilegal en términos de precio (a pesar de que eclipsa en términos de calidad)”.

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En esta contradanza de precio y libre disposición, el que sale ganando es el consumidor si se cumple con ciertos estándares de calidad y salud pública. ¿Contar con una mayor diversidad y acceso de producto significa que drogarse –en Alaska- será más fácil y menos arriesgado de lo que era antes de la legalización?

Esto no se sabrá –microeconómicamente al menos- hasta el año entrante cuando veamos realmente los efectos precio–cantidad demandada.

Se podría vaticinar, cómo no, que la relación entre cantidades demandadas y precios sea inelástica. Esto es, que la hierba sea tan barata para los bolsillos del consumidor que una variación en el precio poco impacte en la porción usualmente fumada o engullida.

Alaska se expondrá entonces –pese a la administración federal republicana- no sólo al reto microeconómico de que un bien o servicio sea exitosamente inelástico sino el desafío de lograr un equilibrio entre el mercado y la salud pública donde la cantidad no juegue en contra de la calidad del producto.

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Mira el más reciente mapa de consumo a nivel federal en los Estados Unidos, hay más de una sorpresa dando clic AQUÍ.