Este miércoles apareció brevemente en la página de Netflix la tercera temporada de House of Cards. El estreno es el viernes 27 de febrero, así que la proveedora de televisión por streaming hizo su mejor esfuerzo por ocultar el error. Sin embargo, la página de tecnología The Verge (spoilers) se dio cuenta y armó gran revuelo en la red. La reacción del equipo de House of Cards, por supuestofue impecable, y les ha permitido aprovechar la oportunidad para hacer un poco de marketing.

El pequeño accidente ha reavivado las llamas de los fans de House of Cards que esperan desde hace ya un año. Sí: hoy hace exactamente un año desde el lanzamiento de la segunda temporada completa de House of Cards. Y, gracias a –o por culpa de– Netflix y su sistema de streaming on-demand, la mayor parte de nosotros vimos la temporada completa en un solo fin de semana.

[Aquí empiezan los spoilers (1ra y 2da temporada).]


En el primer capítulo de la primera temporada, Frank Underwood (Kevin Spacey) se presenta a sí mismo matando a un perro que había sido atropellado en la esquina de su casa. Aunque, en ese momento, su argumento es casi compasivo, esa primera escena basta para sentar la premisa del carácter de Frank por el resto de la serie: no disfruta el acto de matar o destruir algo, tampoco le rehúye. Para servir a sus objetivos, las personas son u obstáculos o impulsos. 

Un artículo de 2013 de The New Yorker identificó de inmediato la fuente de inspiración y de contraste de House of Cards: el Ricardo III de Shakespeare. El personaje principal, Ricardo de Gloucester, un rey inglés cojo y jorobado –también interpretado en el pasado por el excelentísimo Kevin Spacey–, es sincero solo cuando le habla a la audiencia, y consigue la corona a través de intrigas similares a las de Frank Underwood. Sin embargo, hay ciertos destellos de moralidad convencional que hacen de Underwood un personaje más soportable que Ricardo, cuya pena de sí mismo lleva a repelerlo a pesar de sus mejores intentos por ser encantador. 

Beau Willimon, el guionista de House of Cards, ha introducido suficientes dosis de simpatía –y empatía– en Underwood para que sea un personaje al que estemos dispuestos a seguir incondicionalmente, hasta 13 horas seguidas por temporada y sin cortes comerciales. 

Para explicar esa irresistible atracción que sentimos por Underwood, The New Yorker propone que “[Frank] se convierte en el héroe de-facto, porque es el único que nos habla y porque es el único agente consciente de sí mismo en la historia”. Al haber sido publicado al salir la primera temporada, The New Yorker no podía adivinar que Claire, la esposa –y único ser amado– de Frank, se convertiría en otro agente similar. Es el trabajo en equipo el que ha llevado a Frank y Claire a la cima, y –si hemos de creerle a los gestos del tráiler– la discordia entre ellos será el mayor peligro de ahora en adelante. 

La similitud entre las estrategias de Frank y Ricardo se ha acentuado durante la segunda temporada: para convertirse en presidente de los Estados Unidos (el equivalente contemporáneo de rey del mundo), Underwood recurre a una suerte de lisonja venenosa. Al tratar con personas más poderosas que él (el presidente Walker, el multimillonario Tusk), Frank apaga temporalmente sus estrategias de intimidación y pasa a hablarle a todo el mundo como si estuviese de su lado, haciendo que la discordia la generen ellos. 

Piénsese aquí en los hermanos de Ricardo III, George (el heredero) y Edward (el rey) a quienes Ricardo enemista, llevando a la muerte de George sin necesidad de ensuciarse las manos –públicamente–.De la misma forma, aunque menos súbita, ha conseguido Frank Underwood el trono estadounidense: ni un solo voto a su favor. 

En la tercera temporada, ya en la Casa Blanca, Underwood tendrá que conseguir la coronación: hacer desaparecer todos los cabos sueltos de la vertiginosa escalada, y conseguirlo prescindiendo de su mejor compinche, Doug Stamper, a quien dejamos muerto en un bosque al final de la segunda.

Si hemos aprendido algo de Ricardo III es que los cabos sueltos nunca terminan de atarse. Así, lo más probable es que a Underwood le espere una debacle igual de vertiginosa que su ascenso. Ricardo, parado a medias en el campo de batalla, gritaba “¡mi reino por un caballo!”. En el caso de Frank, la pregunta no es si llegará la caída, sino cuándo y por mano de quién. 



Posdata:

Obviamente, somos conscientes de que la Casa Blanca en realidad debe ser el lugar más aburrido del mundo –excepto cuando Buzzfeed filma un video con Barack Obama–. Incluso Obama –que ve House of Cards– ha desmentido la cantidad de acción que la serie nos quiere hacer creer que hay en la casa de gobierno estadounidense. 

Esto no quita que las aventuras de Frank Underwood y compañía nos resulten extrañamente familiares, y que esperemos una versión peruana en la que un álter ego –más guapo y con más amigos– de Vladimiro Montesinos llegue a presidente y haga primera dama a Susy Díaz.



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