Este jueves se estrenó en Lima American Sniper, la 34º película dirigida por Clint Eastwood. American Sniper es el drama de cualquier soldado estadounidense que va a las guerras que los Estados Unidos libran fuera de su país: después del 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos invaden Iraq y comienza una guerra de más de diez años; Chris Kyle –cualquier soldado estadounidense– viaja a Iraq por periodos de nueve meses entre los cuales regresa a su casa, a su familia, a un país que está en paz y que él siente que hace caso omiso a la guerra en que está envuelto. La dicotomía le hace sentir cada vez más que, cuando está en Estados Unidos, está perdiendo el tiempo; podría estar en Iraq, salvando las vidas de sus compañeros.

Sin embargo, Chris Kyle (Bradley Cooper con 25 kilos más de músculo) no es un soldado cualquiera. Hay dos cosas que lo hacen excepcional, dos cosas que hacen que su historia individual merezca ser contada: en primer lugar, tiene un talento extraordinario como francotirador y como militar en general: identifica los peligros, tiene una puntería infalible, es considerado el francotirador más letal de la historia del ejército estadounidense.

En segundo lugar, y esto lo hace más interesante que un patriota con buena puntería, fue capaz, tras cuatro viajes de nueve meses a Iraq, no solo de reintegrarse a su familia y la vida cotidiana fuera de la guerra, sino también de sistematizar su experiencia en un libro autobiográfico que fue un bestseller en Estados Unidos. Más allá de la verdad o falsedad de la historia consignada en ese libro –y de la falta de cuestionamiento en este sentido por parte de Eastwood–, el temple de Kyle debe haber sido bastante impresionante –y un poco escalofriante– para conseguir una reintegración tan completa después de matar a más de 160 personas.

La fortaleza de carácter que le permite a Kyle tener éxito en su regreso a la sociedad se debe sobre todo al "complejo de salvador" que alguien le achaca en la película y a su profunda creencia en el eslogan "Dios, nación, familia". Por un lado, entonces, Kyle tiene una necesidad casi enfermiza de salvar a todo el mundo, metiéndose en luchas que no son suyas y poniéndose en riesgo sin pensar en sí mismo. Por otro, la identificación entre su nación y su familia le permite eliminar varios dilemas que paralizarían al ciudadano, al soldado de a pie. 

El verdadero Chris Kyle y su esposa Taya / Navyseals.com

 Así, cuando tiene que optar entre quedarse con su familia e irse de nuevo a la guerra, el razonamiento de Kyle es que ir a la guerra es una forma mayor de proteger a su familia que quedarse a criar a sus hijos. Cuando finalmente regresa para quedarse, su reintegración a la sociedad sigue un mecanismo similar: ayudar a otros veteranos de guerra es una nueva forma de proteger a sus semejantes. Mientras en la guerra cree que luchar por su país es luchar por su familia, en casa tiene que hacer ambas cosas por separado.

En la película, este último conflicto –el vacío que experimenta Kyle al volver a estar con su familia– se toma con bastante naturalidad. La solución, en definitiva, es propia del carácter excepcional que posee Kyle, carácter retratado con minuciosidad por Bradley Cooper (Silver Lining Playbook, American Hustle) pero poco explotado en la película excepto al momento de disparar balas.

Y es que American Sniper es una película de guerra más bien clásica. Esto significa que la guerra se simplifica, se presentan dos frentes –los buenos estadounidenses y los malos iraquíes– y nadie se cuestiona el origen del conflicto (OK, Al Qaeda lanzó dos aviones contra las Torres Gemelas, pero ¿por qué? Y, ¿qué tenía que ver eso con Irak?). En cambio, la experiencia de la guerra aparece como un videojuego en el que hay misiones y un contador de ‘kills’ –de los que Kyle consigue al menos 160– en la esquina superior izquierda.

Se puede alegar –supongo que Clint Eastwood alegaría– que la falta de profundidad en la situación iraquí es una herramienta para mantener el punto de vista del soldado a toda costa. Una salida fácil a un problema difícil. El máximo oponente al que se enfrenta Kyle es un francotirador que ganó una medalla olímpica. Más difícil, aunque más interesante, sería explorar en paralelo el camino de ese personaje, tratar de comprenderlo en vez de cazarlo y matarlo sin más porque es malo.

Eastwood y Cooper en el set de American Sniper / celluloidportraits.com

El patriotismo de Eastwood ya es conocido, y no sorprende que la película no cuestione en ningún momento el sentido de justicia estadounidense. Eastwood, es evidente, considera que Kyle es un gran héroe americano, y lo retrata como tal, incluso reproduciendo al final de la película imágenes originales del homenaje oficial y ciudadano que se le rindió.

La falta de profundidad en el análisis de la guerra de Iraq no es el único síntoma de la ceguera producida por el patriotismo de Eastwood: el único personaje femenino de la película, Taya Kyle –la esposa de Chris, interpretada por Sienna Miller–, es completamente incoherente. Cuando conoce a Chris, Taya, es crítica de los miembros del ejército estadounidense y su afán ególatra de salvar a todo el mundo. Poco después, Taya no solo se casa con un miembro del ejército –el máximo exponente de ese afán ególatra– sino que nunca le vuelve a cuestionar las razones por las que es militar y su creencia ciega en la sacrosanta nación estadounidense. El hecho de que Eastwood ni siquiera se molesta en contar cuál es la profesión de Taya antes de convertirse en esposa militar ya dice suficiente sobre su valoración de este personaje.

Aunque, como siempre, Eastwood entrega una película técnicamente impecable –en la ansiedad y tensión en las escenas de acción, en la intensidad del drama psicológico–, sus faltas políticas desmerecen a American Sniper, que resulta ser una oportunidad perdida de retratar una realidad más complicada de lo que parece. 



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