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El Comercio no quiere que trabajes menos

Publicado: 2015-01-14

El Comercio de hoy nos regala un interesante editorial, que vale la pena considerar con detenimiento. Titulado "Proletarios del mundo, recostaos", es una polémica contra la idea de que se debería (o se podría, al menos) reducir la jornada laboral a un número menor de horas, manteniendo la compensación de los trabajadores. 

La ocasión de la polémica la da una conferencia a cargo de Carlos Tovar, Carlín, organizada por la Juventud Comunista del Perú. (La conferencia se titula "La lucha de los trabajadores por una vida mejor" y va hoy a las 6:30 en Jr. Miró Quesada 360, Lima). Carlín es, además de uno de nuestros más notables caricaturistas políticos, un incansable difusor de esta idea: reducir la jornada de trabajo solucionaría muchos de los problemas de la economía actual, y es perfectamente posible. 

Para El Comercio, estas son zonceras. Se trata, dice el editorial, de una concepción de la economía

que consiste en ignorar la relación que existe entre el trabajo y la creación de riqueza. O, lo que es lo mismo, en imaginar que la riqueza es un ‘stock’ fijo e inmutable que tiene que ser repartido por alguien de una manera ‘justa’. El trabajo, dentro de esa concepción, sencillamente le daría a cada quien un derecho moral a acceder a esa repartición, pero no guardaría relación con la porción de esa riqueza que le debería corresponder, pues nada de lo que haga podría incrementarla.

 Aquí hay, por supuesto, varios pases de mano (no sería un editorial de El Comercio si no fuera así). Pero de entrada hay algo con lo que estamos de acuerdo, y es seguro que Carlín también lo estaría. Vamos, hasta el viejo Marx daría su asentimiento, ya que hizo de una idea similar el núcleo de su teoría del valor: es el trabajo el que genera la riqueza, y esta debe "repartirse" de manera correspondiente.

Hasta ahí, todo bien. Pero la primera prestidigitación es obvia: El Comercio dice "riqueza" pero está hablando de salario, o de compensación por el trabajo (lo que se le paga al trabajador por hora trabajada). Y no son la misma cosa. El editorial no menciona, ni por asomo, la porción de la riqueza (generada por el trabajo, en eso estamos de acuerdo) que deriva a las ganancias o beneficios de la empresa como tal, y de sus accionistas y dueños en particular. 

Y esta clarificación (que El Comercio obvia) es importante porque permite desentrañar el segundo pase de manos que se hace en este editorial: la sugerencia de que existe una relación directa y proporcional entre la productividad del trabajador y su compensación. Esta puede parecer una afirmación de sentido común, pero como sabe cualquier economista, no lo es (ojo, no es que no exista relación, sino que esa relación no es, aunque lo sugiera el editorialista, directa y proporcional). Es decir, esa afirmación es falsa.

En muchos contextos, la productividad puede aumentar sin que aumenten los salarios. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con los aumentos de productividad generados por tecnologías digitales en las economías desarrolladas. Y en términos más generales, una economía puede ver enormes aumentos de productividad y muy poco crecimiento en salarios reales, incluso su estagnación.

El ejemplo más notable de lo anterior lo dan, de hecho, los Estados Unidos, modelo del capitalismo contemporáneo que seguramente defendería el editorialista de El Comercio. Ahí, la productividad media de los trabajadores aumentó en 80% entre 1973 y 2011, mientras que los salarios reales medios (por hora) aumentaron en menos de la octava parte de ese porcentaje. Peor aún, la productividad ha crecido en 23% desde el año 2000 (incluso a través de las repetidas crisis de los últimos años), pero los salarios se mantienen estancados. (Los datos son del New York Times). Más bien, lo que ha ocurrido es que esas ganancias generadas por la mayor productividad se han convertido en ganancias de capital, produciendo un aumento de la desigualdad económica a niveles que no se veían desde hace casi un siglo. (Estos datos son del Pew Research Center).

Las razones detrás de todo esto son complejas y los economistas no se ponen de acuerdo sobre ellas. Pero una cosa es cierta: afirmar una conexión directa y límpida entre la productividad de los trabajadores y sus salarios es un engaño. 

Y el objetivo de este engaño es oscurecer, precisamente, lo que este editorial de El Comercio quiere negar: el trabajo genera riqueza, pero esta riqueza no revierte hacia él en forma de salarios. Decir "la riqueza no es un stock fijo" es no decir nada sobre la distribución de las ganancias, y termina siendo no una defensa de los salarios, sino una defensa de los réditos del capital. Para los cuales, como sabemos, el trabajo es un "sobrecosto" y un impedimento, aunque ese sea tema de otra discusión. 





Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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