Nació un 13 de enero de 1905. La misma fecha cuando –años antes en 1881- Lima ‘murió’ en las pampas de San Juan de Miraflores a manos del ejército expedicionario chileno en su avance a la capital. El bar restaurant Cordano, lleva más de una centena de años como refugio de poetas, escritores, periodistas y otros artistas. En el otro lado de la orilla ‘creativa’, el Cordano apadrinó ‘secretísimas reuniones’ de presidentes, ministros y políticos en general.  

Así, si hubo algún referente físico que uniera cultura con política ese no fue el ex Instituto Nacional de Cultura, hoy ministerio, sino este bar, a unos pasos de la estación ferroviaria de Desamparados y del Palacio de Gobierno.

De esta manera, las legendarias historias de poetas como Martín Adán quien almorzaba un ceviche y dos cervezas negras, las escapadas a comer de exmandatarios como Belaúnde Terry, Velasco Alvarado y Morales Bermúdez (todos unidos por conceptos como golpe de Estado y pisco sour) y visitas de artistas de cine o figuras emblemáticas como las del “Che” Guevera contribuyeron a crear alrededor del bar, un halo de mito que ni siquiera fue opacado por el Morris, Zela, Negro-Negro, La Catedral, Maury o el Múnich quienes –salvo los cuatro primeros- han resistido los embates de una modernidad, donde los bares, salones, restaurantes dieron paso a tiendas por departamentos, locales comerciales y bulliciosos fast food.

puerta de vaivén del bar cordano, conocedora de los 'vaivenes' políticos, culturales y sociales. foto: facebook del cordano.

También alimentó, desde luego, aquel cliché que decodifica al Cordano como el sumun de la bohemia de Lima. Quien se sienta en sus sillas venecianas y pide dos piscos con su sándwich de jamón del país, ya puede decir que es un limeño ‘del pelo’, vale decir, más capitalino que la Plaza Mayor y además bohemio, contestatario, alternativo e independiente. ‘Más limeño que eso, no hay’, dicen.

Sin embargo, el Cordano va más allá del estereotipo. Representa -desde sus inicios- un momento de la historia republicana de Lima y del Perú, cuando dos hermanos italianos Fortunato y Andrés Cordano y otro socio, Vigilio Botano decidieron vender café a los trabajadores mineros y agentes extranjeros de las grandes corporaciones extractivas de mineral que estaban en faena de paso por la capital y aproaban hacia la sierra en el ferrocarril central. No se puede decir entonces, que el Cordano –sin querer- conoció las facetas no sólo de la cultura o política del Perú de los primeros años del siglo XX, sino de su historia económica.

Hoy son 110 años de su inauguración. Sus dueños actuales desde hace más de tres décadas son los mozos, quienes se hicieron de la operación tras el traspaso hecho por la Sucesión Cordano y sigue siendo ese cliché respetable, conocedor de los vaivenes de la movida bohemia, política y económica peruana y es, como un viejo aristócrata venido a menos, que antes de aburrir es fuente de amena conversación y recuerdos.

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(Foto de portada: minube.com)


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