Este Año Nuevo, Michel Houellebecq publicó su sexta novela, titulada Soumission (Sumisión). El nombre es una traducción al francés de la palabra 'Islam' (cuyo significado es, precisamente, "sumisión" u "obediencia"), y la novela propone a Francia gobernada por un partido musulmán. El argumento es que, en las elecciones de 2022, pasan a la segunda vuelta, por un lado, el partido de extrema derecha francés y, por otro, el partido musulmán. Ante esta situación, los partidos franceses de izquierda, centro izquierda y centro derecha deciden votar por el partido musulmán para evitar las medidas anti-inmigración que tomaría el partido de derecha, que seguirá, según la novela, liderado por Marine Le Pen (actual líder de la extrema derecha francesa).  

El líder musulmán Ben Abbes, un personaje "extremadamente inteligente y con un extraordinario talento político" (según Houellebecq), gana la elección y al día siguiente se instaura en Francia una ley Sharia moderada. Esto significa que las mujeres deben dejar de utilizar escotes y faldas cortas, siendo incitadas por generosas subvenciones a retirarse del campo laboral. Además, los hombres que trabajan deben convertirse al Islam y, de no hacerlo, son dados de baja, aunque también subvencionados. Como resultado, el desempleo masculino se acaba en Francia y se instaura la poligamia. En medio de todo esto, el protagonista, un profesor universitario, ve desaparecer los últimos rastros del pensamiento ilustrado francés cuando la Sorbona se convierte en una universidad islámica costeada por árabes multimillonarios. 


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Como era de esperarse, la publicación de Soumission ha generado gran revuelo y nuevas acusaciones de 'islamofobia' contra Houellebecq (que salió airoso de un juicio por esta acusación en 2002, tras decir que el Islam es "la más estúpida de las religiones"). Las primeras novelas del escritor francés fueron también controversiales por sus retratos del Islam, de Mayo del 68 (decía que los hippies de 1968 eran responsables directos de los asesinos en serie de la década de 1990), de las feministas… es decir, de todos los grupos susceptibles de sentirse aludidos por las ficciones de un literato. Sin embargo, Houellebecq tiene bastante éxito en los círculos de crítica literaria (ganó el máximo galardón literario francés, el premio Goncourt, por su novela El mapa y el territorio) y es el escritor francés contemporáneo más traducido.


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En todo caso, Houellebecq ha sabido sacar provecho de ser una persona con poco respeto por la corrección política, siendo a veces demasiado honesto, sobre todo en lo que a su valoración de los demás se refiere: en la primera entrevista que concedió acerca de Soumission, para The Paris Review, dice que el libro no es pesimista, porque "al final del día, las cosas no van tan mal, realmente". "No tan mal para los hombres, pero para las mujeres …" (Sylvain Bourmeau, entrevistador). "Sí, ese es todo un problema distinto … [En todo caso] no es una catástrofe", admite Houellebecq.

Como mujer, me interesa interpretar esta afirmación de forma que signifique que sería una peor catástrofe, una verdadera catástrofe, permitir la subida al poder de un grupo de ultra derecha que expulse a los inmigrantes de Francia, sobre todo porque sí considero que retroceder todo lo avanzado en derechos de las mujeres sería un desastre histórico. Sin embargo, creo que las afirmaciones de Houellebecq en este sentido representan un 'me tiene sin cuidado, porque soy hombre'.

Más allá de su egoísmo, que es más un rasgo de personalidad que uno que permita juzgarlo como académico, lo que muestra Houellebecq en Soumission es una aceleración de la historia, "condenso una evolución que es, en mi opinión, realista". Lo que subyace a ese realismo es el conflicto político al que se enfrentan los musulmanes franceses en la actualidad: no hay ningún grupo político que lo represente. 

Me explico, siempre recurriendo a la entrevista de The Paris Review: la forma de vida musulmana es conservadora (piénsese en los problemas políticos como el matrimonio igualitario, por ejemplo), de forma que la izquierda francesa –en esencia progresista– nunca podría satisfacer sus necesidades políticas. Por otro lado, la derecha es nacionalista a rabiar, así que no cabe posibilidad de que un gobierno de derecha acepte al Islam –en esencia inmigrante– en su seno. "Si un musulmán quiere votar, ¿qué se supone que haga? La verdad es que está en una situación imposible. No tiene ninguna representación", dice Houellebecq. Parece natural, entonces, la formación de un partido musulmán.

Se ve, pues, que es absurdo calificar la novela de Houellebecq como 'islamófoba' en el sentido común de la palabra: odio a los musulmanes. No pretendo negar que exista tal cosa como un odio o temor irracional a los musulmanes –ahora mismo, los atacan por el atentado contra el semanario Charlie Hebdo, cometido por dos fanáticos que, obviamente, no representan a la población musulmana francesa–, pero los neologismos 'islamófobo' y 'homofóbico' son apologéticos de esa actitud conservadora y excluyente.

Quizá Houellebecq tenga una fobia en el sentido más propio de la palabra: un miedo irracional y exagerado de algo que para los demás es inofensivo. Houellebecq, en este sentido, admite que el libro es una exageración de unas tendencias reales de islamización (al respecto, afirma que "ese debe ser mi lado de mercado masivo, mi lado thriller"). Sin embargo, es fácil calificar de racista u ofensivo a un libro que aun no se ha leído, solamente por la sinopsis de la contratapa. Es como si alguien, sin leer o tras una lectura superficial de El hombre en el castillo, de Phillip K. Dick, dijera que Dick es ‘japonófobo’ por representar un Estados Unidos dirigido por japoneses.


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Ayer, miércoles 7 de enero de 2015, la oficina del semanario satírico francés Charlie Hebdo sufrió un atentado terrorista que dejó 12 muertos y decenas de heridos. El atentado consistió en dos hombres encapuchados que entraron gritando "¡Vengaremos al profeta!" y disparando sus metralletas en todas las direcciones. 


Portada de Charlie Hebdo. 7/enero/2015

El número de esta semana había puesto en portada una caricatura de Houellebecq: fumando, como siempre, y vestido con un traje de mago europeo, el titular leía "Las predicciones del mago Houellebecq", y el autor hacía dos predicciones: "El 2015 perderé los dientes" y "El 2022 guardaré el Ramadán". Para engrosar el libro de coincidencias, el mismo día del atentado, Soumission llegaba a las librerías francesas.

Tras el atentado, Houellebecq y su editor han sido evacuados de París y puestos bajo protección policial, pero esto parece deberse al miedo a un fenómeno Rushdie más que a amenazas reales contra ellos (en 1989, el estado iraní pidió la cabeza de Salman Rushdie a cambio de tres millones de dólares americanos tras la publicación de un libro suyo).

La caricatura de Charlie Hebdo refleja con astucia el espíritu del libro de Houellebecq: el autor fuma mucho, así que es plausible predecir que a sus dientes no les irá –o no les va– muy bien. Sin embargo, es exagerado decir que se le caerán este año, digamos que es una aceleración de una tendencia existente. Por otro lado, Soumission juega justamente con la aceleración de una tendencia existente, y por eso la predicción de una Francia islámica es plausible, aunque decir que se realizará en 2022 es exagerado.

Sin embargo, y a pesar de la aparente afinidad entre Houellebecq y Charlie Hebdo, es probable que el ataque al semanario se deba más a sus recurrentes burlas directas del Estado Islámico (ISIS) y grupos afines que a su apoyo a Soumission. Al fin y al cabo, los afectados por la novela de Houellebecq no son los extremistas islámicos. Los musulmanes retratados en la novela son más bien los inmigrantes que, a pesar de no ser integracionistas, se reconocen europeos y valoran la tradición que eso implica. Claro que cambiarían algunas cosas y, en el mundo de Soumission, tienen la oportunidad de hacerlo.

La conclusión que saca el autor de su lectura del Corán es que "los jihadistas son malos musulmanes". En esto, Houellebecq está un poco atrasado, porque la verdad es que hace tiempo que sabemos que el Islam no consiste en degollar periodistas. Al menos, el francés tiene el valor de corregirse: "podría decirse que he cambiado de opinión. Por eso no siento que esté escribiendo por miedo. Siento, más bien, que podemos hacer arreglos". Nuevamente, los que pueden hacer arreglos son los hombres: "las feministas no podrán, si somos honestos. … No puedes reemplazar la palabra feminista con mujeres. Las mujeres también pueden convertirse". Es decir, las mujeres pueden optar por perder sus derechos, y ser feminista implicaría no renunciar a ellos.

Volvamos a Charlie Hebdo. Aunque no es explícito, el semanario sí parece creer que los jihadistas son, sencillamente, malos musulmanes. Al publicar una biografía gráfica de Mahoma (trabajada con especialistas musulmanes), Charlie Hebdo da cuenta de un líder de carne y hueso capaz –como Jesús– de dar sentido a una corriente de pensamiento y espiritualidad milenaria. Es esta versión naturalizada de su líder la que los fanáticos islamistas no soportan, y por eso sienten la necesidad de 'vengar' al profeta. Absurdamente, claro.

En esta línea, es justamente la des-sacralización lo que persigue Charlie Hebdo, y "transformar el shock de las obscenidades de Charlie en la veneración de su martirio es convertir la revista en el tipo de ícono contra el que su iconoclasia imposible de reprimir está dirigida", como afirma Arthur Goldhammer, asociado del Centro de Estudios Europeos de Harvard.Quizá aquí yace la diferencia fundamental entre Houellebecq y Charlie Hebdo.

Mientras los caricaturistas del semanario se niegan, aun –o aun más– ahora, a callarse la boca (el siguiente número ya está en preparación), el protagonista de Soumission, como bien indica el título del libro, se resigna a los acontecimientos, los aprovecha como puede ( parece que la poligamia sigue siendo el gran sueño del hombre occidental) y se despide sin mayor drama de sus orígenes ilustrados. Según Houellebecq, la actitud del personaje se refleja en el resto de su país: "[en la novela,] Francia no está cometiendo suicidio en absoluto. Es más, que la gente se convierta es una señal de esperanza, no una amenaza. Significa que aspiran a un nuevo tipo de sociedad."



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