Tal como lo habían hecho el 15 de diciembre, y por décimo lunes, ayer el movimiento antiislamista Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) movilizó a más de 17,000 personas en la ciudad alemana de Dresden en rechazo a "la islamización de Alemania".
Con el paso de las semanas, el movimiento ha crecido y acoge a neonazis y militantes de extrema derecha con ciudadanos comunes, preocupados por lo que perciben como una "islamización de Occidente" o por la llegada de refugiados a Alemania (ciertamente, ese país se ha convertido en la tierra de ensueño de muchos europeos de países en crisis económica).
No obstante, hay alemanes que no están de acuerdo con estas manifestaciones, que en opinión de analistas internacionales se mueven entre la 'identidad' y el racismo, y en la que se utilizan símbolos cristianos con fines políticos. De hecho, ayer mismo en Dresden, ciudad de Sajonia, región de la ex Alemania Oriental, hubo unas 5,000 personas que hacían contraparte a Pegida, junto con unas 20,000 personas en otras ciudades alemanas, en una convocatoria denominada 'Dresden Sin Nazis'.
Pegida, fundado en octubre de este año, organiza cada semana sus 'Manifestaciones del lunes', siguiendo el modelo de las que hace 25 años contribuyeron a resquebrajar el Muro de Berlín.
“Aunque en Alemania existe efectivamente la libertad de manifestación, no hay sitio para campañas de difamación y persecución contra las personas que vienen de otros países. Todo aquel que participe en una manifestación de Pegida debe tener cuidado de no ser instrumentalizado”, alertó ayer la canciller alemana Angela Merkel.
“En Alemania no hay sitio para las campañas persecutorias contra creyentes o religiones, independientemente de cuál. No hay sitio para el extremismo de la derecha ni para la xenofobia”, agregó por su parte, el portavoz del gobierno, Steffen Seibert.
Por su parte, el Consejo Intercultural en Alemania y otras organizaciones califican a Pegida como un grupo racista. “Los líderes de estas manifestaciones no son patriotas, sino racistas, que cuestionan los derechos humanos y discriminan a las minorías”, declaró Jürgen Micksch, presidente del Consejo Intercultural.
“En las protestas, hay neonazis y radicales que intentan predisponer a la gente contra las minorías. Eso no lo podemos aceptar. Pero también hay mucha gente desconcertada que siente que los políticos no tienen en cuenta sus miedos difusos de convertirse en extranjeros en su propia tierra. A todas esas personas debemos dirigirnos”, dice el popular diario Bild.
¿Cero tolerancia?
Lo que comenzó como una protesta minoritaria en Alemania ha ido creciendo hasta convertirse en un problema al que la clase política de ese país debe responder. De hecho casi todos los partidos han rechazado la ideología de Pegida, pero no basta.
Es cierto que Alemania recibe cada vez más pedidos de asilo. Se estima que a finales de año se completarán 200,000 solicitudes. Y mientras esto se entiende por el bienestar que experimenta la economía de ese país, todo indica que aún hay un buen índice de xenofobia. Del casi centenar de ataques a centros de refugiados entre enero y setiembre de este año, las denuncias han sido contra grupos de influencia neonazi. En noviembre un albergue fue quemado en Nuremberg y en Colonia el grupo autodenominado 'Hooligans contra salafistas' causó violentos disturbios.
Y aunque los analistas internacionales muestran su preocupación por lo que consideran una nueva ola de violencia fascista, dentro de Alemania hay sentimientos encontrado. Por ejemplo, una reciente encuesta de Zeit online refleja que uno de cada dos alemanes siente algún tipo de simpatía hacia Pegida, mientras que solo un 23% es crítico. En tanto que el 73% está preocupado por la posibilidad de que el islam radical se asiente en su país.
En tanto, los representantes de Pegida rehúyen a la prensa, a la que acusan de mentir sistemáticamente. “Habría que hablar con ellos, pero usan una estrategia típica de la extrema derecha: el silencio, como si estuvieran en una dictadura. Su objetivo es instrumentalizar a los manifestantes para polarizar la sociedad y dar un paso más en la escalada de un conflicto en el que las dos partes, islamistas e islamófobos, son cada vez más radicales”, dice Thomas Mücke, responsable del proyecto Violence Prevention Network, que trata de concienciar a los jóvenes contra el radicalismo.
Las manifestaciones continuarán, al igual que las inmigraciones. El gobierno alemán debe hilar muy fino, pero a la vez con firmeza, para evitar que una 'preocupación ciudadana' se convierta en una tendencia política e ideológica como pretexto para la xenofobia.
(Foto portada: Salzburg.com)