La clínica privada San Gabriel ha sido acusada nuevamente de negligencia médica. Esta vez la acusan los familiares de Jackeline Paredes Zamora, una ingeniera industrial de 24 años que ingresó a la clínica el pasado 4 de noviembre para una operación en la que le extirparían cálculos renales, y terminó, al cabo de unas semanas y tras una serie de complicaciones presentadas después de la cirugía, en estado de coma. Este caso se suma a una retahíla de denuncias que sindican de negligencia al Complejo San Pablo, el más grande del país, al que pertenece San Gabriel.
La familia de Jackeline ha sentado la denuncia contra la clínica por mala praxis médica en la Fiscalía. Los familiares afirman que San Gabriel incumplió con el tratamiento antibiótico pre-operatorio que se acostumbra antes de la extirpación de los cálculos renales (el diagnóstico es litiasis urinaria coraliforme, es decir piedras de grandes proporciones instaladas en los riñones). Sin embargo, mediante un comunicado, la clínica ha deslindado de la supuesta negligencia y ha afirmado que "antes, durante y después, la paciente recibió terapia antibiótica profiláctica, según el protocolo establecido para estos casos".
"Es una operación sencilla y antes de fiestas estarás en tu casa", fue lo que le dijeron los médicos a Jackeline, según su padre, Walter Paredes Pérez. Pero una operación de "litiasis urinaria coraliforme" no es una intervención sencilla y entraña riesgos, dice el prestigioso oncólogo peruano Elmer Huerta vía telefónica desde EEUU. Huerta señala que los cálculos coraliformes suelen estar cargados de bacterias y que el mayor riesgo en las operaciones son, precisamente, las infecciones. Y esto fue lo que ocurrió con Jackeline, un “shock séptico" (infección generalizada). Esto "ocasionó una falla orgánica múltiple (FOM), afectándole en simultáneo varios órganos vitales (riñón, pulmón, corazón y problemas de coagulación)”, según el comunicado. "Un problema muy extendido es que los médicos no se comunican con sus pacientes", dice Huerta. "No les explican todos los riesgos de una intervención porque los doctores no quieren conversar con los pacientes. Estas son las quejas más frecuentes que recibo en mi programa de la radio".
La salud de Jackeline se complicó con una apendicitis aguda. El apéndice tuvo que ser extirpado. Trece días después, Jackeline empezó a presentar "tos con sangre, además de un sangrado agudo y repentino por diversas vías (digestiva, respiratoria, ginecológica y dérmica), catalogándose como un cuadro de Coagulación Intravascular Diseminada- CID" (es decir, su sangre empezó a coagularse en diferentes partes del cuerpo, obstruyendo las venas y las arterias).
Un punto que no menciona el comunicado, pero que si han contado los familiares al Diario UNO, es que Jackeline fue sometida a transfusiones de sangre. Esta figura entre las múltiples causas posibles de la CID. Esta complicación decantó en "áreas de infarto en el cerebro en la zona que regula la respiración y la función cardíaca", y se produjo "el estado de coma de pronóstico reservado", según señala la clínica.
En el estado actual de Jackeline, una mejoría resultaría poco menos que un milagro. Así lo corroboran los médicos consultados por lamula.pe. La familia habla de una muerte cerebral, y en medio de la batalla que libra Jackeline entre la vida y la muerte, ellos han convocado una vigilia a las afueras de la clínica en San Miguel, para este domingo 21, día en que ella cumple 25 años.
“Los médicos le dijeron que se trataba de una operación sencilla y la convencieron con el argumento que su cumpleaños y las fiestas de fin de año los pasaría plenamente recuperada”, dice entre sollozos Walter Paredes Pérez, el padre.
Así informó del caso la televisión:
ANTECEDENTES QUE CAUSAN MIEDO
Recientemente, hubo otra acusación contra la clínica San Gabriel. El periodista Marco Áviles narró en su blog Crónicas de Waterloo, que luego fue reproducida por otros medios de comunicación, la experiencia que había padecido su hermana Elena en este establecimiento. Áviles contó que durante tres años un médico gastroenterólogo trató a Elena, como si sufriera cólico de gases (intestinos perezosos). El diagnóstico era equivocado (nunca le mandó a hacer análisis, una endoscopia) y los tres años de medicamentos también. Escribe Avilés:
"El gastro era un poco pedante –recuerda Elena y no bromea–. La diagnosticaba casi sin escucharla, sin tocarla, como si le hiciera un favor. Como si no tuviera tiempo. Pero si hubiera tenido tiempo, si hubiera escuchado, si hubiera hecho su trabajo, quizá se habría enterado de que Elena no tenía pedos rebeldes sino una piedrita, de esas que ahora se remueven con láser".
Este año, cuando se intensificaron los dolores, Elena pidió una segunda opinión y el nuevo doctor realizó los análisis y se dio cuenta de que ella padecía de pancreatitis. Tres años de errores, de lo que se podía solucionar con un médico que estuviera realmente interesado. Pero la denuncia de Áviles fue más lejos:
"La clínica se llama San Gabriel, como el arcángel que anuncia el Juicio Final, y es parte de una cadena que emplea con eficiencia nombres celestiales. Una se llama San Pablo, otra San Juan. Un médico amigo de la familia trabajó en san Gabriel. Él le había contado a Elena que en esta clínica regía una política perversa. Los funcionarios clasificaban a los pacientes asegurados en dos categorías. 1) Los que están asegurados en compañías externas (Pacífico, Rímac, entre otras). 2) Los que están asegurados en la misma clínica".
La clínica, mediante otro comunicado, negó que discrimine a sus pacientes por el tipo de seguro. Pero a este caso que no acabó en tragedia como el de Jackeline se suma una grave denuncia anterior. Siete bebés murieron entre julio y agosto del 2013, en la clínica San Pablo, la estrella de estas clínicas privadas. ¿Por qué? Por shocks sépticos: la infección generalizada de su organismo producto de una bacteria que, por su avance, deterioró el normal funcionamiento de sus órganos. Infecciones intrahospitalarias registradas en su Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), terminaron con la vida de los siete bebés.
"Las ocho primeras madres llegaron a San Pablo desde hospitales públicos, principalmente de Essalud, a través de la derivación que estos nosocomios hacen de pacientes que no pueden atender por su capacidad limitada, o por la complejidad del caso. Ingresaron a San Pablo con cartas de garantía que aseguraban el posterior desembolso por los servicios prestados a los pacientes asegurados". El Estado paga miles de soles por estos servicios.
Esto no es todo. Según esta investigación que realizó el periodista Christopher Acosta, la clínica bloqueó la investigación epidemiológica del Ministerio de Salud. Finalmente este año, el Minsa decidió cerrar temporalmente la UCI de San Pablo por su deficiente infraestructura, incluyendo, entre otras faltas, un mal manejo de sus residuos sólidos, así como por carecer de un plan de control de infecciones intrahospitalarias.
Con este telón como fondo de la tragedia de la joven ingeniera Jackeline Paredes Zamora, la familia teme que haya alguna alteración en el parte médico y han pedido que la Fiscalía exija la documentación. Mientras tanto, su zozobra por la vida de Jackeline continúa.
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