El selfie que Ellen DeGeneres propició en la entrega de los Óscar, en marzo de este año, ayudó a que esta práctica se popularizara y expandiera de forma universal.
No en vano se convirtió en la imagen más compartida de la historia de Twitter: más de tres millones de usuarios la difundieron a través de sus propias redes de contactos.
La repercusión mediática no se hizo esperar. Los selfies, que hasta entonces eran considerados como simples gestos que buscaban la exhibición del individuo, comenzaron a ser vistos con otros ojos.
Ahora los selfies son una manera de confirmar que un determinado evento sucedió o que un personaje en particular se hallaba cerca, y que uno —quien comúnmente es el autor de la foto— estuvo allí presente, ya sea como testigo o como protagonista.
Entonces, no debe sorprender que al momento de hacer los típicos recuentos de fin de año la mayoría de medios apueste por aquellas imágenes que sobresalieron ya que en ellas aparecían la reina Isabel II, Paul McCartney, Kim Kardashian o Emma Watson; o por lugar en el que fueron tomadas, como el espacio exterior, frente a un volcán o en medio de una estampida de toros.
En nuestro caso, apostamos más bien por esas instantáneas que, además de ser genuinos selfies (donde el sujeto es objeto de su propia mirada), alcanzaron una gran notoriedad por las peculiares circunstancias en las que se capturaron y que, de paso, ayudaron a revisar el valor encerrado en esta práctica fotográfica.
Los selfies escogidos fueron los siguientes:
El selfie más visto del mundo (siquiera del mundo virtual)
Tenía todas las condiciones necesarias para que se convirtiera en un acontecimiento que la prensa podría explotar fácilmente durante semanas. No solo se reunió a una gran cantidad de famosos (hay 12 actores estadounidenses de distintas generaciones), sino que se realizó en medio de unas de las ceremonias más vistas alrededor del mundo: la entrega de los premios Óscar. Al momento de escribir estas líneas 3,366,922 usuarios de Twitter la compartieron. Puede decirse que con esta gracia el resto de la humanidad se enteró de qué se trataba un selfie.
El selfie de todo un planeta (que tenga conexión a Internet)
Un mosaico de 36 mil fotos fue descrito como el "selfie mundial". La NASA fue la encargada de hacer la convocatoria a nivel internacional con motivo de las celebraciones del Día de la Tierra. La composición final fue acondicionada para que luciera como un representación de nuestro planeta visto desde el espacio. Con este gesto, los selfies devinieron en un nuevo mecanismo para permitir la participación y la integración —siquiera en un plano simbólico— de todos aquellos que tuvieran disponibles una cámara y una conexión a Internet. Aquí resulta inevitable pensar en el hecho de que actualmente uno es parte de una campaña con tan solo compartir un enlace o utilizar un hashtag.
El selfie de los campeones (porque ellos también son rockstars)
Tomarse un selfie a los instantes de haber concluido una competición deportiva en la que se salió victorioso ha sido en este año una práctica cada vez más común entre los atletas del mundo. En muchos de estos casos, va más allá del mero hecho de registrar para la historia (personal o colectiva) la hazaña conseguida. Se trata de alimentar las ansias de información que los seguidores virtuales de estos deportistas exigen de manera inmediata. Y qué mejor si esa imagen nació de la mano de sus propias figuras.
El primer selfie de Curosity (¿quién dijo que solo los humanos podían?)
Que la sonda espacial Curiosity, la cual cumple con labores de exploración de la superficie de Marte, también "se tomara un selfie" (hay que considerar que se trata de una máquina controlada desde la Tierra) nos revela la importancia de dicha acción. No solo se está concibiendo a Curiosity como una entidad con voluntad (y esto puede llevarnos a pensar —si apretamos el acelerador de nuestra mente— en las capacidades de la Inteligencia Artificial), también se está postulando al selfie como una acción necesaria e inmediata que verifica cualquier actividad, y la hace "real" para el observador.
El selfie equivocado (o de los límites de la moral en las autofotos)
En realidad, no se trata tan solo del caso de Breanna Mitchell, una joven estadounidense que decidió hacerse un selfie en medio de las instalaciones del campo de exterminio de Auschwitz. Hay una infinidad de imágenes que han despertado la indignación y la reprobación de los internautas alrededor del planeta. Así que si te tomas uno con un muerto, o si te tomas uno junto a un mendigo —o un suicida o un rehén— y lo utilizas como un exótico bulto que es parte de la escenografía, entonces, estás actuando mal. Por lo visto, el selfie —en menos de un año— no solo es una práctica corriente, sino que se halla condicionado además por la moral del público, de ese con el que el autor comparte su imagen.
El selfie de un macaco (que nos hizo pensar sobre los derechos de autor)
¿Puede atribuírsele a un animal ciertos derechos que se creían exclusivos de los seres humanos? Esa fue la cuestión de fondo en la polémica que enfrentó a Wikimedia y el fotógrafo naturalista David Slater. Y es que el portal web difundió el selfie que un macaco se tomó con la cámara de Slater como una imagen libre de regalías. Entre quien aprieta el botón y quien crea las condiciones existe una distancia insalvable. De allí que al final los tribunales estadounidenses le dieran la razón a Wikimedia: "los trabajos creados por la naturaleza, animales o plantas o creadas por seres sobrenaturales o divinos, no pueden estar sujetas a derechos de autor". La imagen —la autofoto— le pertenecía al macaco. Igual caso debería ser el de lo selfies del lemur y del elefante.
¿Y tú ya tienes tu selfie?