La Unión Humanista y Ética Internacional publicó, en 2012, un reporte acerca de la situación de la libertad de pensamiento en 66 países. El reporte no muestra un panorama muy alentador: hay 55 países, en su mayoría islámicos, con leyes contra la blasfemia, de los cuales 39 la castigan con cárcel y seis con pena de muerte. Sin embargo, el blog Erasmus, de The Economist, saca a la luz una tendencia que queda implícita en las conclusiones generales del reporte: el mismo hecho de que se dicten leyes contra el ateísmo y el humanismo secular implica el reconocimiento de que estas posturas existen y pueden constituir una forma de vida.


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El blog pone como ejemplo a Egipto, donde se reconocen el Islam, el judaísmo y el cristianismo, pero las leyes contra el ateísmo persisten. Mikael Nabil Sanad, un egipcio exiliado con cargos por blasfemia, considera que, a pesar de su propia situación, hay un progreso sensible en la materia: en la televisión, por ejemplo, se invita a un musulmán, un judío, un cristiano y un ateo para debatir un tema; un comité de revisión de la constitución ha admitido las observaciones de un grupo de ateos. Además, el internet permite la comunicación entre personas que, solas, nunca serían capaces de 'salir del clóset' del ateísmo.

"El hecho de que las ideas de disidencia religiosa y las anti-religiosas estén siendo perseguidas aun más severamente no significa que los perseguidores prevalecerán", concluye Erasmus. Parece posible, entonces, que el reconocimiento negativo de la persecución pase a ser un reconocimiento positivo e incluyente.


[Imagen de portada: escapula.com]


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