“La pomposa y siempre discriminatoria gentita culturosa de Lima se enfurece, se enrojece, se emputece, se vuelve absolutamente loca cuando algún famoso que no es escritor, escribe un libro”.
¿Quién lo dice? Lo dice Beto Ortiz. ¿Dónde? En el prólogo y la contratapa de Ni puta ni santa, el libro que Mónica Cabrejos publicó con la editorial San Marcos en 2013.
Y es verdad: los prejuicios contra las personas de gran exposición mediática existen en el ámbito literario. Sin embargo, sospecho que para el público en general, el tema es otro. Y mi sospecha la confirma lo ocurrido la noche del sábado 13 de diciembre en la VII Feria del Libro de Nuevo Chimbote (FELINCH).
Ahí, más de un centenar de personas colmó casi por completo el auditorio principal para ver en persona a Cabrejos, que presentaba su libro junto al escritor chimbotano Luis Fernando Cueto.
Si estaban allí, era porque no muchas veces se tiene la oportunidad de estar frente a frente con un famoso de la tele. Eso es cierto. Pero, ¿es lo único? ¿No será también que el tema del libro —la exploración del cuerpo propio y del ajeno a través de la sexualidad— tiene algo que ver con su atractivo para el público? Y si es así, ¿es posible replicar esa experiencia, desde otros territorios literarios?
Veamos.
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Mónica Cabrejos provoca toda esta expectativa y arrastre porque vive en la memoria del público. No importa si como figura de calendarios o como protagonista de programas de la farándula. El hecho es que no se trata de una desconocida. Es más, ella, como indicó durante la presentación, en el pasado ya había visitado Chimbote para ofrecer algunos espectáculos.
Pero el libro tampoco se queda atrás. Ni su título ni su portada pasan desapercibidos para la mayoría. Por el contrario, atraen la mirada del curioso y lo convierten en un probable comprador.
La publicidad que ha tenido Ni puta ni santa, que ha llevado a Cabrejos por una serie de sets televisivos (desde los típicos segmentos del espectáculo hasta el programa de alguien como Marco Aurelio Denegri), logró que ahora el libro esté por su segunda edición, pese a la furibunda producción pirata que ha debido enfrentar. Y esto último en el Perú, como se sabe, es un signo inequívoco de éxito comercial.
Ahora, ¿cómo trasladar esos rasgos a la literatura independiente? ¿Cómo lograr que las actividades donde participan autores jóvenes y/o relativamente desconocidos no terminen siendo deslucidas reuniones amicales que solo son excusas para llegar a un determinado bar?
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El primer punto es la visibilidad del escritor.
No se trata de hacer de él un animal de feria que circule de un lugar a otro a merced de aplausos y flores. Tampoco que deba alimentar el morbo en torno a su persona, revelando e iluminando la geografía de su intimidad. En realidad, consiste en fortalecer —porque ya existe, aunque aún en un nivel muy restringido— el circuito de gestión cultural literaria.
Se necesita acercar a los autores a ese público que, si estuviera debidamente informado, ayudaría a sostener a la producción editorial independiente de su localidad. Y si esto es algo que deba ser llevado a cabo por el propio escritor o por cualquier otro agente vinculado al sistema literario, no es lo más relevante de la cuestión. Lo más importante es el gesto de hacer visibles y palpables a los sujetos que crean.
Hay que establecer puentes reales con un público aficionado a la lectura, a la literatura, a la escritura, que no encuentra fácilmente los canales de acceso al vasto universo de autores y obras —muchas de ellas muy bien logradas— que han surgido en los últimos años.
Visto que los medios tradicionales —sobre todo los diarios y la televisión— apuestan por "lo divertido" o "lo popular", salvo dos o tres casos excepcionales, el territorio que le queda a estas manifestaciones es el de las redes sociales y la Internet. Y esta no es una idea novedosa. Ya en distintos rincones de América Latina, se habla de la Alt Lit, una literatura cuyos autores y obras se mueven únicamente a través de la gran red.
Por lo tanto, el objetivo es hacer del escritor un personaje referencial y que se valida a partir de su conocimiento (teórico y práctico). No solo para una mayor venta de libros y en beneficio de las pálidas arcas de las editoriales y sus autores; sino también en beneficio del movimiento cultural, pues se tendría nuevos espacios donde albergar a la creatividad y a la reflexión, sin someterse únicamente a los linderos de lo académico.
Basta una rápida mirada para darse cuenta que hoy en día hay oferta de espectáculos culturales, pero no de espacios físicos donde debatir o intercambiar ideas. Y si bien el Facebook y los blogs ya son utilizados por muchos en ese sentido, es insuficiente. Hay que salir, hay que ver y hablar en directo con los otros.
El otro punto es cómo armar los discursos de modo que la obra resulte atractiva sin que se traicione o pervierta su contenido. Y esta es una tarea de las editoriales (preocupándose por presentar sus libros no solo como portadas y recomendaciones de otros autores, sino también como productos que pueden cubrir ciertas necesidades) y de la crítica (encontrando un término medio entre la reseña especializada y la estafeta de poco más de cinco líneas, y construyendo un espacio desde donde hablar).
En síntesis, si el sector literario independiente no se arriesga, si no está dispuesto a escapar de sus convenciones —muy conservadoras, en tanto prefiere no salir de su zona de confort—, si no busca mecanismos novedosos y originales para hacer que sus autores dejen de ser sombras fugaces, tendrá que resignarse a su estado actual.
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La presentación de aquella noche se cerró con un acto simbólico. La regidora Rosa Neyra le entregó a Cabrejos un trofeo de parte de la Municipalidad de Nuevo Chimbote. Y, cuando se le acercó al micrófono para que dijera las palabras que exigía la ocasión, no dudó en decir que ella, refiriéndose a la autora de Ni puta ni santa, había sido llamada a ser parte de este evento porque se necesitaba a alguien mediático. La cantidad de público así lo mostró.
Más allá de esta inclusión mediática en su programación, en la FELINCH participaron autores literarios como el poeta Arturo Corcuera o el escritor Oswaldo Reynoso, ambos admirados en todo el país, o como el propio Luis Fernando Cueto, autor local que ya ha logrado reconocimiento tras ganar el Premio Copé de Novela en 2011.
Sin duda, Chimbote y Nuevo Chimbote deben incrementar su propuesta cultural, de modo que a lo largo del año haya una serie de actividades que haga notar a la literatura y a la lectura como propuestas accesibles, para nada elitistas, y de mucho valor (tanto para hurgar dentro de uno como para compartir ideas sobre el entorno en el que se hallan).
Entonces, iniciativas como el concurso de cuentos que organizó la FELINCH o la labor del colectivo detrás del proyecto Biciteca son claras evidencias de ello.
Por lo tanto, hay esperanza.