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"Para mí la poesía es sensorial: entra por el cuerpo, no por la razón"

Odette Vélez Valcárcel presenta un nuevo poemario: 'Urdimbres'. LaMula.pe conversó con ella acerca de la concepción del libro así como del proceso seguido en el oficio poético.

Publicado: 2014-12-13

Aunque apartada voluntariamente, y por varios años, de la escena literaria local, la poeta Odette Amaranta Vélez Valcárcel nunca dejó de escribir ni de estar interesada en la poesía. 
Una vez que sintió que su realización profesional (Odette es psicóloga) dejaba de ser una prioridad excluyente, tuvo una suerte de reencuentro con la literatura. Fue así que en 2010, publicó Árbol sin nombre, un volumen que reunía su producción más relevante entre 1986 y 2009.

Este año, y gracias a la editorial independiente Intermezzo Tropical, la poeta presentará  su nuevo libro: Urdimbres. El evento será llevado a cabo el lunes 15 de diciembre a las 7:00 p.m. en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), en Barranco. 

¿Podrías hablar un poco del camino que has seguido en la poesía? ¿A qué edad tuviste tus primeros contactos con la escritura?

Más formalmente a los diecisiete años. Aunque ya venía escribiendo desde antes, desde el final del colegio. Es en esa época que me metí a un taller de poesía en el Centro Cultural Antares y que era dirigido por Carlos Garayar y Marco Martos. Fue un espacio muy estimulante porque me encontré con gente de diferentes edades —algunos mayores que yo, algunos que incluso ya habían publicado— y leíamos juntos nuestros propios poemas. Precisamente, el primer recital que tuve en mi vida fue en Antares. 

Luego ingresé a la Universidad Católica y, tal vez porque era hija de la poeta Rosina Valcárcel o porque allí siempre había una movida de gente que escribía, estuve cuatro o cinco año muy metida en esas actividades. Sin embargo, al mismo tiempo sentía que no pertenecía a ese mundo. No iba a estudiar Literatura, iba a Psicología. También recuerdo que en esos años les hicieron una entrevista en la revista Caretas a unos amigos y los presentaban como "los jóvenes poetas", y yo sentí que me intimidó esa sensación de que esperaban algo de mí. Siempre he escrito, nunca he dejado de escribir, pero lo que hice entonces fue retirarme de esos recitales y encuentros interuniversitarios. Sentí que me abrumó todo eso. Realmente me retiré. Hubo un punto en el que ya no quería ir más a los recitales. Sentí que la gente lo aceptó y simplemente me esfumé. 

(foto: ana cabrera/lamula.pe)

Después, en el año 2008, en un viaje que hizo mi esposo y yo me quedé sola, tuve las ganas de releer las cosas que había escrito a los diecisiete años y que felizmente había conservado. Me di cuenta que allí había un poemario y lo estuve trabajando dos años, y en el año 2010 lo publiqué. Reunía textos escritos desde los diecisiete hasta entonces. Es un libro que se agotó. Sacamos solo 200 ejemplares. Siento que fue una forma de honrar tardíamente —pero en verdad nunca es tarde—, para encontrarme con mi poesía y descubrir que estaba allí, que estaba viva, que no había parado y que fue un reencuentro.

¿Has identificado cómo es tu proceso de escritura? ¿Siempre comienza igual o adquiere distintas opciones de acuerdo a cada texto?
Mi proceso es muy intuitivo. Tal vez porque no vengo del mundo académico. Siento que a partir de determinado momento de mi vida tengo la necesidad de escribir. No es que siga una rutina. Es como algo que se manifiesta, que se revela, que aparece y que yo trato de estar allí lo más digna posible para recibirlo. Entonces, lo que hago es ir escribiendo y cada cierto tiempo —pasan, no sé, algunos años— me provoca volver a leer lo escrito. Si vuelvo a mirar y hay algo que me interesa, digo: “esto queda”. Mientras que lo otro va desapareciendo, lo voy desechando. Sí tengo la disciplina de que cuando algo me gusta, lo escribo en la computadora. Lo voy almacenando hasta que de pronto llega un momento en que tengo la sensación, las ganas, de asomarme a esta especie de almacén. Si siento que hay algo que me conmueve, que me gusta, me alegro. Porque no fue algo del momento, sino que pese a que pasó el tiempo, y se decantó, todavía resuena en mí. Es así como he hecho los dos poemarios

foto: ana cabrera/lamula.pe

¿Cómo fue en el caso de 'Urdimbres?                                                          
Me pasó que lo revisé, me gustó, sentí que había cosas, que tenía que trabajar, y me pregunté: “¿hay algo acá? ¿hay un tema, una estructura, una propuesta?”. Como no es algo muy conceptual ni planificado, sino que emerge, coincidió sincrónicamente que este año entré a un espacio de costura [cuyo nombre es La hermandad de la costura], que lo dirige una artista que se llama Mari Gho. Llegué allí básicamente porque me pareció interesante cómo plasmar palabras e imágenes —o la poesía misma— en objetos. Me pareció estimulante cambiar de material. Me ha ayudado mucho a inspirarme de otra manera. Y el estar en la costura, cuando regresaba a este poemario, me permitió descubrir que algunos poemas eran hebras, como imágenes, como escenas; luego sentí que habían algunos que eran nudos, como tensiones; y otros que tenían como una pequeña historia, que eran más largos, y que para mí tenían una trama. Entonces me di cuenta de esto y me convencí. Dejé pasar unos meses, porque creí que podía estar muy influenciada por la costura. Pero también descubrí que había un poema que yo había escrito hace años, mucho antes de que estuviera en la costura, y que se llamaba “Urdimbres”. Eso fue como una señal. Al final me gustó ese nombre, que era perfecto para esto. 

la portada del libro

He visto que juegas con el espacio de la página, que tienes textos en los que recurres al uso de caligramas.
Eso es algo nuevo para mí. En el primer poemario no hay eso. Pero esta vez me provocó mucho, eso también apareció cuando ya estaba trabajando los versos. Y me atreví a probarlo. Cuando se los di a una diagramadora, que es la persona que también se encargó de mi primer poemario, me dijo: “oye, tu libro ya está diagramado”. Yo le dije: "a qué te refieres". Y me respondió: "sí, es que tú estás proponiendo como formas". Y yo le contesté: "ah, bueno, pero igual tú ve si te parece o no". Es la primera vez que me nacen estas ganas. 
Me llama la atención cuándo es que usas este recurso: "sangrante", "alunado río", "dardo", "entrañas", "filo". Todos los casos corresponden a elementos que caen, que son lineales.

Sí, tal vez tiene que ver mucho con la manera en que yo soy. Yo considero que soy una persona intensa, y esa intensidad a veces puede ser muy apasionada, bonita, pero también puede ser hiriente. Puede ser como un dardo, una navaja. O puede ser como un río que fluye. Creo que es algo que me define.

este es  uno de los caligramas incluidos en 'urdimbre'

Entiendo que esto no fue calculado. Haces que caigan las palabras y son justamente aquellas que se refieren a elementos que siguen una determinada dirección.

Yo siento, cuando converso con algunos amigos que también escriben, que mi poesía no es calculada, es muy intuitiva. Yo no pienso mucho, las cosas van ocurriendo. No hay nada muy conceptual. Es como que me voy dejando llevar. 

Si yo tuviera que decir algo de mi poesía sería que es muy fresca, sencilla, poco elaborada tal vez. Que no significa que no la haya trabajado. Porque sí siento que la trabajo y me toma tiempo poder encontrar si esa es la forma o la palabra.

¿Se puede decir que tú buscarías que tu poesía impacte o enganche al lector?

Creo que, desde mi perspectiva, cuando los poemas son demasiado conceptuales o racionales, y no me despiertan los sentidos, no engancho. A veces, igual, por interés me quedo, pero para mí la poesía es más sensorial. Entra por el cuerpo, no por la razón. En ese sentido, sí me gustaría que mi poesía fuera así. Tal vez por eso me gustan también los poemas más cortos.  

Si ves mis dos poemarios, no hay poemas muy largos, como que no hay tanto discurso, sino más sensaciones e imágenes. Así me sale. De repente con el tiempo cambie, no lo sé.

Entonces se puede decir que el individuo se teje con su entorno. Aunque también encontramos estas situaciones en las que se corta cualquier vínculo. ¿La poesía es solo el registro de este proceso o la poesía es lo que nos teje o nos corta con los otros?

Para mí creo que todo se teje: se tejen las palabras, se tejen los sonidos. Hay nudos que son muy afables, hay nudos a los que tú les tienes cariño, y hay otros que te estrangulan. En las cuestiones familiares, amicales, de pareja. Creo que la vida es un tejido, un gran tejido. Hablando del universo, de las células. El propio cuerpo es un universo de miles de tejidos. Por ese motivo escogí una cita de Cecilia Vicuña como uno de los epígrafes del poemario: “Hablar es hilar y el hilo teje al mundo”. Pero no solo la palabra, el sonido también, el cuerpo, los movimientos. Yo me preguntaría más bien ¿qué no es un tejido? Siempre hay vínculos. La poesía no escapa de eso.

(foto: ana cabrera/lamula.pe)

Me es inevitable preguntarte por tu madre, quien también se ha dedicado a la poesía: ¿Tú la ves como una influencia, como un referente? 

En realidad no es solo con ella, también es con mi abuelo [Gustavo Valcárcel]. Es lo que yo puse en la solapa de mi primer poemario: la sensación de que a veces uno elige a la poesía, y otras que es la poesía quien te elige. En mi caso, yo pienso que es esto último. Provengo de una familia con un abuelo poeta y una madre poeta. Y como sin querer ya a los quince o dieciséis años me salía escribir, pero no sabía si ya era poesía o no. En el taller de poesía con Carlos y Marco, ellos me decían: "sí, eso es poesía". Como que me ayudaron a darme cuenta que sí, y que no era nada raro que tal vez la poesía me siguiera, porque mi mamá y mi abuelo eran poetas. Siempre los he tenido como un referente familiar. Yo vengo de allí, es mi raíz. Es más, mi primer poemario está dedicado a ellos. Porque creo que es de allí de donde viene. Hago mi propia poesía, pero siendo bastante diferente.


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Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

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