Este martes, un comité especial del senado de los Estados Unidos hizo público un demoledor reporte sobre las prácticas de tortura ("interrogatorios reforzados") aprobadas por la Casa Blanca bajo la administración de George W. Buch, y puestas en práctica por la CIA como parte de la "Guera contra el Terror".
El reporte, presentado por la senadora Demócrata Dianne Feinstein, es ampliamente condenatorio con las agencias de seguridad de los Estados Unidos. Además, no deja dudas de que los más altos funcionarios del gobierno estadounidense (Bush, su vicepresidente Dick Cheney, su asesora de seguridad nacional Concoleezza Rice, y otros) estaban al tanto de los hechos, y no puede clamar inocencia ahora.
Tampoco deja dudas sobre una de las líneas de defensa más usada por los promotores de la tortura: contra lo que suelen afirmar, esas prácticas no produjeron resultados útiles y no contribuyeron a la seguridad nacional de los Estados Unidos, sino todo lo contrario.
Y, aunque no lo menciona con nombre propio, vuelve a poner al psicólogo James Mitchell en el ojo de esa tormenta, directamente entre los responsables. Mitchell es el "arquitecto" al que el reporte se refiere, un consultor de la CIA encargado de diseñar las técnicas de tortura para lograr su máxima efectividad (es decir, para hacerlas más brutales y crueles). Y cobró por el servicio, dice también el informe del senado, una fortuna: 80 millones de dólares en total.
Mitchell ha formado un acuerdo de confidencialidad con la CIA y no puede hablar públicamente sobre los detalles de su papel, pero por reportes periodísticos se sabe que participó personalmente en la tortura, además de diseñar las técnicas empleadas. Ahora, ViceNews ha puesto en circulación este documental, centrado en una entrevista con el psicólogo, que no muestra la más mínima señal de arrepentimiento y continúa afirmando que sus métodos son eficientes, a pesar de las conclusiones del comité senatorial.
Aquí la entrevista (en inglés).
En una entrevista previa, con el diario británico The Guardian, Mitchell ya había expresado su escepticismo sobre cualquier reporte que pudiera salir del senado, y había defendido su trabajo intentando ponerlo en contexto. "Es muy fácil, 13 años más tarde (...) decir 'yo lo hubiera hecho mejor, esas cosas son ilegales'. No lo eran según la ley de ese entonces", dijo Mitchell en esa ocasión. E insistió en que la tortura de detenidos fue efectiva, contra lo que hace tiempo vienen afirmando muchos expertos y lo que ahora confirma, oficialmente, el Senado de los Estados Unidos.
Con ello, Mitchell se suma a las varias voces de involucrados en el proceso, que continúan defendiendo la tortura de detenidos (incluso aquellos detenidos sin ninguna prueba en su contra, como ha mostrado el reporte senatorial). Entre ellos, Dick Cheney, quien ha reaparecido desde el martes en los medios para afirmar que las conclusiones del informe presentado por Feinstein está "lleno de mierda".
Mitchell, por cierto, no es el único profesional de la salud que participó en el programa de tortura de los Estados Unidos. Otros psicólogos, médicos y enfermeros lo hicieron también, y un movimiento de denuncia y condena moral está empezando a surgir entre colegas horrorizados por sus métodos.
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