Cuando Edward Snowden, un exanalista de sistemas de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos que ahora permanece refugiado en Rusia, reveló que su gobierno empleaba los sitios de Apple, Yahoo, Outlook, Google, Facebook y Microsoft para espiar a sus ciudadanos, la comunidad se inquietó. Para tranquilizarlos, Obama, inmediatamente, salió a decir que tranquilos, solo se usa para vigilar no-norteamericanos. Al resto del mundo solo nos quedó decir: Gracias, Obama.
Su explicación no fue suficiente. La presión aumentó y la Casa Blanca propuso, finalmente, una reforma llamada USA Freedom Act para limitar el acceso a la información privada de los ciudadanos, pero el senado lo rechazó. Su política de seguridad indica que se debe seguir espiando.
Ahora bien, este no es el único caso. El gobierno británico hace lo mismo. Así apunta James Ball en su artículo para The Guardian, donde discute cómo el gobierno de Inglaterra, con sus últimas leyes aprobadas, ha intensificado los sistemas de vigilancia (espionaje) masivo como parte del plan antiterrorista, al punto de que la sociedad civil percibe que cualquier persona podría ser identificada como sospechosa.
“¿Nuestra seguridad podría estar en peligro gracias a estas políticas antiterroristas?”, se pregunta Ball. Esta es una cuestión incómoda para el gobierno inglés, pero tiene una posible respuesta: sí y por muchos motivos injustificados como los que pasamos a explicar.
1.Decir lo incorrecto
El gobierno británico ha decidido emplear los algoritmos de Facebook (los códigos que detectan nuestros rostros, intereses y nos sugieren amigos) para perseguir sospechosos. Los algoritmos tienen la capacidad de rastrear cada uno de las publicaciones que hacemos en las redes sociales.
¿Cómo son empleados? Las agencias de seguridad hacen una larga lista "negra" de algoritmos antiterroristas con frases que, de mencionarlas, podrían traerte problemas. La pregunta es cómo detectan esas frases peligrosas.
Una forma es a través de las “keywords” o palabras claves. Un mensaje que contenga una o dos de esas palabras podría pasar desapercibido, pero de encontrarse más de dos en la misma publicación podría convertirse en sinónimo alarma. Por ejemplo, el siguiente mensaje: “Disculpa por ser un suplicio, pero podrías esta vez enviarme ese fertilizante? Lo necesito urgente. Gracias, eres una bomba. Te veo el viernes, Insha’Allah”.
Duncan Ross, analista de datos, se pregunta qué sucedería si se lograra, finalmente, crear un algoritmo que se pareciera 99.9% al de un terrorista, bajo la premisa de que existen 100 sospechosos en Inglaterra. Efectivamente, se capturarían a esos 100, pero ese mismo algoritmo también consideraría al 0.1% restante como terroristas. Eso equivale a unas 60,000 personas en Inglaterra. Sumado a ello, en las redes sociales, esos 60,000 envían más de un mensaje por día, con lo cual tendría billones de mensajes privados por decodificar. Evidentemente eso resulta inmanejable para cualquier agencia de seguridad. Aun así, al ser tachados como sospechosos, ese 0.1% no gozará de privacidad nuevamente.
2. Compartir el link incorrecto
Las máquinas de las agencias de seguridad emplean las bases de datos de determinados sitios web que están conectados con grupos extremistas, pedófilos o similares. Basta que compartas uno de esos links para que entres a la lista de sospechosos. Si lo haces más de una vez, entonces es más probable que seas un terrorista o al menos un simpatizante o un investigador, periodista, empleado de alguna agencia de seguridad…en suma, un sospechoso.
El problema reside en aquellos portales que son visitados simultáneamente por billones de personas al mismo tiempo, como Youtube. Por ejemplo ¿qué pasa si un usuario marca un contenido como inapropiado? Inmediatamente el sistema le pregunta por qué. Solamente si un buen grupo de personas da la misma respuesta, entonces recién la agencia de seguridad activa su alarma y marca al creador del video como sospechoso.
¿Qué pasaría, entonces, si un grupo de bromistas --como los de 4chan, por ejemplo-- decide, masivamente, marcar tu página web favorita como inadecuado? En ese caso ninguna web, por más inofensiva que fuera, dejaría de ser considerada sospechosa.
3. Conocer a la gente incorrecta
Las agencias de seguridad no indagan las redes sociales en busca de individuos sospechosos, sino grupos, redes, las denominadas networks.
Imagina que estás en un grupo de fanáticos de determinada banda musical que, a su vez, tiene miles de miembros. Obviamente, no conoces personalmente a todos. Sin embargo, bastaría que uno sea identificado como sospechoso para que el escáner de alguna agencia de seguridad analice la totalidad del grupo, persona por persona y, al mismo tiempo, a los amigos de los amigos de esas personas.
El general Keith Alexander, ex jefe de la NSA, reveló a la revista Foreign Policy que era un fanático de este tipo de búsqueda a granel. El agente contó que armaba redes de "quién conocía a quién". Luego descubrieron que todos estaban conectados entre sí porque habían acudido a la misma pizzería. De ser todos sospechosos, pasaron a ser todos inocentes.
4. Tener el nombre incorrecto
A veces las nuevas tecnologías sobre los “smart analytics” o gigantescas bases de datos que analizan la identidad de otras máquinas en el mundo nos llevan a olvidar que un sistema automático puede, sin querer, terminar escogiendo al grupo equivocado.
Por ejemplo, si por una mala jugada del destino tienes el mismo nombre que un terrorista mundialmente perseguido, todos, sí todos tus e-mails, mensajes y, en suma, tu vida privada habrá acabado en la base de datos de por lo menos una agencia de inteligencia.
Después del atentado del 11 de setiembre, indica Ball, decenas de personas fueron detenidas en los aeropuertos de Estados Unidos por tener el mismo nombre que algún sospechoso.
5. Actuar de forma incorrecta
Es posible que cansado de toda la publicidad y los gobiernos espías decidas simplemente tener un perfil más bajo en Internet.
Una manera puede ser instalando un software como Tor, el cual puede llegar a mantener en secreto tus búsquedas en internet. Este sistema fue desarrollado por la marina de guerra de Estados Unidos para proteger a usuarios de todo el mundo que viven bajo gobiernos dictatoriales que prohíben el libre uso de internet. No obstante, hoy en día la misma NSA impide su uso a cualquiera, porque ello supuestamente resta la posibilidad de encontrar algún terrorista.
6.No hacer absolutamente nada
En la era on-line, explica Ball, existen muchas posibilidades de que cualquiera se encuentre bajo vigilancia sin haber publicado o actuado siquiera sospechosamente.
Además, con tanto tráfico en Internet, a veces es más fácil para las agencias de inteligencia tomar todo lo que ven en lugar de comenzar a analizar uno por uno.
Por eso, sin importar dónde cuelgues tus fotos (correo privado o álbum en Facebook) estas pueden terminar en la base de datos de alguna agencia. Y aunque jamás seas arrestado, tus archivos estarán en esa base para siempre.
Por ejemplo, el sistema GCHQ, llamado Optic Nerve, fue diseñado especialmente para capturar imágenes transmitidas a través del servicio webcam de Yahoo. Este fue creado porque, según Snowden, los sospechosos usan ese software para comunicarse. Como evidentemente no pueden perder tiempo averiguando quiénes son esos sospechosos, decidieron simplemente quedarse con las fotos de los rostros de cada uno de los usuarios que empleara el servicio de Yahoo. En consecuencia, los pobres espías terminaron reuniendo la colección de pornografía más grande del mundo, pues el 11% de usuarios usaba el software para intercambiar momentos íntimos, cuenta Ball.
Otro espacio preferido por las agentes de seguridad son los juegos en línea, ya que los terroristas los usan para comunicarse. Es por ello que las agencias crearon a los agentes geeks, quienes ingresan a los juegos de roles (por ejemplo Second Life o World Warcraft) como agentes encubiertos para obtener información.
Como se ve, los sistemas de espionaje masivo no son infalibles. De hecho, muchas veces apuntan al objetivo equivocado. Además, como lo plantea Ball, la intensificación de la vigilancia cancela nuestro derecho a la privacidad. Solo queda preguntarse hasta qué punto llegará la paranoia.
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