Son nueve las hectáreas del recinto que alberga a la Vigésima Conferencia de Partes (COP20 en sus siglas en inglés) en Lima, con una población flotante –entre organizadores, participantes invitados, autoridades, negociadores, prensa y público- de 10 a 15 mil personas, la mayor parte extranjeros, al ojo de este observador se trata de algo más que una convención climática: es toda una Torre de Babel
cop20 lima: a sacar camisa limpia

Fueron US$98 millones lo que ha costado el evento, de este monto el 80% ha sido aportado con recursos del Tesoro Nacional y el resto repartido entre cuatro actores: la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea y los gobiernos de Canadá y Estados Unidos.  

Así que nos tocó desembolsar unos US$78 millones. No es poca cosa, sin embargo, coloca al Perú como un anfitrión clave de cara a buscar un documento de consenso para un acuerdo definitivo en la próxima COP21 a realizarse en París y de paso, cómo no, obtener ingresos estimados –según el Gobierno- de US$120 millones por el efecto en turismo, hotelería, comida, transporte y actividades conexas. 

No es lo que cuesta un mundial de fútbol, pero sí es una “inversión” que bien puede rentabilizar la actividad de un conductor de taxis, un guía turístico, hoteles de cinco estrellas, pequeños hostales y hospedajes. 

Amigo conductor, encere entonces su automóvil, póngale un aromatizador, busque su mejor camisa, coloque en un lugar visible un fotocheck con sus datos para darle seguridad al participante-cliente y procure darse una vuelta por la Puerta Cuatro del Cuartel General del Ejército de San Borja, en cuyos terrenos se cobija la COP20.

de babel y su costoso menú

Por lo menos para el que escribe, la acreditación fue un proceso. Hasta pensé en colocar en el enlace diseñado por la ONU para tal efecto un Di Caprio en mi segundo apellido, pero no, no fue necesario no sólo porque no me hubieran creído al ver mi foto, sino porque la acreditación salió después de salvar trabas administrativas que tienen que ver más con un tema de seguridad que burocrático. 

Felizmente acreditado fui el primer día en moto, en mi moto quiero decir, que es una scooter de 115cc. No pude ingresar al recinto pese que a que el pequeño vehículo es muy ecoamistoso: nuevamente la seguridad. Después de que la señorita de la policía de tránsito me dijo “Usted puede ingresar, pero su vehículo no”, la estacioné a unas cuadras de la Puerta Cuatro. Yo, orgulloso porque le dijeron a mi pequeña motocicleta en forma de avispa “vehículo”.

Y aquí es cuando viene lo de Torre de Babel. Además del imprescindible inglés o el marcial alemán, oí holandés, francés, portugués e italiano; pero también empecé a escuchar chino mandarín, hindi, pakistaní, lenguas bantúes y otros idiomas como el árabe marroquí y el hebreo.

“No está mal” pensé, hasta que me topé con el comedor principal (operado por un concesionario local) y un par de colas muy largas que me remontaron al primer gobierno de Alan García. Noté algo no obstante mi mueca de incomodidad, que los europeos no se inmutaban ni hacían mohín alguno ante las "interminables" líneas. “¿Será que llevan un atávico chip en su lóbulo frontal heredado de siglos de economía de guerra en Europa?”, pensé. Todo parecía indicar que sí. En tanto, venezolanos o argentinos sí tenían cara de “no te me acerques”.   

mejoró: comedor de la "prensa" más descongestionado el segundo día del evento. foto: lamula.


Inicié –como buen peruano o latinoamericano- conversación con los compañeros de cola. Los que me llevaban ventaja resultaron ingleses, así que aproveché para afinar mi colegial inglés “importado” de Estados Unidos y alimentarme de uno más británico; los de atrás, eran periodistas polacos. Está demás decir que la conversación fue más dinámica con los primeros porque los colegas polacos me hablaron en un inglés muy simpático aunque fortísimo, a lo villano de película de James Bond.   

tercer día del comedor principal: siguió la mejoría en el ritmo de provisión de alimentos, pero la austera diversidad del menú no cambió, tampoco los precios. foto: lamula.

Llegué por fin a la tavola de alimentos y después de recoger en mi bandeja un sánguche de mortadela, un agua mineral y un café expresso rastreé una mesa donde colocar mi almuerzo que costó más de US$11 (unos S/.34). Sí, dolió. 

No había mesas disponibles, así que vi una con un espacio y tres pulcrísimas periodistas alemanas sentadas. Dije un acomedido “Ich Kann?” (¿Puedo?) Y las sonrientes germanas que comían un par de ensaladas me dieron pasaporte. No ahondé en las recurrentes preguntas “Qué les parece Lima, han venido antes, conocen Cusco, Machu Pichu…”, fui algo “profesional” y permití que la conversación fluya en torno a la organización y la disponibilidad de tecnologías para el trabajo periodístico. 

"sólo para fumadores", pero sin sombra: espacios fuera del recinto de prensa en la cop20. los colegas lo usan para fumar. foto: lamula.

Salvo detalles como el transporte, los eventos que se cancelaban o cambiaban de hora, el celo al ingreso donde –cual aeropuerto- lo "desvisten" a uno para hacerlo atravesar por una puerta detectora de metales y claro, la comida, la logística de la COP20 impresionó a las organizadas y pulcras alemanas. No obstante, una de ellas me dijo, no en son de queja sino de pesadumbre, la poca oferta del menú dentro del recinto cuando tenían referencias claras de la diversidad de la gastronomía peruana. ¡El peruano saltó al rescate! Y les hice apuntar en un apurado trámite, un listado de los mejores restaurantes de Lima y cómo no, que vayan de a pocos con el condimento de la cocina local, protegiéndose con Bismutol o magnesio, unos 500mg diarios de este mineral mientras estén en Lima está bien (a veces me sale la “mamá que todos llevamos dentro"). Espero en serio, que a estas alturas, las alemanas me estén agradecidas por los consejos gastronómicos y de profilaxis estomacal.

odisea de una activista

Una de ellas también mencionó que era migrañosa. Solté un emocionado y a la vez condescendiente, “Ich auch!” (Yo también). 

“Pero olvidé mis pastillas en el hotel y no tienen en los tópicos” dijo. Nuevamente el peruano y la “mamá que llevamos dentro” al auxilio y le di un par de Excedrín Migraña. De inmediato indague en la COP20 sobre la asistencia médica. Ésta se compone de tan sólo dos tópicos de salud equipados con lo básico para 12 mil personas. Complicado si consideramos que entre esas personas pueden haber epilépticos, embarazadas, descompensaciones y otro tipo de problemas mayores y más graves, porque los participantes vienen de todo rincón del planeta y ya sabemos cómo viajan los virus en las personas y sin un sistema de rápida reacción ante síntomas más complicados, este trance puede tornarse peligroso.  

El segundo día, sin embargo, quien escribe entró en reflexión al toparse con una conocida actriz y activista –que me pidió mantener en reserva su nombre-, quien colabora también con organizaciones humanitarias. Ella  es una persona con discapacidad y su desplazamiento óptimo requiere accesos con rampas, escasos en el lugar.

son unos 200 metros de distancia que se tiene que recorrer del ingreso a la  explanada al hub de buses, la actriz lo hizo sin mayor apoyo pese a su minusvalía física. foto: lamula.

Saliendo del evento, la encontré con su asistente en el hub desde donde parten los buses que cubren el tramo entre la entrada a la Puerta Cuatro. Con el apoyo de la asistente, la activista tenía un bastón por toda ayuda. Tuvo que caminar unos 200 metros que separan el ingreso del hub, sin contar con una silla de ruedas, ni rampas. Una policía de tránsito y un hombre vestido de negro con un radio en la mano, quienes estaban montando guardia en el hub, no dieron explicación de por qué no había una silla disponible. Y ya dentro de la explanada de la COP20, son contadas las rampas. Yo conté un par para nueve hectáreas, el resto, escaleras.

Al final, algo surrealista: con el auxilio de la asistente y quien escribe subimos a la actriz al transporte (en tanto la policía y el hombre de negro miraban, pero segundos antes de ingresar al bus, se acercó ¡recién! una paramédica con una silla de ruedas. Todos la observamos. Más allá de esto, que es aparatoso, no se notó una política para con los asistentes con capacidades especiales en el evento.

cop20 unplugged

Hubo algunos inconvenientes para los periodistas. En la sala de prensa, de dos pisos, el aire acondicionado resultó insuficiente. Igual en los salones de conferencia para la gente de prensa. “Parece que nos quisieran hacer sentir el cambio climático de manera vivencial” dijo un colega colombiano. 

calurosa bienvenida: sala de prensa con un aire acondicionado ralo pero tecnológicamente de primera. foto: lamula.

Otro tanto, muchos periodistas, sobre todo latinoamericanos y estadounidenses tuvieron problemas para conectar sus computadoras portátiles o equipos audiovisuales para la recarga de sus baterías pues todos los enchufes tenían bocas redondas, a la “europea” y no planas a la “americana”. El tercer día del evento se notó más esto. 

El equipo de IT de la COP20 dio "solución" (apurada) a este trance, ofreciendo adaptadores redondos a los periodistas. El problema: costaban US$7 (unos S/.20), cuando el costo de estos dispositivos no pasa de los US$2 (S/.7); el otro problema es que los conectores puestos en venta se terminaron en unas pocas horas. No faltaron colegas amigos que intercambiaban entre ellos los adaptadores. Cuando fui a comprar uno en una ferretería mayorista ubicada en un centro comercial cercano a la COP20, no había. ¿Será que los de IT llegaron a la tienda antes que yo y se llevaron todo el stock de terminales? Sigo sospechando que así fue.

"mi reino por un adaptador": parte de la fila de tomacorrientes de la mesa de prensa en la cop20. foto: lamula.

Con todo, vivir un encuentro cosmopolita de esta naturaleza en Lima se da en contadas ocasiones. Son doce días en que  Lima se vuelve clave para el encuentro intercultura.

(Foto de cabecera: LaMula.pe) 

Todo sobre el cambio climático y la COP20 Lima está en LaMulaVerde.


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