"El cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla y, las violaciones, en un arma de guerra. Las consecuencias son múltiples y tiene un impacto en la sociedad. La familia se desintegra, el tejido social se destruye, la población se reduce a la esclavitud o se ve obligada a exiliarse en una economía en gran parte militarizada." Estas fueron las palabras iniciales del discurso de Denis Mukwege, el ginecólogo congoleño que este miércoles fue condecorado por el Parlamento Europeo (PE) con el Premio Sajarov 2014 a la libertad de conciencia.

Mukwegue ha puesto sobre la mesa un tema clave dentro de la discusión de los derechos humanos: la impunidad por la violación de miles de niñas y mujeres usadas como armas de guerra en el mundo. 

La vida de este ejemplar médico dio un giro radical hace más de 15 años, cuando en 1999, decidió fundar el Hospital Penzi, en Bukavu (República del Congo), un centro especializado en curar a miles de niñas y mujeres que son violadas, muchas veces grupalmente, por los rebeldes y militares de su país. Llevó adelante el proyecto de creación del centro de salud pese a que el 2012 fue amenazado de muerte por los grupos rebeldes de la zona. Entonces viajó a Francia con su familia. Pero las mujeres congoleñas se organizaron para pagarle el pasaje de vuelta a Bukavu. Su presencia se había convertido en un símbolo de resistencia ante la guerra. 

Denis Mukwege, vestido de bata blanca, es celebrado por sus pacientes y enfermeros del hospital penzi, donde cura a pacientes que han sufrido violación. foto:http: www.teinteresa.es

“Yo estaba realmente emocionado y me decía a mí mismo: ¡qué fuerza! Se trata de mujeres que viven con menos de un dólar al día pero que son capaces de movilizarse para que yo pueda volver”- contó el ginecólogo de 55 años en una entrevista a Audrey Tilve, de Euronews. “Entonces, realmente es cuando puse todo en la balanza, y creo que ellas pesaron mucho, porque me dije: en cualquier caso mi vida no vale más que la vida de estas miles de mujeres, y en consecuencia tomé la decisión de regresar”, concluyó.

Denis Mukwege es consciente de que las violaciones en la República del Congo y en cualquier parte del mundo son "una potente arma de guerra", que busca "destruir no solo físicamente a la mujer, sino a toda la comunidad a la que pertenece”.Se trata de un delito que queda impune, pues tras ser abusadas, las mujeres no reciben el apoyo legal que deberían ni mucho menos reciben el apoyo del entorno: la sociedad sojuzga y critica a las víctimas en lugar de contribuir a su sanación.

Así, Mukwege cuenta, en una entrevista a Agencias Efe, que en ocasiones han llegado mujeres al hospital lamentándose del rechazo social "porque las dicen que huelen mal”.

Por eso el Hospital Penzi no solo se limita a reconstruir el cuerpo de las mujeres, sino también su estado emocional y social: "Nos vienen mujeres con daños físicos en el aparato genital que han sido torturadas y violadas, muchas veces con consecuencias en la incontinencia urinaria y fecal, con la destrucción de su aparato genital”. Sin embargo, según el médico, su equipo médico comprende "que no debemos precipitarnos con una operación si no hemos recuperado psicológicamente a esa mujer". Para esos efectos, “tenemos equipos de asistencia social, psicológica, psiquiatras, que trabajan con nosotros y que nos ayudan psicológicamente antes de proceder a un tratamiento quirúrgico complicado", detalló a Efe. 


El aborto, un derecho 

28 mujeres congoleñas fueron secuestradas por el grupo armado hutus del FDLR . foto: www.blogs.20minutos.es

Para el Congo --según Mukwege-- el hecho de que el aborto sea un delito solo contribuye a la destrucción de la sociedad congoleña ya bastante afectada por la pobreza y las constantes guerras, pues "los niños que nacen de violaciones son niños no deseados desde el punto de vista de la madre, y son rechazados. Se convierten así en víctimas inocentes y representan una bomba de retardo porque luego participan de alguna manera en la destrucción social", explicó a Efe. Esos infantes rechazados, contó, se convierten en niños de la guerra que van a parar a los grupos armados dedicados únicamente a destruir a la población.  Así la violencia se convierte en un círculo vicioso sin fin. 

Estos delitos, lamentablemente, son situaciones de todos los días en el Congo, donde 48 mujeres son violadas cada hora. Dado que nadie dice ni hace nada, el crimen se ha convertido en una situación “normal”. 

Por eso, en la entrevista a Efe, el médico llamó a la reflexión no solo a las grandes instancias internacionales, sino también a todos los hombres cuyo silencio solo significa concesión: “Los hombres tenemos que considerar que cuando una mujer es violada en cualquier parte del planeta es mi mujer quien está siendo violada; cuando es una madre, es mi madre; y cuando es un niño, es mi niño quien está siendo violado". A lo que añadió: "El 80 por ciento de los hombres no viola pero cuando se habla de violación nuestra culpa reside en nuestro silencio. Debemos romper este silencio, decir a las mujeres que ustedes son como mi madre, como mi mujer, y que esa violencia no es aceptable".

Vale la pena recordar que en el Perú miles de mujeres y niñas fueron usadas como armas de guerra durante el periodo de la violencia política. A la fecha la gran mayoría no han recibido la reparación que les corresponde ni los violadores la pena de cárcel que merecen. Asimismo, miles de niños nacidos durante la guerra integran grupos armados, de los cuales pocas veces han sido rescatados. 

El silencio de la población, siguiendo las palabras de Mukwege, solo se puede traducir como la concesión y aprobación silenciosa de dichos delitos.

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