El nombre de la exposición preparada por la Casa de la Literatura (Caslit) en homenaje a Sebastián Salazar Bondy (Lima, 1924-1965) es "El señor gallinazo vuelve a Lima", en clara alusión al título de un cuento infantil que publicara el autor en 1961.
También hace referencia a la peculiar situación en la que quedó su obra tras su prematuro fallecimiento, ocurrido cuando apenas tenía 41 años. Y es que, a excepción de sus compañeros generacionales, el "Flaco", como le llamaban, desapareció del interés del público y la academia, convirtiéndose así en una genuina "persona oscura", como ya lo prefiguraba con el nombre de uno de sus primeros poemarios (Cuaderno de la persona oscura, 1946). De no haber sido por la popularidad de su ensayo Lima la horrible (1964), quizá Salazar Bondy se habría extraviado por completo entre los más empolvados archivos de la literatura peruana.
Sin embargo, el nonagésimo aniversario de su nacimiento, este año, ha contribuido con su merecido retorno a Lima.
Una obra de teatro (Los funerales de doña Arcadia), puesta en escena por el grupo Espacio Libre a inicios de 2014, fue la primera señal de la inminente reconciliación entre la ciudad y Sebastián. A ello se sumó la recopilación de sus artículos periodísticos sobre literatura en el volumen Una luz tras la memoria, a cargo de Alejandro Susti, cuyo segundo tomo se presentará el viernes 28 en la exposición de Caslit, la cual va del 27 de noviembre hasta abril de 2015, bajo la curaduría de Daniel Contreras.
También serán expuestos los manuscritos originales de El tacto de la araña y Lima la horrible, las cartas que intercambió con Rafael Alberti, Julio Cortázar, Ernesto Sabato, José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro o Mario Vargas Llosa. Y diversas piezas gráficas de Herbert Rodríguez, Eduardo Tokeshi, Fernando De Szyszlo, Carlos Bernasconi y Héctor Velarde.
Mas uno de los elementos que destaca en la oferta es la adaptación de Lima la horrible al formato de historieta. En una iniciativa encomiable, la publicación será entregada de manera gratuita a los visitantes a la exposición. Para conocer el proceso de trabajo tras esta novedosa adaptación, LaMula.pe conversó con el autor de la pieza, el ilustrador Miguel Det.
- No es la primera vez que vinculas lo literario con la ilustración. ¿Qué proceso sigues para traducir tu lectura a una historieta? ¿Y cómo ha sido en el caso de 'Lima la horrible'?
En principio, suelen ser textos con los que no solo esté familiarizado, sino cuya lectura, además, haya generado en mí cierta empatía. Lo que suele significar "imágenes", frecuentemente vinculadas, por lo demás, a situaciones o personajes del presente respecto de las cuales tenga una aproximación afectiva no pocas veces crítica. Retomar la lectura, en el momento apropiado, viene acompañado de subrayados, notas y apuntes en los márgenes de la copia que de la obra tenga en mano, aunque es harto frecuente que para ese entonces —y como resultado de mi propia deriva— posea ya el número suficiente de apuntes espontáneamente tomados donde fuera para, apropiadamente recontextualizados, cubrir no pocas páginas.
No se trata, entonces, del orden "lógico" de trabajo (texto original-guión-boceto-entintado-etc.), sino de un proceso bastante más aleatorio que, por supuesto, debe respetar siempre el espíritu del texto original, su vocación y, si fuera el caso, las formas que, siéndole propias al tiempo en el que éste fuera producido, le otorguen mayor verosimilitud.
En el caso de Lima la horrible, es un texto que conocía desde mi niñez, gracias a la biblioteca de mi padre, quien era profesor de Literatura en algún colegio nacional. Y estaba familiarizado con la obra porque la releía cada cierto tiempo y me proporcionaba no solo momentos de diversión a expensas de esta ciudad gris y sus grises habitantes —especialmente ese patético sector de clase alta y media que gusta suponerse y autodefinirse como conformado por "limeños de pura cepa", en contraste con los descendientes menos lejanos de migrantes de la sierra y selva—, sino también un mejor entendimiento de las formas de pensar, ser, hacer y deshacer de los mismos.
Por lo que al reconocer tanto el "crollismo" que Salazar Bondy disecciona como el de los tiempos que corren (y los personajillos que lo recorren) , no me resultó difícil encarar la tarea de "actualizar" historietográficamente [sic] su texto.Además, hacía tiempo la verdad que sentía deseos de hacerlo. No solo por lo gozoso que resulta el joder a quienes se lo merecen —y no haber podido seguirlo haciendo desde un puto periódico desde hace mucho—, sino también como parte de mi campaña personal por echar abajo esa farsa de la estúpida Arcadia Repúblicana prevelasquista. La cual los "intelectuales" de la derecha peruana y sus plumíferos intentan convencernos de que se vino abajo por culpa de "la izquierda", los sindicatos, la Reforma Agraria, etc. Y que no la enrrostran por negación ante cada intento, de donde provenga, por cambiar y por mover siquiera un poco las cosas en un sentido distinto al impuesto por el fundamentalismo neoliberal y sus poderes fácticos.
- ¿Cuál crees que sea la parte más compleja o complicada de este proceso? ¿Tal vez discriminar algunos elementos pese a que puedan resultar interesantes o atractivos?
Lo más complicado, en este último caso, resultó en cierto modo reducir el texto original —poco más de 100 páginas en la edición Populibros— a las 16 páginas de formato periódico que me fueran propuestas por brillante iniciativa de los chicos y chicas de la Caslit.
Pues el de Salazar Bondy es un ensayo no solo sostenido y concatenado —yo diría irreductiblemente "orgánico"—, sino, además, porque deseaba preservar en lo posible, en mi adaptación, la belleza del estilo, aun al precio de mantener algunas expresiones que pudieran suponerse complejas o afectadas de arcaísmo. Aunque los cuatro últimos capítulos debieron ser significativamente abreviados. Felizmente, porque la parte más afirmativa y, si se quiere, política del mismo está en la primera mitad de la obra. Además, debí prescindir de algunas imágenes y personajes sobre los que me hubiera gustado hacer fuego. No obstante ello, creo haber logrado una historieta que conserva, en lo fundamental, la incisiva profundidad y la belleza del texto original.
- ¿Cuánto tiempo te tomó esta adaptación? ¿Además de la relectura, cómo complementaste tu aproximación al texto?
- Me tomé aproximadamente un mes, que supusieron, efectivamente, un tiempo de inmersión en mis archivos y en mi propia biblioteca, y en el material que la gente de la Caslit tuvo la generosidad de proporcionarme. Resultaba inevitable y necesario, dadas las constantes alusiones al pasado, el uso del collage. Aparte, tuve que hacerme de numerosos grabados de época a tal efecto. Mas siendo de mi interés el evidenciar la vigencia fundamental de la obra, debí proveerme, también, de numerosos ejemplos actuales de criollismo y "criollada" en los pantanosos terrenos de la política y la farándula —cada vez hay menos diferencia entre ambos— para ayudar a que el lector promedio entendiese mejor de qué trata la cosa, y luego hacerles su apunte.
- Ahora que —se podría decir— has preparado una versión de 'Lima la horrible' para el siglo XXI, desde tu perspectiva ¿por qué cayó en el olvido este libro? ¿lo ocultaron o simplemente le tocaba callar en el tiempo?
Creo que fue de todo un poco. Creo que al no poder responder a las críticas terribles que Salazar Bondy hiciera de su ideología, entendida como falsa conciencia, y de su espantosa, criminal, (i)rrealidad, optaron por hacer lo que los poderes fácticos aun hoy todavía suelen hacer: invisibilizarlo, desdeñarlo, ningunearlo.
Tal vez a ello en algo haya contribuido la misma prosa del autor, quien pareciera haber deseado pusiese su proyectil crítico, cuando menos en un primer momento, a buen resguardo de la frecuentemente necia e inadvertida censura. Tal vez se trataba, simplemente, de la mejor prosa para la mejor expresión de tan extraordinario y totalizante análisis de la sociedad peruana, en general, y limeña, en particular. Como sea que fuera, ocurrió, pese a su absoluta vigencia. Pero no más. El Señor Gallinazo vuelve, en su vuelo, a trazar círculos en torno a la carroña oligárquica para que podamos ubicarla mejor en los espacios y subjetividades donde su podre hubiera logrado penetrar y para que al reconocerla podamos lanzar puentes hacia la utopía a partir de su negación.
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