Sequías, tornados, huracanes, hambrunas, suelos desérticos, guerras por el agua. Para imaginar las consecuencias del cambio climático solo nos basta recurrir a la videoteca hollywoodense de desastres apocalípticos, y entender de que existe la posibilidad de que la ficción pueda licuarse con la realidad en solo unas cuantas décadas. Este escenario de desastre global, en el peor de los casos, frente al cual la mayoría correrá para protegerse, ha llevado a un grupo de empresarios, inversionistas y especuladores a llevar al extremo el adagio de ver en cada crisis una oportunidad.   

Este año, el periodista McKenzie Funk publicó el libro Windfall que narra la acción de empresarios, charlatanes y corporaciones multinacionales que están ideando formas ingeniosas de hacer dinero en medio del posible caos venidero. Desde Bill Gates que patentó en 2009 un exterminador de huracanes — un aparato que baja la temperatura de la superficie del mar y le roba fuerza a las tormentas—, pasando por un banquero de Wall Street que convenció a los jefes militares sudaneses de venderle más de 400 mil hectáreas para hacer fortuna cuando ocurra la crisis alimentaria, hasta empresas israelíes de desalinización de agua que ahora venden nieve a los Alpes son algunas ejemplos.

Otros ejemplos, que figuran en el libro son los ingenieros holandeses que ansían llevar a Nueva York una versión del sistema de presas que protege a Rotterdam, o un científico que laboró en Microsoft y que ahora está trabajando en una máquina para bombear azufre a la estratosfera con la finalidad de proteger el hielo polar, o una empresa que transporta agua dulce de los glaciares hasta las ciudades costeras de California en bolsas gigantes de plástico. 

Estos empresarios que con cinismo ven como perdidas las reuniones como la COP20 que se celebrará en Lima para discutir acuerdos que mitiguen el calentamiento global, prefieren dar un giro de tuerca y buscar hacerse ricos, y más ricos en algunos casos, con las consecuencias del cambio climático. Esto porque irremediablemente países como Perú—el tercero más afectado del mundo por el cambio climático, detrás de Bangladesh y Honduras— tendrán que vérselas, en caso les asista la razón, con los efectos acentuados del Fenómeno de El Niño, la reducción del 40% de su agua disponible, huaicos, inundaciones, heladas con mayor frecuencia e intensidad, incendios forestales, plagas, entre otras consecuencias. Y tendrán, eventualmente, que pensar en nuevos sistemas de riesgo, es decir estrategias para enfrentar las consecuencias de este fenómeno.

En el 2010, Judson Hill, director de NGP Global Adaptation Partners, una organización que se dedica a la adaptación frente al calentamiento global, dijo en una reunión de empresarios en Ginebra que la falta de agua podía hacer ganar “cubos y cubos de dinero” a quien sepa hacer negocios con su escasez. Esta es la prédica del libre mercado, en un mundo global que parece calentarse inexorablemente, y en el que los países pobres podrían sufrir las más severas consecuencias sin paliativos. Publicaciones como The Economist ha alentando el ganar dinero combatiendo las consecuencias del cambio climático, más allá de concentrarse en frenarlo o mitigarloAunque el futuro aún no está escrito y los escenarios producto del cambio climático son múltiples y aún imaginados, el futuro parece decantarse en estas iniciativas.


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