La noche del pasado 26 de septiembre, 43 estudiantes de magisterio, los llamados normalistas por ser estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinanpa, fueron detenidos por la policía municipal de la localidad de Iguala, en Guerrero, un estado del sur de México dominado desde hace décadas por la violencia, y en el que ahora se libra las más cruentas batallas contra el narcotráfico. La tarde de este viernes, el procurador general de ese país, Jesús Murillo Karam, ha anunciado que la policía municipal entregó a los estudiantes a sicarios del cartel "Guerreros Unidos", quienes los asesinaron y luego incineraron sus cuerpos para finalmente, al día siguiente, arrojarlos en bolsas de basura al río Cocula. Esta versión de los hechos, ahora oficial, se basa en las confesiones de tres sicarios detenidos. La Procuraduría insiste, hasta terminar con la investigación, en continuar llamando desaparecidos a los estudiantes, pues aún falta identificar los restos hallados en Cocula, pero ya es patente que en México se acaba de escribir un nuevo capítulo negro en su historia reciente.

Esta es la conferencia de prensa dada por el Procurador Murillo esta tarde:Esa trágica noche del 26 de septiembre, la policía había arremetido en una feroz carnicería contra los estudiantes normalistas que al parecer se habían hecho con los autobuses de la estación para llevárselos a su centro educativo y con ellos viajar a la Ciudad de México y participar en los actos en memoria de la matanza estudiantil de Tlatelolco de 1968.  Producto del enfrentamiento murieron seis jóvenes, entre ellos un menor que jugaba al fútbol en un  club local. 

En las cinco semanas que han transcurrido desde entonces, se ha producido continuas marchas de los famliares de los 43 estudiantes desaparecidos, así como de otros estudiantes y de la sociedad civil. Debido a la brutalidad del suceso, y la presión de la sociedad civil, el gobierno central tomó cartas en el asunto, y se impidió así que una nueva historia de abusos policiales y ejecuciones extrajudiciales, frecuentes y en su mayoría impunes, como ha alertado el relator de la ONU Christof Heyns, fuese enterrada. Sin embargo, los padres aguardaban una desenlace distinto al que se le ha dado esta tarde, y pese a la contundencia de las pruebas lo siguen esperando.

Según el relato de los sicarios de "Guerreros Unidos", la policía municipal de Iguala les entregó a los estudiantes. Luego, los asesinados los condujeron, hacinados en un camión y una camioneta, a un paraje en Cocula, una localidad a veinte kilómetros. En el trayecto, hasta quince estudiantes habrían muerto asfixiados. Una vez en el paraje, los criminales interrogaron a los jóvenes para saber por qué habían acudido a Iguala, por qué se habían enfrentado al alcalde y su esposa. Luego, con una frialdad abismal, los mataban. Con sus cuerpos levantaron una inmensa pira que alimentaron con maderas, desperdicios y neumáticos (El País). El procurador dijo que la quema de los cuerpos tardó entre seis y 15 horas. Luego, los sicarios recogieron los restos calcinados, y los metieron en bolsas de basura y los arrojaron al río Cocula. Dos de estas bolsas han sido recuperadas por la policía federal, pero debido a su estado no se ha podido realizar la prueba de ADN.  

El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, dijo que lo revelado este viernes "ha sido un momento difícil para toda la nación". Agregó que la desaparición de los estudiantes indigna y agravia a todo el país, y dijo que seguirán los esfuerzos en las investigaciones y que serán detenidos "todos los que participaron en el crimen". "Les aseguro que no cesaremos hasta que se haga justicia". Mientras tanto, los familiares de los estudiantes asesinados se resisten a dar verosimilitud a las pruebas de las investigaciones. Bajo el lema "Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, han anunciado que hasta que no medien pruebas y peritos internacionales no reconocerán los resultados de las investigaciones del gobierno mexicano.

Hace una semana, el escritor mexicano Juan Villoro que se encontraba en Guerrero cuando se produjo la masacre de los estudiantes apuntó: "en Guerrero, la violencia ha sido sistemáticamente alimentada por las masacres cometidas por el ejército y grupos paramilitares [...] El narcotráfico ha ganado fuerza en la región con la presencia rotativa de los cárteles de La Familia, Nueva Generación, los Beltrán Leyva y Guerreros Unidos. Pero no es la principal causa del deterioro. En ese territorio bipolar, el carnaval coexiste con el apocalipsis. El emporio turístico de Acapulco y la riqueza de los caciques contrasta con la pobreza extrema de la mayoría de la población. La indignante desigualdad social justifica el descontento y explica que muchos no encuentren mejor destino que sembrar marihuana o matar a sueldo". Esta tragedia mexicana que toca de cerca a nuestro país pues nos recuerda el asesinato de los estudiantes de La Cantuta, crimen por el que ahora purga condenada el ex presidente Alberto Fujimori, seguirá crepitando por muchos años más.