Los taxistas suelen ser un buen termómetro de lo que ocurre en las ciudades. En Cajamarca todos repiten como si se hubieran puesto de acuerdo que la economía “está mal”. “Ha bajado el comercio”, afirman. Su impresión es un certero reflejo de lo que ocurre en la ciudad de Cajamarca, cuyo comercio se movía entorno de la actividad minera y, por ende, se ha visto afectado con la paralización del proyecto aurífero Conga. Sin embargo, en el campo, que es donde se concentra la animadversión al desarrollo de la minería, la situación es distinta. Esta actividad productiva nunca tuvo una estrecha relación con la economía local, pues genera poca mano de obra y los negocios derivados, por lo general, no involucran a los campesinos y comuneros, de allí que el impacto sobre sus vidas haya sido marginal.
En Lima, economistas de diferentes tendencias debaten sobre la situación económica de Cajamarca. Hace unas semanas, Richard Webb, ex presidente del Banco Central de Reserva (BCR) y ahora director del Instituto del Perú de la Universidad San Martín de Porres remeció la posición única e imperante de que Cajamarca está recesión y de que todos sus indicadores son negativos —planteamiento con cierto asidero en la realidad, pero que responde también a una fuerte carga ideológica y manipulación política—. Webb en un artículo titulado “Prejuicio y linchamiento”, aparecido en el diario El Comercio destacaba en esta región la alta ejecución del gasto del gobierno regional y los gobiernos locales.
“Una de las críticas recurrentes a los gobiernos descentralizados es que no saben ejecutar el gasto. Sin embargo, el gasto ejecutado por la región Cajamarca y por sus municipios se ha casi triplicado en los últimos seis años”, escribió. Más polémico aún—en un ambiente altamente parcializado en contra de las autoridades cajamarquinas— fue que Webb sostuvo que si bien la minería tiene una fuerte influencia en el PBI, lo más importante para los cajamarquinos no es este indicador sino el ingreso de las familias, el cual se ha incrementado sostenidamente en los últimos años.
“Otro cuestionamiento es que, por su rechazo a las inversiones mineras, Cajamarca ha frenado el crecimiento que venía logrando en años anteriores. Pero, nuevamente, la crítica es solo parte de la verdad. Para el cajamarquino, lo más importante no es el PBI de su región, sino el ingreso que recibe su familia, y, desde el 2007, ese ingreso se ha elevado a una tasa anual de 6,8%, cifra sin precedente en la historia de la región y el doble del promedio nacional de 3,4%”.
La respuesta desde el establishment llegó ayer a cargo de Miguel Palomino, director gerente del Instituto Peruano de Economía (IEP). También en una columna en El Comercio, Palomino da su propia explicación sobre el fenómeno económico que ocurre en Cajamarca. Según Palomino el crecimiento de los ingresos en los hogares de la región se deben en primer lugar al incremento del precio del oro que casi se quintuplicó entre el 2005 y 2012, y en segundo lugar, al mayor gasto público de los gobiernos locales devenido también de la actividad minera.
“Así, Cajamarca vivió por varios años la bonanza relativa de los altos precios de los minerales. La gran diferencia con el resto del país es que, mientras en Cajamarca la inversión se estancaba, la producción minera colapsaba y la producción no minera crecía a paso anémico, en la mayoría de regiones la inversión, la producción y el empleo aumentaban rápidamente”.
A diferencia del economista del IPE, Webb también reconoce a la fuerte mejora en el precio de los metales como un factor que explica el aumento en los ingresos de los cajamarquinos, pero no como el único. El ex presidente del BCR añade otros elementos como la mejora en el precio de los productos “agropecuarios, las transferencias realizadas por los programas sociales, la multiplicación de las obras productivas, y el hecho de que la minería impacta más en el PBI que en las familias. Solo 2% de ellas trabaja en minería, y la mayor parte del valor creado por la producción minera sale de la región”.
En cambio, a decir de Palomino la tarea ha sido totalmente negativa en Cajamarca porque no es que solo entre el 2005 y 2012, la agricultura y la manufactura haya crecido menos en la región que en el promedio nacional (Palomino quizá no haya excluido en su cálculo a Lima, cuya competitividad guarda un diferencial que distorsiona la cifra final), sino que además, según sus indicadores, la mitad más rica se enriqueció tres veces más que la mitad más pobre, a contracorriente de lo que ocurría en el país. “Esta es la diferencia con la mayor parte del Perú y con regiones mucho más exitosas como Arequipa, Cusco e Ica, donde el fuerte aumento de la inversión minera y no minera aseguró un camino de progreso que no dependía únicamente del precio de los minerales”, afirma.
Sin embargo, en el IPE no todos parecen pensar que negar la actividad minera es la causante del deterioro de la economía en la región. En enero de este año, el economista también del IPE Pablo Secada afirmó en una entrevista en el diario Gestión que la recesión no solo se debía a la minería, sino a la menor producción de café y el mal manejo del agua.
“Hay un problema con la producción de café en Jaén, que está en retroceso porque el precio está cayendo a nivel internacional, se siembra con una semilla deteriorada, se utiliza mal el agua, etc. Es decir, hay temas que no tienen que ver con el precio internacional o Conga. Los productores de Jaén nos decían que había una serie de problemas que no tenían nada que ver con la minería”, declaró.
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