- Me gustaría empezar con algo que me ha llamado un poco la atención leyendo tus artículos recientes, y es esto: encuentro en ellos una nota de optimismo. Es un optimismo muy resguardado y cauteloso, pero optimismo al fin. Básicamente, dices que el terreno está preparado para una acción decisiva en cuanto al cambio climático, que tenemos los elementos necesarios al alcance de la mano. ¿A qué te refieres?
- Déjame matizar un poco eso. No es un optimismo muy grande, y no lo es porque lo que nos está diciendo la ciencia es terrible. El ritmo de cambio que estamos viendo en el calentamiento del planeta es mucho mayor de lo que se pensaba, por ejemplo en términos del deshielo polar, y esas son muy malas noticias. Pero sí hay un elemento de esperanza con respecto al proceso político, uno muy pequeño, y se debe a dos cosas. Primero, la tecnología para el cambio ya existe. El costo de los paneles solares viene bajando inexorablemente, y los alemanes han demostrado que pueden ser usados de manera extensiva. Lo mismo con los molinos de viento. Pero sobre todo, lo que me provoca optimismo es el hecho de que finalmente tenemos un movimiento lo suficientemente grande como para combatir el poder de la industria de los combustibles fósiles. Siempre he creído que ese es el componente esencial. Siempre he creído que la razón por la cual no ha sido posible actuar de manera decisiva es el poder de la industria de los combustibles fósiles, y mucha gente ha estado por mucho tiempo luchando por construir un movimiento que le haga contrapeso. Eso es lo que estamos empezando a ver.
- Bueno, en algún momento escribiste que un movimiento masivo requiere de enemigos, y que ahora, finalmente, el enemigo está claramente identificado...
Exacto. Es extraordinariamente claro hacia dónde se ha dirigido el apoyo político en país tras país... La verdad es que, en condiciones “normales”, quien tiene dinero siempre gana estas batallas. Por eso nuestra tarea es hacer que las condiciones no sean “normales”, y eso requiere construir movimientos.
Y mira que es demencial que estemos obligados a hacerlo. Los científicos del mundo nos han dado un aviso claro de lo que está sucediendo y eso debería ser suficiente para que cualquier líder político razonable se ponga a trabajar con urgencia en el asunto. Pero no lo ha sido, y para mí ese es ciertamente un recordatorio de que las decisiones políticas se toman menos por la razón que por el poder.
- ¿Qué acción es la más importante, en tu opinión?
Organizar. Construir movimientos. Hoy tenemos movimientos en todo el mundo, y lo que se necesita es seguir añadiendo gente. Nunca tendremos los recursos financieros de la industria de combustibles fósiles, de modo que lo que necesitamos es desarrollar nuestra propia forma de riqueza. Y nuestra propia riqueza son las personas, la pasión, la creatividad, la solidaridad. Si podemos construir esas cosas, no todo está perdido.
Y, como te digo, eso es precisamente lo que está ocurriendo. Me parece que el principal problema que hemos tenido con respecto al cambio climático es que, correctamente, cada uno de nosotros como individuo se siente muy pequeño en comparación con un problema tan inmenso, y se nos hace difícil creer que podemos hacer algo para solucionarlo. Pero creo que los movimientos están alcanzando una proporción crítica y mucha gente empieza a entender que sí tenemos opciones.
- Algo que sucede con el movimiento, sin embargo, es que es muy localizado, y en ese sentido es disperso. ¿Esa no es una debilidad?
- Al contrario, ese es uno de sus mejores aspectos. Mira, si tuviéramos un gran líder como Nelson Mandela o Martin Luther King, por supuesto la gente se reuniría a su alrededor. Pero está bien que no lo tengamos. La industria de los combustibles fósiles también es así, dispersa y extendida. Por eso, está bien que la resistencia a esa industria también lo sea. Personas luchando contra malos proyectos en todas partes, campañas por desinversión en sus comunidades, etcétera. Y cuando necesitamos juntarnos, podemos hacerlo en formas en las que nunca antes se había juntado tanta gente. Nueva York en septiembre fue un buen ejemplo de eso.
- Hablando de la industria de combustibles fósiles, un tema fundamental sobre el que también has insistido es que las reservas de hidrocarburos existentes en el subsuelo deben quedar en el subsuelo.
Ese es un problema inmenso. Si sabemos que la emisión de 565 gigatoneladas de dióxido de carbono es el límite para que el calentamiento promedio del planeta se mantenga por debajo de 2C, y que las reservas confirmadas representan 2,795 gigatoneladas adicionales, es decir, cinco veces más que ese límite, está claro que explotarlas es lo peor que podemos hacer.
La buena noticia es que la campaña de desinversión en combustibles fósiles está tomando vuelo, el tema está planteado y la batalla ya se está dando, y eso es mucho más de lo que hubiéramos podido decir hace apenas un año o dos. El que hasta la familia Rockefeller haya anunciado que separará sus inversiones de los combustibles fósiles es un momento histórico significativo. Se trata de la fortuna en combustibles fósiles más grande de la historia. Si ellos creen que seguir invirtiendo en eso es tan insensato como inmoral, creo que muchos seguirán sus pasos.
- En un país como el Perú, cuyas esperanzas de desarrollo económico y social están tan asociadas a la extracción de recursos naturales, esta idea en realidad es muy difícil de articular a un proyecto político. En América Latina, de hecho, incluso los programas que se plantean en oposición al neoliberalismo siguen apegados a la explotación de recursos, con los hidrocarburos en un lugar central. Es el caso de Venezuela, claro, pero también el de Ecuador, Bolivia, Brasil... ¿Qué se puede decir frente a esta situación?
Lo que yo diría para empezar es que la situación es absolutamente injusta, pero que estamos hablando de la física del asunto. Y que, por supuesto, países como Perú son los que pagarán el precio más alto por el cambio climático si no logramos controlarlo en el mundo entero. Desafortunadamente, en este punto, todos los países tienen que hacer absolutamente todo lo posible para mantener el carbono bajo tierra. De la misma manera que países como Brasil y Perú deben hacer todo lo posible para impedir la destrucción de la Amazonía. El mundo no podrá seguir funcionando si no lo hacen. Es lo que dice la ciencia, y, como te digo, es injusto pero es la realidad.
Ahora, habiendo dicho eso, está claro que los países ricos les deben a los países en desarrollo un apoyo económico real en forma de financiamiento para ayudarlos a saltar de la era de los combustibles fósiles a lo que venga después. Creo que el principal tema de disputa en el camino a la reunión de París el 2015, de la cual la COP20 es preparatoria, será ese, el financiamiento para los países pobres.
- De hecho, el año pasado, el la COP19 de Varsovia, ese fue uno de los motivos de la protesta de las organizaciones civiles, incluyendo 350.org, cuando 800 participantes abandonaron las sesiones abruptamente, hastiados de lo poco que se avanzaba.
- Así es. Esa ha sido una de las preocupaciones constantes, el hecho de que las necesidades y los requerimientos de los países más pobres sean ignorados sistemáticamente. Y el tema continuará en el centro de la agenda este año en Lima, y el próximo en París.
- Otro tema sobre el que has escrito mucho es que, en realidad, el planeta ya ha cambiado, que el mundo físico que habitamos hoy ya no es el mismo que habitábamos hace unas décadas, no se diga al empezar la revolución industrial. Hay cambios que ya son irreversibles. ¿Cuáles son las consecuencias de esto?
- Tenemos que adaptarnos a la cambios que ya hemos causado y los que ya no podemos evitar. Eso significa vivir en un mundo diferente, uno por ejemplo con más tormentas y huracanes, con más sequías. Estamos obligados a dar todos los pasos necesarios para poder vivir en ese mundo. El problema es que si continuamos arrojando carbono a la atmósfera, la temperatura promedio subirá tanto que ya no será posible ninguna adaptación. Hasta ahora, hemos hecho que la temperatura promedio aumente en 1C, y eso ha bastado para causar los problemas reales que estamos viendo. Y la misma ciencia que nos dijo que eso sucedería, nos dice que la temperatura subirá en 4 o 5 grados durante este siglo si no hacemos algo ahora mismo. Y no hay manera de adaptarse a esas temperaturas. Ningún país, no el más rico, puede hacerlo.
- ¿Crees que ya hemos pasado irreversiblemente el límite de los 2C de aumento promedio de la temperatura establecido por la comunidad internacional?
- Desafortunadamente, mi lectura del asunto es que aún si hiciéramos todo lo que debemos hacer ya mismo, de todas formas llegaremos muy cerca de los 2C. Lo que tenemos que hacer es esforzarnos por no sobrepasar ese límite. Esa es nuestra misión.
- Hay quien dice que eso significa, básicamente, detener en seco la economía mundial...
- No, yo no creo eso. Lo que se requiere es por ejemplo hacer lo que está haciendo Alemania, que es quizá la economía más exitosa en el mundo. Hubo días este verano en el que Alemania generó hasta el 75% de su energía del sol y del viento. Y se trata de un país con mucho menos sol que, digamos, Perú.
- Entonces, es un asunto de políticas públicas, no tanto de estilos de vida o decisiones individuales.
- Exacto, es un asunto de voluntad política. Sabemos cómo hacerlo, la pregunta es si lo haremos o no. Nuestros líderes están acostumbrados a una forma de hacer las cosas, y lo que se requiere es romper con esa inercia.
- ¿La inversión en energías renovables es la clave?
- Hay muchas claves. Ponerle un precio a la emisión de carbono, por ejemplo. La industria de los combustibles fósiles nunca ha tenido que pagar por la forma en que dispone de sus desperdicios, simplemente los arroja en el medio ambiente. Eso es una ventaja de la que ninguna otra industria disfruta. Y tiene que cambiar. En general la clave es cualquier acción que contribuya a una transición de la era de los combustibles fósiles.
- Todo esto implica, como has dicho muchas veces, que repensemos conceptos fundamentales de la forma en que se organiza la economía mundial. En buena cuenta, que pasemos de una economía de crecimiento y expansión a una de “mantenimiento”. Eso es algo que para mucha gente resulta difícil de imaginar. ¿Qué aspecto tendría un mundo así?
Mira, hoy vivimos en un mundo en el que algunos países están sobredesarrollados y otros subdesarrollados. Al enfrentarnos al cambio climático, tenemos la oportunidad de pensar realmente sobre esto a profundidad, de formas en las que no lo hemos hecho antes.
Creo que el mundo que se creará cuando tomemos el cambio climático verdaderamente en serio será más local y menos globalizado. Tendrá menos que ver con que algunos países sean únicamente proveedores de recursos, y más con que las personas y las sociedades sean capaces de resolver sus necesidades localmente. Pienso que la arquitectura de ese mundo se parecerá a la de la Internet, en cierto modo, con personas que contribuyen al sistema y toman de él según necesitan, y eso es muy distinto al viejo modelo. Pero todo eso está por verse. El primer paso es que lleguemos tan pronto como sea posible a la era de la energía renovable, que, significativamente, tiende a ser muy local, y a ver qué pasa. Y tenemos que hacerlo, porque la alternativa es que el futuro se vuelva imposible.
Por supuesto, nadie sabe qué forma tendrá todo esto en última instancia. Lo que sabemos es que no se puede seguir como ahora. Tenemos que movernos en la otra dirección, ya se verá exactamente qué forma tiene el puerto de llegada.
Lo que sí te digo es que será diferente en cada lugar. Los combustibles fósiles han tendido a homogeneizar el mundo, a hacer que todas las localidades sean la misma. Creo que la energía renovable hará lo contrario.
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Publicado: 2014-11-01
El estadounidense Bill McKibben es una de las figuras fundamentales del movimiento ambientalista mundial. Autor de libros como The End of Nature, Deep Economy: The Wealth of Communities and the Durable Future y Eaarth: Making a Life on a Tough New Planet, y profesor distinguido en el Middlebury College de Vermont, McKibben es también el fundador de 350.org, organización que ha sido descrita (por CNN) como “la más extendida actividad política en la historia del planeta”. Su trabajo y sus ideas con respecto al calentamiento global, el desarrollo de energías renovables y la necesidad de transformar nuestros hábitos de producción y consumo son clave para entender la situación en la que se encuentran la humanidad y la Tierra, y para diseñar estrategias y políticas de acción. Ahora que la COP20, que está por celebrarse en Lima, pone el tema del cambio climático al centro de la agenda también en el Perú, conversamos con él, y esto es lo que nos dijo.
Escrito por
Jorge Frisancho
Escrito al margen
Publicado en
Redacción mulera
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