1. 

Hay tres canciones que quienes experimentaron el intrincado tránsito de la adolescencia a la adultez durante la década de los noventa han debido escuchar y —¿por qué no?— acoger como si se trataran de himnos individuales. Las composiciones a las que me refiero son ‘A cualquier lugar’, de Dolores Delirio; ‘Barco viejo’, de Cementerio Club; y ‘Viaje’, de Libido. Todas ellas icónicas canciones de nuestro rock local.



Sospecho que acceder a ellas debió ser mucho más sencillo, si se compara con lo que hoy le puede costar a alguien que se muestre interesado por la producción actual de las bandas nacionales. Y es que en esos años existía algo que, quizá sin ser  una ‘escena’ plenamente consolidada, era sí una serie de canales masivos que permitían a cualquiera tener conocimiento de esa música.

Por otra parte, no hay que negar que en aquella época la FM se hallaba dominada principalmente por emisoras cuyo público era —o había sido habituado a serlo— consumidor de la industria musical estadounidense. De allí que el rock —uno de sus géneros bandera— ocupara entonces un lugar tan predominante.


2.

Dos rasgos compartidos por estas tres canciones merecen ser resaltados de inmediato: la cercanía cronológica y la coincidencia temática. 

Cercanía cronológica en tanto las tres se difundieron inicialmente en un lapso menor a un lustro, entre 1995 y 1998. Cero, el primer disco de Dolores Delirio, del que se extrae 'A cualquier lugar', apareció en 1995. Y en 1998, con una leve diferencia de meses entre sí —mayo y agosto, respectivamente—, son editados Cementerio Club y Libido, de los que provendrán, a su vez, 'Barco viejo' y 'Viaje'. 

fotograma de 'barco viejo', de cementerio club

Y coincidencia temática ya que, como bastará con una nueva escuchada a las tres, el protagonista recurrirá a una instancia distinta que lo ayude a huir de un entorno que lo angustia, lo atosiga y lo sobrecoge gravemente.

Así, en 'A cualquier lugar', el acompañante solo es identificado a partir de dos cualidades particulares: la capacidad de rescatar al protagonista y la de determinar a dónde ir, qué ruta seguir. 

A cualquier punto de la ciudad, llévame
o llévame a cualquier punto fuera de ella.
No me importa saber a dónde,
solo llévame a cualquier lugar.
Donde sea estará bien,
mientras lo escojas tú.  

Mientras que en 'Barco viejo', esa figura toma la apariencia de un barco, por lo que la referencia al viaje, a la idea de tomar un camino y transportarse por él, es retomada y evidenciada con mucha mayor claridad. El acompañante deviene en medio de transporte. Nuevamente la ruta no será decidida por el protagonista.

Barco viejo, levanta tus velas al cielo
con tu madera pesada
y ese casco carcomido por el viento.
Barco, llévame a un puerto sin ningún recuerdo,
llévame lejos de aquí,
llévame lejos de aquí, saca mis huesos de aquí  

En 'Viaje', esta figura en la que el protagonista apela a alguien más se mantiene, sin embargo tiene un giro que los distingue de las otras dos canciones. Y es que la alusión a la huida a un espacio indefinido —pero no por ello menos real— es sustituida por el encuentro con el ser amado. Es así que el acompañante se convierte en destino del protagonista.

Llévame al lugar de los sueños
donde todos quieren llegar
pasaré por un agujero y nadare en el flujo vital.
Y unirme a tus sentimientos
brindaste a mí este lugar
juraste mi alimento y mi libertad.
De nacer, de nacer


3.

Son dos los momentos sobre los que siempre se organizan estas tres canciones. El primer momento se corresponde con una atmósfera desagradable de la que el protagonista busca partir. El segundo momento tiene que ver con la llegada del enigmático acompañante —invocado por el protagonista— que permitirá deslumbrar la posibilidad de alcanzar un estado de calma y satisfacción en otro lugar.

Es decir, hay un aquí-y-ahora, por un lado; un allá-y-después, por otro. La soledad y el desasosiego en una, la compañía y la tranquilidad en otra. El presente terrible y el futuro esperanzador.

No deja de llamar la atención que en el caso de 'A cualquier lugar' ese primer lugar es la ciudad. Y, teniendo en cuenta la historia vivida, pensar en la Lima de los noventa no resulta ser algo descabellado. Es más, cabría decir que se trata de ella exactamente.

(Este video de 1995 puede ser útil para recordar cómo lucía la capital en esos años).

Ahora, intercalando el sentido propio de estas canciones con el contexto en las que fueron realizadas y dadas a conocer, pero sobre todo la acogida que tuvieron en el público, es posible arriesgar una hipótesis. Y es que estas composiciones nos revelarían el desamparo anímico de todo un sector en esa época: los jóvenes.


4.

En las tres canciones el protagonista es víctima de su mundo. Se siente inconforme, pero su respuesta no es otra más que la de exigir que sea otro el que lo salve. Y es cuando surge el acompañante. 

No puedo dejar de asociar este gesto con el hecho de que algo que se criticó a aquella generación fue su posterior desinterés por participar activamente en la vida pública.

Si bien es cierto que jugaron diversos factores para aquello ocurriera, no deja de ser significativo que tres canciones de las más populares de esos años tuvieran como eje una actitud en común: la necesidad de escapar.


(Foto de portada: www.creyna-vialidad.blogspot.com)

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