La mañana del viernes 26 de setiembre, Julio César Mondragón, 'El Chilango', decidió ponerse un polo rojo. Tomo un breve desayuno, se despidió de la familia y salió hacia la Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos, en la que cursaba el primer año. El plan con sus compañeros consistía en organizar una colecta de recursos para financiar su asistencia a la marcha conmemorativa de la masacre del 2 de octubre de 1968 en la ciudad de México. No tenía idea de que horas más tarde iba a ser torturado y desollado a manos de pistoleros vinculados al grupo criminal Guerreros Unidos. Él y cinco personas (dos estudiantes como él) más fueron asesinados por la policía municipal o los pistoleros en Iguala. Aunque hay duda de quiénes mataron a cuántos, los 'narcos' han admitido que algunos fueron ejecutados por ellos. Entre ese viernes y el sábado siguiente desaparecieron, además, otros 43 estudiantes normalistas. Una tragedia que ha movilizado a decenas de miles de personas en México y en otros países.
Luego de lo ocurrido hace dos semanas, el alcalde de esa ciudad, José Luis Abarca, está no habido luego de que se anunciara que sería investigado por considerársele responsable de la represión estudiantil. De acuerdo con un informe del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, el alcalde de Iguala fue quien ordenó el ataque contra los estudiantes normalistas, supuestamente con el propósito de darles un escarmiento.
No es la primera vez que son asesinados estudiantes de esta normal, ya en diciembre del 2011 dos de ellos fueron abatidos por la policía estatal cuando exigían mejoras para su escuela y plazas para trabajar. Los crímenes siguen impunes.
De hecho, estas desapariciones y crímenes muestran una vez más la evidencia de que los estudiantes y jóvenes están expuestos a una cruel violencia, sin el respaldo de las autoridades.
“Como organización estudiantil siempre nos hemos visto atacados. Lamentablemente vivimos en un país y en un estado en el que el único diálogo que encontramos es el de las balas. Ese es el precio que tenemos que pagar, nosotros los que procedemos de familias campesinas, de escasos recursos y cuando levantamos la voz para defender nuestros derechos, como respuesta tenemos estos actos”, dijo Omar García, estudiante de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
Han transcurrido dos semanas desde la desaparición forzada de los estudiantes y sus familiares, antes de encontrar una respuesta del gobierno, se han topado con fosas comunes halladas con cuerpos que, presuntamente, son de los jóvenes. Aún hay que esperar los resultados científicos, pero personas capturadas han dado las pista para encontrarlas y aseguran que sí son los estudiantes.
Lo que sí se sabe, debido a que lo han comunicado sin aspavientos, es que el cártel Guerreros Unidos ha advertido que la guerra contra civiles apenas comienza. Los delincuentes piden la liberación de sus cómplices. Mientras tantos, las autoridades locales y gubernamentales no dan explicaciones certeras.
- Testimonio de un sobreviviente
Marcos, estudiante de tercer año de la escuela normalista, narró a una radioemisora que todo empezó cuando fueron a pedir tres autobuses para regresar a su escuela luego de 'botear' en la ciudad de Iguala para conseguir recursos para ser sede del encuentro de Normales Rurales para conmemorar el 2 de octubre. Cuando iban de regreso, las policías los iban siguiendo, cuando de pronto una de las patrullas les cerró el paso y sin previo aviso, y entonces comenzaron a dispararles.
"Primero empezamos a 'botear', después nos trasladamos a la empresa donde retuvimos tres autobuses, en esos autobuses hablamos con los choferes, y ellos también aceptaron venirse para acá, les dijimos el motivo, y ya nos los traíamos para la Normal. Nosotros ya veníamos para la salida de Iguala pero la Policía Municipal nos empezó a seguir , nosotros, no le tomamos importancia, yo viajaba en el tercer autobús, le dije ahí viene las patrullas, nos comunicábamos por celular, llegando al boulevard, una patrulla se adelantó y se le cerró una patrulla al autobús de adelante y otras más se quedaron atrás. Nos bajaron, nos empezaron a golpear, ahí nos tuvieron, a unos compañeros de segundo, yo les decía que nos se rajaran, pero estaban muy asustados, en el primer autobús empezaron a llevarse a casi a todos, llegaron más patrullas, pero esas nada más fueron a llevárselos. Los demás compañeros estábamos ahí cuando estaban subiendo a los compañeros ya no cabían en las patrullas, nos juntamos, estaba llegando un poco de gente, entonces a nosotros ya no nos subieron porque ya no cabíamos. Vimos cómo se los llevó la policía municipal, vivos, y conscientes, a algunos se les salían las lágrimas por los golpes o la indignación, pero iban vivos. Cuando se pararon las patrullas en la parte de atrás, nosotros no nos bajamos del autobús, estábamos esperando a ver qué pasaba; los compañeros que iban a delante me contaron que cuando llegaron las patrullas adelante nos bajamos, les pedimos que nos dejaran pasar, el compañero Aldo fue uno de los primeros en bajar, las patrullas sin decir nada comenzaron a rafaguear arriba. Nosotros nos espantamos. Aldo fue el primero que le dieron un balazo porque estaba abajo, a los otros sólo les cayeron los vidrios. Nosotros que estábamos en el ultimo autobús estábamos así de órale qué pasa, como al minuto de los primeros disparos nos empezaron a lanzar los disparos en la parte de atrás y la parte de adelante, lo único que hicimos, nos tiramos y comenzamos a arrástranos, me corté en una parte del codo", relató.
- iguala, violencia e impunidad
Las muertes en Iguala, en el estado de Guerrero, no son una novedad. A solo 200 km de Ciudad de México, Iguala es clave para el tráfico de drogas; es la puerta de entrada a la Tierra Caliente, donde los cárteles elaboran drogas sintéticas y cultivan marihuana. Allí operan diversas bandas del crimen organizado, encabezados por Guerreros Unidos, uno de los subgrupos surgidos a raíz de la implosión de los Beltrán Leyva.
La guerra de cárteles por la plaza ha sido salvaje. Guerreros Unidos está enfrentado por el control de las rutas de trasiego de drogas que conectan los estados de México, Guerrero y Morelos con la Familia y Los Rojos, una célula encabezada por Leonor Nava Romero, El Tigre, hermano de Jesús Nava Romero, El Rojo, lugarteniente de Arturo Beltran Leyva, abatido en el 2009 en Cuernavaca. Hasta el momento, la disputa es sangrienta. Las ejecuciones son frecuentes y van en aumento, con la pasividad –y complicidad– de las autoridades.
De Guerreros Unidos se asegura que cuenta con el apoyo del gobierno local. De hecho, 26 de los agentes detenidos por estos crímenes de lesa humanidad son considerados socios del crimen organizado. El sábado pasado, este grupo colgó una manta en una pared en la que decía: "Gobierno corrupto regresen a nuestros policías municipales si no lo hacen vamos a empezar a matar a gente inocente y del gobierno".
¿Qué motivó a un gobierno local dominado por el crimen organizado a ordenar una masacre de estudiantes pertenecientes a uno de los colectivos sociales más antiguos y combativos del país? En medio de dos fuegos, aunque ahora con la temporal presencia de las fuerzas federales, los jóvenes de Iguala viven temerosos y su futuro es mucho más incierto. La indignación no sólo debe ser al interior de México, y las diferentes manifestaciones internacionales lo están demostrando.