Todos los escritores han soñado con él alguna vez, hasta lo más nihilistas. Ningún premio despierta tanta conmoción como el Premio Nobel de Literatura. Imagínate que el silencio de tu habitación es interrumpido por una llamada telefónica. Al otro lado de la línea, un señor, sumamente amable y en un español un poco masticado, suelta la frase: “señor/ra… le informarmos que la Academia Sueca le acaba de conceder el premio Nobel de Literatura”. Hermoso, ¿no es verdad?
Esa hermosura radica, justamente, en que no todos los buenos escritores pueden obtener tremendo galardón. Su celada belleza es indesligable de su exclusividad. Hoy ya tenemos un nuevo Nobel: Patrick Modiano.
Nadie sospechaba que el escritor francés sería el ganador de este año. Su nombre no figuraba entre los favoritos. Tenía en su contra que la Academia Sueca ya había premiado,no hace mucho (2008), a otro autor francés: Jean-Marie Gustav Le Clézio.
El novelista no se encontraba en su casa cuando la noticia se propaló en los medios de comunicación. Modiano se encontraba en el centro de París, específicamente en el Jardín de Luxemburgo. Fue su hija la encargada de darle la noticia. Así se lo hizo saber a Helene Hernmarck , representante de Nobel Media, cuando lo llamó por teléfono:
-¿Dónde estaba cuando se enteró de la noticia?
-Estaba en la calle. Sí estaba en la calle. Mi hija me dio la noticia.
- Oh, ¿su hija lo llamó a su celular?
-Sí...sí. Me sentí muy conmovido. Me dio una satisfacción aun mayor porque yo tengo un nieto sueco.
Pero, ¿cómo recibieron otros galardonados la noticia de la obtención del Premio Nobel de Literatura? A continuación, tres ejemplos destacados.
Pablo Neruda
El poeta más universal de Chile comenzó su carrera literaria muy joven, ni siquiera había cumplido la mayoría de edad cuando publicó sus primeros libros Crespusculario (1923) y Veinte Poemas de Amor (1924). El Nobel le fue otorgado en 1971, dos años antes de su fallecimiento. En su libro Confieso que he vivido (1974), publicado póstumamente, rememora el día en que recibió la noticia:
“En ese momento una radio de París lanzó un flash, una noticia del último minuto, anunciando que el Premio Nobel 1971 había sido otorgado al ‘poéte chilien Pablo Neruda’. Inmediatamente bajé a enfrentarme a la tumultuosa asamblea de los medios de comunicación. Afortunadamente aparecieron en ese instante mis viejos amigos Jean Marcenac y Aragón. Marcenac, gran poeta y hermano mío en Francia, daba gritos de alegría. Aragón, por su parte, parecía más contento que yo con la noticia. Ambos me auxiliaron en el difícil trance de torear a los periodistas. Yo estaba recién operado, anémico y titubeante al andar, con pocas ganas de moverme. Llegaron los amigos a comer conmigo aquella noche. Matta, de Italia; García Márquez, de Barcelona; Siqueiros, de México; Miguel Otero Silva, de Caracas; Arturo Camacho Ramírez, del propio París; Cortázar, de su escondrijo. Carlos Vasallo, chileno, viajó desde Roma para acompañarme a Estocolmo”.
Doris Lessing
“Oh, Cristo”, dijo aquella mañana del 2007 la escritora británica Doris Lessing cuando un reportero de Reuters le informó que había ganado el Premio Nobel. Despeneida y vestida de diario (falda, chompa y chalina), la autora, vinculada al feminismo, acababa de bajar de un taxi en la puerta de su casa. Luego de enterarse de la noticia soltó una frase bastante peculiar: “Si me lo hubieran dado hace treinta años estaría más emocionada”. La autora británica ,responsable de grandes novelas como El cuaderno dorado (1962), La buena terrorista (1985), y El quinto hijo (1988), contaba en ese entonces con 88 años. A esa edad Lessing no necesitaba de un premio para sentirse satisfecha con su trabajo. A pesar de eso no cayó en la soberbia y atendió a los periodistas que la esperaron en su casa con respeto e incluso les arrancó más de una sonrisa.
Mario Vargas Llosa
"Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. Estas palabras, dichas por el secretario de la Academia Sueca, Peter Englund, en el año 2010, quedarán grabadas en la memoria de los peruanos, incluso de sus detractores (¿alguien dijo fujimoristas?). Según contó el propio escritor, recibió una llamada muy temprano a su departamento en New York. En ese momento preparaba una clase que debía dictar en la Universidad de Princeton. Vargas Llosa se mostró incrédulo y así se lo hizo saber a su hija Morgana cuando la llamó para contarle la noticia: “Me han llamado para decirme que he ganado el Nobel pero no sé si es verdad o una pasada [broma]”.
A los pocos minutos, los diferentes medios de comunicación rebotaban la noticia. El Perú tenía, por fin, un Nobel.