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Éramos niños

El tierno y brutal relato autobiográfico de juventud de Patti Smith y Robert Mapplethorpe

Publicado: 2014-10-04


La primera vez que me enteré de la existencia de este libro fue en Londres, cuando un primo que estudiaba en Oxford llegó a casa a visitarme portando una copia de la primera edición (2010) en inglés de Just Kids, autografiada  por la misma Patti Smith. Hasta entonces, yo nunca antes había oído hablar de Patti Smith, aunque hubiese escuchado algunas de las canciones de su disco Horses sin saber quién las cantaba. La madre del punk neoyorquino había pasado por la Universidad de Oxford para presentar su libro. Y entre las cosas que oí referir de ella una particularmente llamó mi atención: que para Smith, Roberto Bolaño era el primer gran genio literario del siglo XXI. El chileno, para ella, había reinventado el género de la novela y se encontraba a la altura de Joyce, más o menos. La anécdota, por supuesto, no tiene ninguna importancia. Fue olvidada. Pero lo más raro y lo mejor de los libros es que suelen colarse en la vida de sus lectores de las maneras más triviales, hasta que una inextricable razón hace que su lectura sea imperativa. 

Compré el libro de Smith como un regalo dos años después, en una librería de Madrid. Y comencé a leerlo aquella misma tarde un bar de Malasaña, mientras esperaba a que dieran las 5pm para entregar el regalo a su destinataria final, en uno de los días más extraños, intensos, desolados y felices de mi vida reciente. 

Todo esas sensaciones son las que componen esta poética autobiografía. 

Desolación. Just Kids arranca con el relato de un encuentro y un adiós de ultratumba. Con Patti Smith escuchando por el auricular los ahogados esfuerzos de Robert Mapplethorpe por aferrarse a la vida, horas antes de morir a causa del SIDA. Y sigue con el relato de la niñez de Patti, marcada por un embarazo no deseado,  la poesía de Rimbaud y el arribo como vagabunda  a las calles de la Nueva York de finales de los sesenta con tan sólo 17 años.  Desde The Adventures of Huckleberry Finn puede identificarse en una vasta mayoría de escritores norteamericanos una fijación por la figura del vagabundo. Se lo encuentra en el personaje de Lena de Light in August, de Faulkner, en el Dean Moriarty de On the Road de Kerouac, en el Factotum y buena parte de los cuentos de Bukowski y, por supuesto, en la jovencísima Patti de Just Kids. Así prosigue esta tierna y brutal autobiografía, con una chica que llega sin un duro a la ciudad que nunca duerme con el sueño de escapar del destino como camarera que le tenía reservado el destino, y convertirse algún día en una artista.  Duerme en parques, en casas de distintos amigos. No tiene donde guarecerse de la lluvia, pasa hambre. Esta parte del libro hace recordar tanto a Roll the Dice, el poema vitalista de Bukowski: la misma desolación, la misma determinación. La misma ambición. La misma errancia. Hasta que, precisamente, se encuentra y conoce a Robert en un parque. Just Kids es la historia de dos chicos que juran cuidarse el uno al otro. Es el relato de una incestuosa hermandad, surgida sobre un mugroso colchón con las sábanas revueltas, en alguna pensión miserable. Cuenta Patti que cuando pudieron por fin alquilarse una habitación medianamente decente, lloró durante meses. 

Pero Just Kids es también la historia de una generación, muy a lo Hemingway en A Moveable Feast, o a lo Bolaño en Los detectives salvajes (además de la ya mencionada admiración de Smith por el chileno, a ambos los une una común admiración por Rimbaud, por la vida de los poetas). Es un testimonio en primera persona de la movida cultural ocurrida en Nueva York en los setentas, un guiño al movimiento punk: un espejo al otro lado del Atlántico de lo que sucedía en Manchester por aquellos mismos años (historia, por lo demás, narrada brillantemente en la película 24 Hour Party People).

En las habitaciones del Hotel Chelsea, en las calles de Brooklyn, en las páginas de Just Kids, en sitios como ésos se reúnen The Velvet Underground (a juicio de Smith la mejor banda neoyorquina de los 70), Janis Joplin (a quien conoció fuera de una fiesta, mientras la Joplin lloraba por un amante, y a quien Smith compondría una canción que nunca pudo cantar porque Janis moriría poco antes), Leonard Cohen y Jimmy Hendrix (con él sostiene una breve conversación en una de las escaleras del Hotel: hey, kid, la saludó). También aparece Andy Warhol como un dios ausente pero constante. E innumerables pintores, fotógrafos y artistas plásticos, poetas y escritores menos conocidos. Por todo ello, Just Kids no es sólo una autobiografía. También puede leerse como el documento narrado en primera persona del punk como el último gran movimiento cultural del siglo pasado, y todas las personas, colectivos y bandas, que por esos años que –en palabras de Edmund White, hicieron de Nueva York "la capital cultural de Occidente": "el peligro, la pobreza, la seriedad artística, el optimismo, y la sensación que uno podía estar aún conectado a toda una historia de grandes artistas"

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Escrito por

Gabriel Arriarán

Periodista.Interesado en temas de trata de personas, corrupción del Estado y minería informal.También en literatura y arte. @gabrielarriaran


Publicado en

Redacción mulera

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